Lorenzo Silva (Madrid, 1966) se mueve con soltura en los entresijos de la novela negra, pero también cultiva géneros como la literatura juvenil o el ensayo. En cualquiera de esos campos busca las historias olvidadas. Con más de setenta libros publicados, un premio Nadal y un Planeta en su haber, el autor madrileño invita a los lectores a entrar en su universo literario agrupando su experiencia en lo que él denomina En el ángulo oscuro, rincones velados, historias ensombrecidas, ocultas que por medio de su literatura saca a la luz. Silva confiesa que siempre ha intentado que su escritura "no fuera banal".

¿Qué se oculta 'En el ángulo oscuro'?

Es una invocación a Bécquer, pero también, en cierto modo, a una manera de escribir, en uno de los géneros a los que más me he dedicado, la novela negra, que busca los ángulos oscuros de la sociedad. Pero lo que he escrito en otros ámbitos trata de poner el foco donde no se está poniendo o donde no se mira o por alguna razón se prefiere no mirar. Y en el resto de mi obra casi siempre se da este ejercicio de mirada a una realidad que por alguna razón no es examinada. Dentro de la propia novela negra, hace 25 años no se podía pensar que un guardia civil pudiera ser un personaje de este género, era algo fuera de cuestión. Eran unos profesionales a los que nadie miraba como protagonistas literarios.

¿Qué elementos o situaciones encuentra en esos rincones?

Cuando empecé a escribir novela juvenil se dedicaba fundamentalmente a los zombis, los vampiros y los magos. Mis protagonistas son tres chicas de un barrio de la periferia de Madrid, personajes que también están en ese ángulo oscuro. La novela histórica que he escrito también tiene que ver con episodios de los que han quedado en cierto modo velados por otros, por ejemplo la guerra de África, un conflicto vivido por cientos de miles de españoles que quedó totalmente ensombrecida por la Guerra Civil. Dentro de la propia contienda me he acercado a episodios poco conocidos o poco abordados como pueda ser la sublevación en Barcelona.

¿Cómo llegan esos personajes?

Por alguna razón los atraigo como un imán porque me los voy encontrando a veces incluso sin querer. Siempre procuro ir un poco atento, algún personaje lo encuentro por azar, investigando otra cosa. Me tropiezo con los personajes mirando otras cosas pero estoy voy atento a este tipo de historias, porque la experiencia me dice que ahí hay no sólo buenas novelas sino también que las novelas que puedes escribir a partir de estos personajes o estas realidades un poco olvidadas o postergadas tienen un potencial de hacer pensar al lector y de iluminar nuestra memoria y nuestra conciencia de ciertas cosas.

¿Qué siente cuando detecta una de esas historias?

Emoción y perplejidad. Hace unos años por ejemplo escribí un libro sobre Irak. Me di cuenta que nadie había hablado con ellos y me preguntaba cómo es posible que esta historia esté virgen para mí. Cuando lo encuentras sientes emoción y cuando se publica el libro y la gente está viva, ves el agradecimeinto con que se acercan para reconocerte que hayas contado su historia. La verdad es que es muy gratificante, me da la sensación de que en cierto modo cumplo mi misión como contador de historias si es que un contador de historias tiene alguna misión y sirve para algo.

Y su interés coincide con el interés en el lector.

Hago una reflexión general que va más allá de mí porque yo, a fin de cuentas, soy un contador de historias más y ni siquiera, seguramente, soy el más hábil, pero me da qué pensar por qué sistemáticamente historias relevantes, significativas que tienen una capacidad de interesar a la población permanecen en la sombra. No soy muy conspiranoico, pero qué estrategia hay, consciente o inconsciente de ocultación de la información relevante y de enterramiento bajo toneladas de información irrelevante. Me resultaba hasta cierto punto doloroso que durante 20 años hayamos tenido a miles de compatriotas jugándose la vida en Afganistán y de eso no se haya hablado nunca.

¿Ha cambiado su manera de encontrar aquello que le interesa contar?

Empecé a escribir con 13 años, porque era mi único juguete, o casi, y las historias antes incluso que la escritura, fueron durante mucho tiempo mi juguete. A partir de cierto momento me di cuenta de que las historias y la escritura podían tener una trascendencia. Siempre he intentado que mi escritura no fuera banal, que no fuera simplemente entretenerme yo o al que me lee, pero también he procurado no perder ese sentido del juego. Esto lo hago porque me gusta hacerlo, nadie me lo impone. Si puedo simultanear eso con que tenga un sentido no solo para mí sino también para otros pues mucho mejor. También estoy convencido de que tiene más valor pero creo que conservo bastante al niño de 13 años que jugaba con la literatura.

¿Irá a votar el 10-N?

Reconozco el derecho a la abstención y lo he ejercido en algún momento, pero en esta coyuntura creo que hay que votar, lo creo para mí, yo desde luego voy a ir a votar sin gran ilusión por la opción concreta, pero con alguna ilusión para que el ejercicio del derecho ciudadano sirva para que quienes reciban esos votos experimenten de una maldita vez la responsabilidad que me parece que no han experimentado.