La actriz, dramaturga y directora Mireia Rey (Esplugues de Llobregat, 1983) encarna a Carmen Polo, esposa del dictador Francisco Franco, en Mientras dure la guerra. Su papel -"sencillamente una mujer, con sus razones y deseos"-, breve en extensión, adquiere una gran relevancia e intensidad en la película.

Usted no necesitó postizos...

Parece ser que no. Con el maravilloso trabajo de peluquería, maquillaje y vestuario yo misma me acababa viendo parecida. Carmen y yo tenemos un tipo de cara y expresión similar. Obviamente hay un componente de fatiga que se añade al trabajo cuando te ponen prótesis y que me he ahorrado.

¿Qué consignas le dio Amenábar?

El enfoque ya lo teníamos tras el casting porque él parecía dejarme hacer. Pero si en algún momento incidía en algo era en apelar a la vertiente más personal y familiar de Carmen. A ser sencillamente una mujer con sus razones y deseos. Buscar una parte muy cotidiana en su relación con su marido, por ejemplo.

¿Tuvo que superar algún prejuicio respecto al personaje?

Por supuesto, siempre intento deshacer todo tipo de prejuicios con los personajes. Lo que más me costó al principio fue el ir a buscar ese tipo de rectitud y de adherencia a una moral y espiritualidad tan concreta. Soy algo más fluida de carácter y tengo más preguntas que respuestas. No obstante, si te pones a buscar en seguida hayas esos territorios en los que todos nos ponemos algo radicales y nos cuesta entender que las cosas puedan ser de otra forma.

Madre estricta y creyente fervorosa. ¿Fue difícil salvarla del estereotipo?

¿Cómo decir esto sin que suene horrible? Justo ese punto no me costó. Quizá porque tuve una educación algo exigente, o por el hecho de haber sido deportista puedo entender lo que es que te enseñen en una estricta disciplina y que lo puedan hacer desde el amor. No me identifico con ello y creo que eso se está revisando en la actualidad, pero entiendo que te quieran desde ahí. Aunque eso tenga un montón de inconvenientes.

¿Podría decirse que Polo era la única persona que podía manejar a Franco?

No es poco habitual que se le atribuya a ella la responsabilidad de ciertas decisiones. A ver, no digo que no tuviera influencia, como pueda ocurrir en cualquier matrimonio, ¿pero tanta? Era un matrimonio muy tradicional y el rol de una mujer de militar, luego jefe de Estado, era el que era. Darle un excesivo poder a su figura, no sé yo. Simplemente lo pongo en cuestión. No creo que fuera tampoco la mano que mece la cuna como a veces se insinúa desde algunos sectores.

La intensa escena en la que Unamuno va a ver a Franco para pedirle ayuda, ¿es la que mejor resume el carácter de ella?

No sé si es la que mejor la resume, pero sí que me gusta mucho porque es donde ella enseña su parte más soñadora. Al fin y al cabo, una manera de leerla es como alguien con ilusión por progresar, por conocer a gente interesante y admirable. Unamuno reuniría para ella todas esas cosas: un intelectual reputado y reconocido internacionalmente además de un buen cristiano. Y no nos engañemos: también les hubiera venido muy bien tenerlo de su parte, claro. Eso también estaba eso en juego.

¿Qué es lo que más le sorprendió de vivir un rodaje?

La amabilidad en el trato que había y el buen ambiente. Me costaba creer al principio que en un proyecto de tanta envergadura y con tanto en juego todo el mundo fuera tan majo y se pudiera trabajar al máximo nivel pero sin sentir presión ninguna y toda la confianza del mundo. No siempre es así.

El final da protagonismo a Carmen. ¿Reflexionó sobre sus motivaciones?

Claro que sí, aunque en el episodio del paraninfo no hay mucho que elaborar. Ver a Karra Elejalde, con su imagen de abuelito indefenso, con una multitud asediándole era todo lo necesario. Te sale algo atávico de supervivencia. Tú lo sacas. Luego ya vendrán en todo caso los reproches. Y no me cuesta imaginar a la Carmen real en las mismas. Ella en la historia le acepta algunos desplantes por respeto e interés a don Miguel, pero la escena del coche es una ruptura definitiva con esa idea que ella tenía.

¿Qué vio Amenábar en usted?

Ay, no sé. Ese es el gran misterio de nuestra profesión: el por qué te eligen... Eso habría que preguntárselo a él. Por cómo fue el rodaje sí que me aventuraría a decir que quizá debí acertar en la lectura del personaje que él quería mostrar. Y seguro que mi altura y cara delgada ayudaron. Esos mismos rasgos que a veces me han quitado trabajo, quién sabe, esta vez quizá me lo hayan dado.

¿Cómo recuerda su prueba con el que luego sería Franco?

Me pilló muy enfocada. Desde fuera, de entrada podría parecer cómico lo de la voz, pero no me pasó. Un casting es un tesoro. No estaba yo para dispersarme. Bromas aparte, ya lo había trabajado. Ellos llevaban muchos años juntos. Todo se normaliza, y Santi Prego estaba estupendo. Cuando un compañero está muy bien saca lo mejor de ti. Ni risas ni nada.

¿Qué vio Carmen en Franco?

A alguien íntegro. Según su propia lógica de integridad, claro. Ella tenía una noción de lo apropiado y del rigor muy concreta y parece ser que Franco compartía esos valores. No frecuentaba ni los bares, ni la noche como era habitual entre algunos militares. También la insistencia en el cortejo. Esa determinación, enfoque y rectitud moral le atraerían seguro. Carmen era casi como de otra época y ambos compartían algo de eso. Quizás eso no era algo fácil de encontrar. Además de la ambición. Ambos tenían ambición y un proyecto de progreso conjunto.

¿Podría pensarse que Carmen hubiera sido feliz un siglo antes?

Yo creo que sí. Había un alto componente de romanticismo en ella. De amor por la tradición y por lo tanto tenía ideas muy preservacionistas. Ella nació dos años después de la caída de las últimas colonias. Se miraba mucho al pasado con ojos de otros tiempos siempre fueron mejores, sobre todo desde ciertos sectores de la clase pudiente, a la cual ella pertenecía.

¿Era necesario alejarse de la imagen de la Collares?

Era un icono en cuanto a elegancia. Lo de los collares no sé si era necesario o no. A mí me parece que fue una muy buena opción, cómo no, de la diseñadora Sonia Grande. Para acercarnos a la mujer joven. Al principio de su vida y de su proyecto familiar con "su Paco". Hasta ese momento su vida tampoco había sido un campo de rosas. Obviamente no pasaba penurias, lo cual ya era mucho en la época, pero había tenido que estar mucho tiempo separada de Franco. A mí me ayudaba pensar que todo ese fantasma de la supuesta avaricia aparecería en todo caso más tarde y en ese momento ella era una mujer con todos los sueños por cumplir.

Tenía 15 años cuando conoció a Franco... Hoy una relación así...

Básicamente, sería ilegal. Antes las cosas eran distintas. Pasaban de niñas a madres casi.

¿Había muchos fusiles cargados contra la película?

Me temo que así es. No hay mejor prueba de ello que, que casi sin empezar a rodarse, ya hubiera quien afirmara que no la vería. Es sintomático. Como sociedad tenemos un problema con la escucha y la apertura hacia lo distinto. Y con reconocer los propios errores. Pero no me gusta darle mucho foco a los desencuentros porque sigo pensando que hay mucho más que nos une de lo que nos separa. Y además, la mayor parte de la gente ha recibido con los brazos abiertos esta película hecha con tanta seriedad, elegancia, valentía y, por qué no decirlo, con tanto amor. Hay que mirar hacia adelante y no quedarse en lo que te frena. El foco siempre para la alegría. Y como dice Eduard Fernández en la peli: "Ahí lo dejo."