Los cuentos de Carmen Martín Gaite que ahora publica la editorial Siruela (Todos los cuentos, con edición y prólogo de J José Teruel) transmiten al lector una sensación de inquietud, misterio y desasosiego a través de historias plagadas de tristeza. Muchos de los personajes de estas narraciones cortas están atrapados en una sociedad que los oprime e incomunica, representada en esta literatura por laberintos de pasillos, escaleras, túneles o bosques que los obligan a huir hacia la libertad, a escapar de los ámbitos aplastantes donde discurren sus vidas. Intentan encontrar una alternativa a las rutinas diarias aunque a veces tengan que arrepentirse y dar marcha atrás, resignados, como las esposas de La mujer de cera, Un día de libertad y Lo que queda enterrado.

Todos los cuentos, incluso aquellos más fantasiosos como El castillo de las tres murallas y El pastel del diablo, están impregnados de una profunda tristeza que lleva a sus personajes a reaccionar de maneras a veces sorprendentes. Algunos protagonistas son niños a través de los que Carmen Martín Gaite regresa a una infancia de la que recupera sus propias experiencias y sus recuerdos. Otros parecen trasuntos de la suya propia, como la niña llamada Sorpresa de El pastel del diablo ("¡Escribiré mis cuentos, te pongo por testigo, reina de la noche!"), y los hay que son fragmentos de su biografía, como los apuntes en forma de diario de El otoño de Poughkeepsie, que no es realmente un cuento sino la narración de una experiencia de la escritora durante su estancia en un campus universitario norteamericano en la que vuelca de alguna manera su dolor por la muerte de su hija Marta en 1985. Otros son trasunto de personajes de la calle, las ciudades o las aldeas en las que la escritora los sitúa para analizar sus comportamientos. Mendigos, maestras, camareras, oficinistas, antiguas amantes, hermanas? desfilan a lo largo de estos cuentos mostrando sus problemas y poniendo al descubierto unas vidas tristes y aparentemente sin arreglo. En algunos transmite al lector una extraña sensación, al introducir el sueño en la realidad hasta confundirse con ella. En ellos la autora va de uno al otro lado, del sueño a la realidad, hasta fundir ambas orillas.

Entre todos los cuentos destaca El balneario, la más inquietante y enigmática de las narraciones de Carmen Martín Gaite, una obra maestra que la escritora publicó en 1954 (fue Premio Café Gijón ese año) y que pese al tiempo transcurrido mantiene toda la fuerza y el misterio de su mejor literatura.

La distribución de los cuentos de Martín Gaite de este volumen no obedece al orden cronológico en el que fueron publicados (con frecuencia en revistas como Cuadernos Hispanoamericanos o El Urogallo) sino a los títulos bajo los que la propia escritora los agrupó en publicaciones anteriores, como los Cuentos completos de 1978 (Alianza Editorial), los de 1994 en Anagrama o los incluidos en El balneario, de 1968 (también en Alianza), así como la edición que publicó Destino en 1977. Carmen Martín Gaite no sólo escribió cuentos sino que también reflexionó sobre el género en su ensayo El cuento de nunca acabar. Su lectura desvela algunos de los enigmas de estas narraciones.

No es ninguna exageración afirmar que Carmen Martín Gaite (Salamanca, 1925-Madrid, 2000) fue una de las escritoras más importantes de la literatura española del siglo XX, aunque no consiguiera el reconocimiento pleno a su obra hasta ser galardonada en 1988, cuando ya contaba 63 años, con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y con la publicación de novelas como Nubosidad variable (1992), La reina de las nieves (1993), Irse de casa (1998), Lo raro es vivir (1999). Iniciada en el movimiento neorrealista de la Revista Española que dirigían el filólogo republicano Antonio Rodríguez-Moñino y los escritores Rafael Sánchez Ferlosio, Ignacio Aldecoa y Alfonso Sastre, Carmen Martín Gaite iba a recorrer un largo camino hasta un posmodernismo literario en el que incorporó los recursos de la ficción a la propia ficción, en la línea literaria experimental de los años ochenta.

Después de escribir una novela que permaneció inédita hasta después de su muerte, El libro de la fiebre (2007), en 1957 ganó el premio Nadal con Entre visillos, en la que, documentando la vida rutinaria y convencional en una ciudad de provincias, apuntaba los materiales con los que iba a construir su literatura: la atmósfera opresiva y asfixiante de la postguerra española y la lucha por la libertad, en particular la libertad de la mujer, centrada en esta novela en el problema de la soltería para las jóvenes de la posguerra. Su entonces marido Rafael Sánchez Ferlosio había ganado el mismo premio dos años antes con El Jarama. Su nombre se unió así al de otras dos mujeres que en el medio siglo consiguieron el mismo galardón: Carmen Laforet (Nada, 1944) y Ana María Matute (Primera memoria, 1959). Después de Entre visillos publicó Ritmo lento en 1962, tras lo que se dedicó durante siete años a su investigación sobre el personaje histórico don M Melchor de Macanaz.

Su siguiente novela, Retahilas no se publicaría hasta 1974. Con Fragmentos de interior (1976) y El cuarto de atrás (1978) conforma una trilogía intelectual y emocional en la que indaga en los problemas de la soledad y la incomunicación, prolongación de estos cuentos que ahora se publican reunidos.

Otro largo silencio habita los años que van desde El cuarto de atrás hasta su nueva novela, Caperucita en Manhattan (1990), sólo interrumpido por dos relatos cortos, El castillo de las tres murallas (1981) y El pastel del diablo (1985). Tras su muerte se publicaron sus agendas, dietarios, cuadernos de notas y otros escritos de este y otros periodos en Cuadernos de todo (2002), Pido la palabra (2000) y Tirando del hilo (2006). También se recuperó su novela Libro de la fiebre (2007) y su inacabada Los parentescos (2001). Algunas de estas obras se han publicado en algunos volúmenes de sus obras completas.

Autor: Carmen Martín Gaite

Título: Todos los cuentos

Editorial: Siruela

Páginas: 564 páginas