Cine+Food y Vladimir Cruz se reencuentran con motivo del 25 aniversario de la película Fresa y chocolate. Siendo la única película cubana nominada al Óscar, la amistad que se tejió entre sus protagonistas, Diego y David, supuso un punto de inflexión en la carrera del afamado intérprete.

Se celebran los 25 años del estreno de Fresa y Chocolate, ¿dudó cuando le propusieron interpretar a David?

No, al contrario, era un actor joven queriendo comenzar una carrera en el cine y me ofrecía trabajo Gutierrez Alea, el mejor director del cine cubano, con un guion excelente, basado en un relato premiado en el extranjero y sobre un tema apasionante, ¿cómo iba a dudar?

Un comunista, un homosexual y una prostituta, ¿cómo recuerda aquellos días?

Dicho así, un comunista, un homosexual y una puta, parece un chiste, pero no lo era. Sabíamos que estábamos tratando un tema muy serio para el futuro de nuestro país y asumíamos la responsabilidad. Recuerdo esos días con emoción y alegría por el éxito, pero sobre todo con orgullo por lo que significó socialmente en Cuba.

¿Qué impresiones hubo en su entorno al participar en una película de temática LGTB? ¿Su familia lo aprobó?

Mi familia se inquietó, pero más que porque participara en una peli de temática homosexual, no usábamos el término LGTB en aquella época, porque era una película contra la intolerancia en un país muy intolerante, lo que podía tener consecuencias. Sin embargo me apoyaron en todo, porque todos estábamos convencidos de la urgencia de contar una historia así.

¿Es demasiado optimista la visión que se da de la amistad entre Diego y David?

En la Cuba de aquella época tal vez sí, pero queríamos ser optimistas porque creíamos, y creemos, en todo lo que se puede avanzar en ese sentido y en lo imprescindible de la unidad de todos los cubanos por encima de cualquier diferencia. En el mundo de hoy es una obviedad que dos personas de diferentes opciones sexuales puedan quererse y ser amigas. ¿O tal vez sigo siendo demasiado optimista?

Habrá quienes no conozcan la película; ¿qué les diría sobre ella?

Lo primero, por supuesto, que la vean, porque creo que habla por sí sola. Lo segundo, que no pierdan la oportunidad de ver la única película cubana nominada al Oscar? Y lo tercero, bromas aparte, que es una película viva, contada con honestidad, con personajes auténticos, y que los que la hicimos nos dejamos la piel para reflejar, desde un entorno muy hostil, un conflicto que sigue siendo, lamentablemente, muy universal.

Al fin y al cabo los prejuicios siguen existiendo y en varios países la homosexualidad es un crimen, ¿'Fresa y Chocolate' a sus 25 años aún no envejece?

Desafortunadamente donde quiera que se mire en el mundo actual es posible apreciar la vigencia de ideas retrógradas, excluyentes e intolerantes y mientras esto sea así un intento de denunciarlo y luchar contra ello será necesario. La película defiende, en primer lugar y con mucho orgullo, la causa de los discriminados por una opción sexual diferente, dentro del arcaico esquema social, machista y patriarcal, que hemos heredado, pero va más allá.

Es uno de los actores más reconocidos de Cuba, ¿qué esperaba de su carrera?

Esperaba poder trabajar ininterrumpidamente en un oficio que adoro, poder vivir de ello, crecer cada día como profesional y que mi trabajo tenga un sentido para la gente, como he dicho antes. Creo que he conseguido casi todo, pero dentro de unos límites, marcados en primer lugar por el punto de partida dentro de la precaria industria cubana. Quiero ampliar cada día esos límites.

Hay una escena en la que Diego habla sobre la diferencia entre ellos, que están escuchando a Callas y beben té en tazas de porcelana, con los edificios que se caen o los que se apretujan en los taxis. ¿Cómo cree que ha cambiado Cuba en este tiempo?

En ese sentido no mucho, sigue habiendo mucha más gente apretujándose en las guaguas que escuchando a la Callas mientras beben té en tazas de porcelana.

Decía su personaje David que hasta los errores son propios de la revolución. ¿La justificaría así?

Yo no soy mi personaje. Yo creo que en todas partes se cometen errores y que toda sociedad se puede perfeccionar. El único sentido que, socialmente hablando, pueden tener estos errores es que aprendamos de ellos y en mi opinión eso sigue siendo una asignatura pendiente dentro de la sociedad cubana.

¿Cree que seguirían siendo amigos?

No tengo la menor idea. Me gustaría que sí, pero solo puedo decir que el exilio cambia a las personas, la vida cambia a las personas, y las distancias afectan a las amistades como a cualquier relación humana. Pero el símbolo de su abrazo sigue siendo importante para todos los cubanos.