El historiador del arte Miguel Falomir (Valencia, 1966) lleva más de 20 años vinculado al Museo Nacional del Prado, desde 1997. Fue entonces cuando se incorporó a la institución como jefe del Departamento de Pintura Italiana y Francesa y hace un par de años, tras haber asumido sucesivas responsabilidades, se hizo cargo de su dirección. El Prado, premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2019, está de bicentenario, una conmemoración que Falomir considera todo un hito y uno de los mejores momentos de la historia de la gran pinacoteca nacional.

Ya avanzado el año, ¿cómo está resultando la conmemoración del bicentenario?

Un éxito rotundo. Sin caer en excesos triunfalistas, no cabe duda de que está siendo un hito en la historia de la institución y un excelente argumento para refrescar la conexión emocional que todos los españoles sienten con el Museo del Prado. Este año está siendo fructífero en la doble perspectiva de reforzar el papel cultural de la institución a través de sus programas y grandes exposiciones y de fortalecer la presencia del Prado en la agenda diaria para conseguir formar parte de la vida de los españoles. Y ello ha sido posible gracias a la vocación y entrega de todos los trabajadores del Museo del Prado, que están haciendo un esfuerzo encomiable para sacar adelante las más de cien actividades programadas.

¿Cuáles son los retos que afronta en el futuro más inmediato?

El primero es, sin duda, mantener la fuerza que el museo ha alcanzado en este bicentenario, que es un éxito y nos obliga a estar a la altura de las expectativas generadas. Los retos tienen que ver con la gestión de las colecciones, la proyección internacional de nuestras actividades, la gestión de públicos y la comunicación con la sociedad española. La tecnología ha modificado nuestra sociedad, nuestra forma de vivir, de relacionarnos, de disfrutar del ocio y nosotros tenemos que incorporar avances para que la experiencia de la visita al museo sea aún más memorable. Los museos ya no son simples contenedores de obras de arte, sino que tienen que ser activos en áreas como la promoción cultural, la enseñanza en valores o la educación. Para mí es un orgullo que este año vayan a pasar 140.000 personas por las actividades educativas y casi 300.000 escolares visiten el museo con sus profesores.

¿Cree que los españoles perciben el museo como una seña de identidad y el contenedor de una historia y una cultura en común? ¿Están orgullosos de él?

Hicimos una encuesta entre más de 3.300 españoles sobre la percepción que tenían del museo, y la verdad es que esta es excepcionalmente positiva.

¿Cómo está situado El Prado entre los grandes museos del mundo?

Es, sin ninguna duda, un grande entre los grandes, no porque nosotros lo digamos sino por su prestigio internacional, la calidad de sus exposiciones y el nivel de interlocución directa en todas las áreas; desde la museología a la restauración, pasando por las redes sociales o la gestión de públicos.

¿Están preparados para enfrentar el reto tecnológico?

Nuestra página web ha sido reconocida internacionalmente, tanto por su diseño como por la calidad de su contenido y mecanismo de búsqueda. Es fácil, intuitiva y sencilla de manejar. Otro tanto sucede en el manejo de la comunicación o de las redes sociales, donde también hemos recibido prestigiosos galardones, el último vinculado con la iniciativa "#tenyearschallenge", que aprovechaba este movimiento para mostrar retratos de un mismo protagonista con diez años de antigüedad. Ahora estamos trabajando en un desarrollo tecnológico global para el Museo del Prado que permita la mejor experiencia para los ciudadanos que nos visitan y genere una información útil para mejorar la calidad de la visita.

¿El presupuesto es un problema? ¿Cuentan con financiación suficiente?

El Museo Nacional del Prado cuenta con un grado de autofinanciación del 66 por ciento, esto es, dos tercios de nuestro presupuesto tenemos que conseguirlo nosotros porque el Estado solo aporta un 34 por ciento. Lo ideal será llegar a un modelo 50 por ciento/50 por ciento donde la aportación pública permitiese un mayor grado de estabilidad presupuestaria y, al tiempo, se mantuviera el estímulo para que el museo siga trabajando por la excelencia en la gestión. Como en todos los sectores, los últimos años han sido complicados, primero por el ajuste de la crisis y luego por la ausencia de Presupuestos Generales del Estado, pero confiamos en que esta situación se encauce. En todo caso, la gestión económico administrativa del museo es excelente y este año hemos cerrado nuestro ejercicio con un saldo positivo de 1,7 millones de euros a pesar del enorme volumen de actividades.

¿Cuál ha sido el momento más glorioso de la historia del Prado? ¿Y el más negro?

La historia del Prado es la historia de España y la Guerra Civil fue sin duda el momento más duro, más difícil y en el que todo estuvo en peligro. Fue un verdadero milagro que todo el proceso de evacuación de las obras en 1936 y su regreso en 1939 se hiciera sin más daños que los que sufrió algún cuadro y que en medio de un país en guerra, con hambre y muerte por doquier, no se perdiera ninguna obra. Soy optimista y creo que el mejor momento siempre está por venir, pero en términos de actividad y repercusión el bicentenario está siendo uno de los mejores momentos de la institución, gracias al respaldo institucional, el aprecio de los españoles y el esfuerzo de todos los trabajadores del museo.

¿Cómo se imagina El Prado del futuro?

Esa es una buena pregunta. Me gustaría que fuera tan querido por los españoles como es hoy; tan respetado y valorado por las instituciones culturales como es en estos días y tan dinámico como está siendo este bicentenario. Lo importante es que la tecnología que venga, toda la robótica que se cree, todos los avances se pongan al servicio del relato de unas obras inmortales. Seremos más digitales, más cercanos y accesibles, pero todo ello tiene que tener un sentido: hacer perdurar los valores del arte y la cultura, tanto en el área educativa, como en la experiencia de los visitantes.

Una curiosidad, ¿cuál es su obra preferida del museo?

Depende de los días, del estado de ánimo. Pero si tuviera que elegir uno, seguramente sería El Lavatorio de Tintoretto. Fue el primero en el que empecé a trabajar con profundidad cuando ingresé en el Museo del Prado hace más de 20 años. Mi pasión y mi especialidad es la pintura italiana.