Fue el año pasado cuando comenzó a dar sus primeros pasos en el mundo de la interpretación y lo hizo por el principio, sobre las tablas y representado obras de teatro.

Bien pronto le entró el gusanillo, que fue creciendo escena tras escena, y cuando se enteró de que estaban buscando personas para encarnar el papel de la pequeña Sara en la película Blanco en blanco no lo dudó, hizo acto de presencia en el casting y resultó finamente seleccionada.

Esther Vega Pérez (Santa Cruz de Tenerife, 2007) confiesa que el rodaje "me ha enseñado muchas cosas sobre el cine y sobre mí, y creo que también me ha ayudado a ser mejor actriz".

A lo largo del mes de octubre, en localizaciones de los municipios tinerfeños de Garachico y Buenavista, y bajo la atenta mirada de las cámaras, se fue metiendo, plano a plano, en la piel de Sara, una niña que está destinada a convertirse en la futura esposa del patrón latifundista: Mr. Porter.

"Mi personaje se caracteriza por una gran timidez, siempre recatada, porque en aquella época, aún siendo niñas, las mujeres eran obligadas a casarse pese a su voluntad y ni siquiera les estaba permitido quejarse", explica Esther.

Es más, aquella figura de inocente belleza se convierte en la obsesión de Pedro, el fotógrafo contratado para inmortalizar el enlace, papel que está protagonizado por el actor Alfredo Castro.

Esther guarda algunas anécdotas a propósito de un rodaje que dice llevará muy adentro toda su vida, una experiencia que calificó de increíble y que está resuelta a repetir. "Hacía mucho calor", contaba, "y yo tenía que lucir un vestido de época, con muchas capas". Y por aquello de los nervios de la primera sesión, y como tampoco probó bocado, se desmayó.

"Hubo gente que llegó a pensar que aquello formaba parte del guion", sonríe.

Esther asegura que formará parte de esa veintena de personas que desembarcará en Venecia para asistir al pase de la película; tiene alma de novelera.

Y cuando lanza su mente a soñar dice que se ve envuelta en la figura de una viuda negra.