Luc Besson es uno de esos cineastas que llevan anunciando su retirada desde hace más de una década. De la misma forma que Quentin Tarantino ha venido pregonando que sólo va a rodar diez películas, también el galo anunció en 2006 que abandonaría la profesión cuando filmara su décimo largometraje. Ignoro qué ocurrirá con Tarantino, pero al menos Besson ya ha incumplido su promesa y, a la vista de los resultados, ha sido un error. Sus grandes aportaciones al Séptimo Arte las muestra en sus primeros títulos. El gran azul (1988), Nikita, dura de matar (1990), Leon: El profesional (1994), El quinto elemento (1997) y Angel-A (2005), incluye su catálogo de habilidades, algunas de gran calado. Si efectivamente se hubiese retirado a tiempo, habría dejado muy buen sabor de boca gracias a momentos de grato recuerdo disfrutados en las salas de proyección. Pero ha optado por continuar, si bien abandonando la senda de los directores interesantes, creativos e intensos para transitar por la vía de los tópicos, la reiteración y la comercialidad más vulgar. Anna, su estreno más reciente, da cumplida muestra de esa decadencia.

Diseñada para el lucimiento de la modelo rusa Sasha Luss, cada uno de sus planos parece exclusivamente ideado para explotar su belleza y reflejar su estética más sensual. Evidentemente, esos mimbres no son suficientes para construir una buena película de acción sobre agentes secretos y misiones encubiertas, lección que ya aprendimos con Gorrión rojo de Francis Lawrence. Pero es que, al margen del físico de su protagonista, la oferta se reduce a un cúmulo de clichés sumamente manidos y de secuencias pretendidamente electrizantes que tan sólo esconden una palpable ausencia de guion y de personajes. Nada hay, pues, que justifique un metraje que ronda las dos horas de duración.

Cuanta la historia de una asesina a sueldo que recurre a numerosas armas para desempeñar su trabajo, entre ellas un hipnotizante atractivo bajo el que esconde su enorme capacidad para eliminar a cualquier enemigo, lo que le convierte en una de las sicarias más temidas por los gobiernos de todo el planeta. Poco más que añadir. La trama es tan simple como parece. Tan precaria. Tan superficial. Tan pobre.

En algunos aspectos Besson evoca sus cintas iniciales, pero las similitudes son muy escasas y meramente formales, como si hubiera pretendido revisar Nikita, dura de matar, pero con un toque hortera, o retomar a Leeloo de El quinto elemento, pero sin su humor ni su ingenuidad, o reiterar la violencia de Leon: El profesional, pero sin la carga poética ni la enjundia de sus protagonistas.

En definitiva, unas carencias demasiado patentes (el montaje alocado, la apariencia de videoclip?) como para que los remedios utilizados consigan neutralizar el desastre y que no hace sino confirmar que, en realidad, el realizador francés ya se había retirado en su momento y ya sólo queda de él una reminiscencia en forma de tiempo de descuento que no le hace justicia.

Junto a la citada Sasha Luss (que debutó a las órdenes del propio Besson en Valerian y la ciudad de los mil planetas participan algunos actores consumados, como Helen Mirren (La reina, Gosford Park, Un viaje de diez metros) y más jóvenes, pero a cargo de carreras sólidamente asentadas, como Cillian Murphy (Origen, Desayuno en Plutón, Dunkerque). Les acompaña Luke Evans (La chica del tren, Fast & Furious 6,7 y 8).

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Anna

Dirección: Luc Besson

Intérpretes: Sasha Luss, Helen Mirren, Cillian Murphy, Luke Evans