Se enteró que había conquistado el XXXV Premio Benito Pérez Armas en un tren. En cuanto colgó el móvil le dio vueltas unos segundos a la buena noticia que acababa de recibir, se puso en pie y empezó a dar saltos... "Sé que es el peor sitio en el que se pueden dar esos botes; también en la comisaría", abrevia Alicia Ramos (1969) con un tono irónico imposible de disimular mientras espera que le pregunte si esa felicidad terminó en un solitario calabozo. "No, eso es broma. Pero lo del tren sí que pasó", remarca una güimarera que hasta el día de ayer era mucho más conocida por su faceta de cantautora y por ser uno de los iconos transexuales de este país.

"Me llamo Alicia Ramos. Soy una mujer transexual. También tengo 1,75 dioptrías de miopía en el ojo derecho. Ni siquiera uso gafas, no tengo. Pues así es como intento vivir mi transexualidad, sin gafas". Así de directa se presentaba en una entrevista concedida a un portal digital la autora que se ganó la confianza de un jurado compuesto por Juan Manuel García Ramos, Nilo Palenzuela, Alicia Llarena y Juan Cruz. "El último vándalo (que yo sepa)" es el título de la novela que ha sido recompensada con 12 mil euros.

Alicia siempre ha sido un ser que destila amabilidad, naturalidad, sencillez... Una creadora que no sabe ocultar su sorpresa por el galardón literario recibido. "Yo no creía en esta novela... Fue mi pareja (Olvido Andújar) la que me animó para que llegara al final. De hecho, tuve que cambiar el nombre del personaje (Alicia Ramos) por uno de ficción (Candelaria Marrero) porque me hubieran descubierto en las primeras páginas del libro", explica la tinerfeña.

"Me gusta romper las normas"

Licenciada en Geografía e Historia, residente en Madrid y autora de proyectos musicales como "Lumpenprekariat" o "Ganas de quemar cosas", Ramos no escribe en base a unas reglas literarias en las que todo parece estar perfectamente organizado. "Me gusta romper las normas", añade en cuanto le preguntamos si el vértigo que le imprimió a la historia, que a juicio del jurado está cargada de humor y ternura, tiene algo que ver con la estructura de un thriller. "Entiendo poco de géneros literarios, pero yo diría que es una novela de aventuras en la que no dejan de pasar cosas", reivindica una escritora novel para el gran público, aunque con numerosas tablas en la trastienda. "Llevo escribiendo toda la vida, pero cuando aparece la precariedad la escritura se afila... La escritura es el ocio de los desheredados, de los que tienen tiempo para inventar cosas", sostiene mientras aclara que "en los instantes difíciles las buenas ideas se pueden desarrollar porque lo que te sobra es tiempo".

La trama de "El último vándalo (que yo sepa)" se inicia cuando una consejería del Gobierno de Canarias encarga a Candelaria Marrero que busque unos cuadros perdidos del pintor Secundino Batista. Lo que ella no sabe de entrada es que otras personas ya están empleando una parte de su tiempo en la misma misión. La primera, sin embargo, dispone de una información de primera mano y, por lo tanto, muy valiosa que le permite avanzar siempre un paso por delante de sus rivales.