Cuando la India se separó de África hace setenta millones de años y la placa tectónica sobre la que se desplaza creó la "arruga" del Himalaya al chocar contra la placa euroasiática, provocando que, veinte millones de años más tarde, comenzara a desplazarse hacia China el Desierto del Gobi, que con la fuerza de toda tensión acumulada durante millones de años de compresión-descompresión en este planeta tan extraordinario -en medio de una fabulosa historia sísmica y de tormentas cósmicas y reajustes de superficies, magmas, agua, etc.-, va sepultando aldeas año a año y amenaza con llegar pronto a Beijing, la nueva capital del mundo, como una metáfora de la pérdida de control de la humanidad sobre el medio ambiente.

Aquí ocurre a la inversa. Nos quedamos sin arena. En los últimos años, nuestra relación con la arena ha dado un giro inesperado: en lugar de amenazar nuestra existencia, al menos en Canarias, donde este maravilloso material se ve amenazado por las extracciones de toneladas de arena para la construcción y por el desvío, que construcciones inadecuadas, hacen de las dunas de los sures de Tenerife, Gran Canaria y de toda la isla de Fuerteventura, vemos ahora que es un recurso finito, vemos que el agotamiento de la arena aluvial utilizada en la construcción está destruyendo el ecosistema de los fondos marinos y las playas costeras, y está contribuyendo seriamente al cambio climático.

Volviendo a China, un ejemplo a seguir es la decisión de crear un museo de arte debajo de las dunas que lo rodean, idea que nació del deseo de proteger el vulnerable ecosistema de dunas, formado por fuerzas naturales durante miles de años. Debido al museo, estas dunas de arena se preservarán en lugar de nivelarse para hacer espacio para desarrollos inmobiliarios con vista al mar, como ha sucedido con muchas otras dunas a lo largo de misma costa.

Así, arte, arquitectura y mar (naturaleza) se mezclan en la playa de Qinhuangdao, en el popular distrito de Beidaihe, considerado los Hamptons de Beijing, en la Aranya Gold Coast, lugar de encuentros informales de las elites políticas de China donde a finales de 2018 abría sus puertas el nuevo museo UCCA DUNE, parte del los Centros de Arte Contemporáneo Ullens de Beijing (fundado por coleccionistas de arte belgas). Este museo, diseñado por Open Architecture, está ubicado a unos 300 kilómetros de la capital china.

El museo parece como tallado en la arena, donde desaparece suavemente. Innumerables años de viento han empujado la arena de la playa hacia una duna a lo largo de la costa, a varios metros de altura, estabilizada por arbustos de poca altura. Inspirado en los niños y niñas de todo el mundo que incansablemente excavan y construyen en la arena, el museo se encuentra debajo de esta duna creando una serie de espacios interconectados de forma orgánica que, rodeados de arena, como un refugio oculto, se asemejan a las cuevas, el hogar primitivo, con formas primarias e intemporales.

Una serie de espacios contiguos en forma de celda acomodan los contenidos del Museo, que incluyen galerías de diferentes tamaños y una cafetería. Después de pasar por un túnel largo y oscuro y una pequeña área de recepción, el espacio se abre de repente a la luz del sol y al azul del mar. La compleja geometría tridimensional de hormigón del museo fue moldeada a mano por trabajadores navales locales en Qinhuangdao utilizando encofrados de madera. Diferentes tragaluces proporcionan iluminación natural a los espacios del museo en todo momento; su techo cubierto de arena reduce en gran medida la carga de calor del edificio en verano; y un sistema de geotermia de cero emisiones reemplaza el aire acondicionado tradicional.

Quizás la contribución medioambiental más significativa del Museo de Arte de Dune es, más que su arquitectura en sí, la influencia que el proyecto puede tener en el público en general. Ojalá este diseño reflexivo sirva de ejemplo para muchos proyectos futuros en regiones desérticas o semidesérticas del planeta, como Canarias.