Érase una vez en Hollywood

Dirección: Quentin Tarantino

Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Emile Hirsch

Tarantino se ha puesto nostálgico en su última película. Pero su forma de expresar dicho sentimiento no es la más habitual, entre otras cosas porque casi nada de lo que hace el célebre cineasta se amolda a los cánones clásicos aunque ello ha supuesto que algunas esencias de su cine varíen. Mantiene su estilo colorista, una buena ración de su humor corrosivo, algunas pinceladas de su violencia desmedida, su acertada utilización de la posición y del movimiento de la cámara, su extraordinaria habilidad para la dirección de actores y unas dosis más que sobradas de esa atmósfera gamberra y desenfrenada que le caracteriza. Sin embargo, a mi juicio, el enfermizo empeño en priorizar su personal homenaje a la música, la televisión y la estética de finales de los sesenta provoca el descuido de la trama y del ritmo narrativo. Y por valiosos que sean los méritos enumerados anteriormente, los importantes deméritos afectan inevitablemente al resultado final de este último trabajo.

Para mi gusto abundan las secuencias centradas en la conducción de vehículos, cuyo único objetivo se reduce a encajar alguno de los temas incluidos en la banda sonora. Sobran asimismo determinadas escenas cuyo exclusivo propósito es mostrar los fotogramas de las películas que Tarantino quiere rememorar, recrearse en sus carteles o reflejar la decoración propia de esa etapa histórica. Prevalece el culto a un concreto ambiente cultural y social frente a la necesaria conexión con la historia que se pretende contar. De hecho, en diversos momentos de la proyección no podía evitar preguntarme qué pintaba determinado plano dentro de la cinta, dudando sobre qué quería transmitir el director realmente.

No obstante, a ratos me reí y disfruté con algunas de las propuestas, por más que la excesiva duración cercana a las dos horas y media y la proliferación de imágenes pausadas, meramente contemplativas y sin ninguna progresión del relato, me produjeron sensación de desconcierto e, incluso, de aburrimiento. Llevado por ese afán de hacer constantes guiños al espectador, debería evitar convertirse en el típico realizador centrado en rescatar viejas glorias o en reunir actores de renombre para lucirlos en sus films sin sentido alguno, pues muchos de ellos parecen introducidos con calzador. A cargo de escenas puntuales, su única finalidad parece consistir en decir que han participado en este largometraje, aunque su intervención sea mínima.

El film se ambienta en el Hollywood de 1969, donde Rick Dalton es un actor en el ocaso de su carrera especializado en series de westerns para la televisión. Junto a su mejor amigo Cliff Booth, su doble en las secuencias de acción, tratará de abrirse camino dentro de una industria cinematográfica en constante renovación. El azar le conducirá a la vecindad con el matrimonio formado por Sharon Tate y Roman Polanski y a terminar conectando con la sangrienta secta liderada por Charles Manson. Por supuesto, Tarantino no muestra una fiel recreación de los siniestros acontecimientos por todos conocidos sino que los retuerce y modifica a su antojo.

Sin duda, uno de los puntos fuertes de Érase una vez en Hollywood radica en la interpretación de sus dos actores protagonistas, Leonardo DiCaprio y, más aún, Brad Pitt. A través de sus solventes interpretaciones gradúan con acierto el nivel cómico requerido por los personajes. Las filmografías de ambos son extensas y reconocidas, y muestran su gran talla profesional. En cuanto a Margot Robbie, también ha acreditado sobradamente su valía como actriz. Su labor en Yo, Tonya y María, Reina de Escocia dan fe de ello. En esta ocasión, por desgracia, su papel más plano no le da opciones para el lucimiento.

Al citado trío le acompaña un reparto integrado por nombres ilustres. Emile Hirsch (Hacia rutas salvajes), Margaret Qualley (Dos buenos tipos), Al Pacino (El Padrino, Serpico o Heat, entre una lista innumerable de títulos), Kurt Russell (Silkwood, Conexión Tequila), Bruce Dern (El regreso, Nebraska), Dakota Fanning (La guerra de los mundos, Yo soy Sam) o el recientemente fallecido Luke Perry (famoso gracias a la serie televisiva Sensación de vivir), entre otros. Algunos realizan apariciones meramente simbólicas, como Damian Lewis (en un breve cameo dando vida a Steve McQueen) o Michael Madsen, una de las figuras habituales del director.

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