Por primera vez en sus 76 años de vida, una producción canaria pisará la alfombra roja del Festival de Venecia, el más antiguo del mundo. Y no es ficción.

El largometraje Blanco en blanco, segundo trabajo del director hispano-chileno Theo Court, llega a la cita trufado de talento isleño. A la condición de responsable de la productora de la película, El Viaje Films, el cineasta José Alayón (Tenerife, 1980) suma también el rol de director de fotografía. Otro compañero y colega, Samuel Delgado, firma el papel de coguionista, mientras el compositor grancanario Jonay Armas le ha puesto música y sensibilidad a una historia que en el capítulo de la interpretación cuenta con el grancanario David Pantaleón y la joven tinerfeña Esther Vega.

El próximo 3 de septiembre, a las 14:15 y en la Sala Darsena, se exhibirá esta película recién nacida, que ha sido seleccionada para participar en la sección Horizontes, donde se medirá a otras producciones españolas como

La productora El Viaje Films se ha caracterizado por su forma de hacer, una condición que la ha convertido en un pilar dentro del panorama audiovisual español, y además con proyección nacional e internacional, gracias al recorrido de sus películas por diferentes festivales como el caso de Venecia, Berlín, Locarno, Estados Unidos... "Eso genera un nombre", señala José Alayón.

Ahora bien, subraya que "Venecia es uno de los grandes escaparates del cine, junto con Cannes y Berlín", y cómo más allá de alfombras rojas y glamour estos espacios se convierten en una enorme plataforma profesional a la que acuden muchos críticos, agentes de ventas y distribuidores. "Suelo explicarle a la gente que para nosotros los festivales son ferias, de manera que representan el arranque de nuestro producto, el lugar donde presentamos nuestros trabajos con el propósito de que viaje por el mundo".

La sección Horizontes, el espacio en el que se proyecta Blanco en blanco, recoge aquellos trabajos más innovadores y radicales. No obstante, Alayón califica la cinta como "película de época, con factura western y su particular tempo y forma de narrar".

Lo cierto es que fue complicado gestionar un proyecto con un presupuesto alto y, sobre todo, armar la logística para el rodaje en la zona chilena de Tierra del Fuego, la más alejada, a 300 kilómetros del punto habitado más cercano y en pleno invierno, con temperaturas que rondaban los 15º bajo cero, a lo largo de tres semanas. "Representó todo un desafío técnico".

Más placenteras resultaron, en cambio las localizaciones en Tenerife, con el Parque Nacional del Teide y la extensión del Llano de Ucanca simulando la estación veraniega del universo austral, las singulares nieblas de Teno Alto o los espacios señoriales de Buenavista y Garachico.

En el continente americano, el equipo, formado por 50 personas, se alojó en cabañas, creando un clima especial y viviendo una auténtica aventura. Y fue tan grata la experiencia que decidieron repetir la fórmula en la Isla, conviviendo juntos también en Buenavista. José Alayón no duda que las secuencias de la película destilarán ese aroma.

David Pantaleón, en la piel de un mercenario

Con el corazón aún ensombrecido por las heridas que abrieron los incendios en su Gran Canaria natal, el director y actor David Pantaleón (Valleseco, 1978) se consuela con la selección de Blanco en blanco para el Festival de Cine de Venecia.

Licenciado en Arte Dramático por la Escuela de Actores de Canarias, desde 2005 comenzó su andadura como director y no ha parado la pata.

"Es cierto que mi perfil ha estado inclinado hacia la dirección -explica-, pero hay ocasiones en las que uno se enfrenta a situaciones ante las que no puede decidir". Ahora bien, también descubre, con cierta sorpresa, cómo en los últimos años "ha habido directores amigos que me han visto en mi perfil de intérprete y se los agradezco".

En este largometraje se mete en la piel de Arturo, "uno de tantos mercenarios al servicio del poder, de los que protagonizaron las matanzas de los indígenas de Tierra del Fuego".

Afirma que después de mucho tiempo sin actuar suelen aparecer ciertas inseguridades, "pero siempre esa idea de que una película no es sino un espejismo y terminas volviendo a la realidad: lo mejor es estar tranquilo, atento, diligente y animoso".

Su método es sencillo: "El actor debe ponerse en manos del director" y del rodaje dice que se lleva las alegrías que procura "el trabajo desde la confianza y el aprendizaje, tanto en lo personal como en la observación".

Todavía guarda en su retina "aquella inmensidad congelada; la nieve, que no deja de ser sobrecogedora, la escasa presencia humana y el aislamiento".