El Premio Stirling es uno de los más altos honores que un arquitecto puede recibir. Hoy, en 2019, el flamante premio que concede el Real Instituto de los arquitectos británicos, el RIBA, ha recaído en un ejemplo bellísimo de vivienda social austera y sostenible: el proyecto Goldsmith Street en Norwich, Inglaterra, un conjunto de viviendas sociales diseñadas por los arquitectos Cathy Hawley y Mikhail Riches.

En sus 23 años de historia, el premio Stirling nunca había sido otorgado a viviendas sociales. Ahora que las autoridades locales de toda Inglaterra están ocupadas construyendo sus propias viviendas sociales de nuevo, por primera vez desde hace una generación, (el parón no existió solo aquí) no podría haber un mejor momento para reconocer el valor de la arquitectura reflexiva, austera y llena de pura belleza, aplicada a la vivienda social.

Situada en el este de Inglaterra, en la región de East Anglia, Norwich, con sus trazas medievales, es la capital del condado de Norfolk y en ella viven 125.000 personas. Su ayuntamiento convocó un concurso internacional en 2008 para seleccionar arquitectos para complejos de viviendas sociales. La idea se quedó parada debido al colapso financiero y la posterior e interminable crisis. Sin embargo, la ciudad, años después, decidió no tirar a la basura este concurso y retomarlo desarrollando un complejo de aproximadamente 100 nuevas viviendas sociales.

En un área de la ciudad que está dominada por bloques de pisos del siglo XX, la estrategia urbana de los arquitectos fue en este nuevo proyecto reintroducir calles y casas junto a terrazas, como las que se pusieron de moda en Inglaterra en el siglo XIX y que se han copiado (no siempre con el mejor gusto) por diversos lugares del globo terráqueo, incluidas nuestras islas. Estas terrazas y el entorno inmediato hacen de enlaces verdes y se unen con otros existentes reforzando una sensación de estar en el paisaje, hasta conectar con los caminos locales y parques de la ciudad.

En medio de las viviendas sociales los arquitectos crearon una especie de callejón compartido que fomenta el juego de niñas y niños y que promueve e impulsa el encuentro comunitario, pues ese callejón, que también podríamos denominar simplemente jardín, es accesible desde los otros jardines traseros individuales, un lugar seguro al que solo pueden acceder los titulares de las casas.

Es un esquema denso y de poca altura. Esa densidad permite en menos suelo proporcionar muchas más casas. Otra cuestión interesante es que el mantenimiento futuro se ha minimizado mediante el diseño de pisos en los que cada uno tiene una puerta de entrada a la calle, con su propia escalera y vestíbulo a nivel de la calle, diseñando todas las partes comunes internamente.

Las casas de dos pisos tienen, al menos muchas de ellas, una buhardilla que proporciona un tercer dormitorio. La mayoría de las habitaciones principales están orientadas al sur y tienen unas cocinas generosas y grandes que se convierten en el corazón de cada casa incluyendo un comedor.

Son viviendas sociales con certificación Passivhaus

El proyecto Goldsmith Street tiene el Passivhaus, que es un certificado oficial de sostenibilidad, porque se diseña para estas viviendas sociales un esquema de bajas emisiones de carbono, donde todas las casas y pisos están orientados hacia el sur, y así, este buen diseño arquitectónico, busca proporcionar casas soleadas, llenas de luz, lo que permite tener facturas de la luz y de calefacción muy bajas.

Según el jurado del RIBA se trata de "una arquitectura de alta calidad en su forma más pura, más consciente del medio ambiente y realmente social". Casas espaciosas, llenas de luz, y de bajo consumo energético deberían ser la norma para todas las viviendas sociales que se construyan de ahora en adelante, con ambición y creatividad.