No hace falta que lo digan los expertos. Basta echar un vistazo a nuestro alrededor para darnos cuenta de que los hábitos alimentarios dejan mucho que desear. Porque la sustitución de la dieta mediterránea tradicional por esa otra rica en grasa animal, nos ha colocado a la cabeza en Europa como los más obesos, con todas las consecuencias que ello conlleva. Por eso, tenemos que aprender a comer. A entender lo que comemos. Podemos comenzar por darle un repaso a los ácidos grasos esenciales. ¿Usted los conoce? ¿No? Pues siga leyendo con atención.

Los ácidos grasos son las unidades estructurales básicas de los lípidos. Lípido es el término general que se refiere a la grasa de la dieta. Por tanto, los ácidos grasos son componentes naturales de las grasas y los aceites, y pueden ser saturados e insaturados y estos a la vez, monoinsaturados o poliinsaturados. Los saturados están presentes principalmente en alimentos de origen animal: manteca, mantequilla, queso, embutidos, carne (grasa), aceite de coco y palma. La mayoría de los insaturados provienen de las plantas y pescados grasos: aguacate, frutos secos, aceites vegetales, salmón y arenques.

El organismo puede sintetizar muchos ácidos grasos. Sin embargo, aquellos que no pueden ser sintetizados en cantidades adecuadas, deben ser obtenidos de la dieta y se denominan ácidos grasos esenciales: ácido linolénico (ácido graso omega3) y ácido linoleico (ácido graso omega6). Los omega-3 se encuentran fundamentalmente en el pescado azul: arenque, sardinas, boquerones, atún, trucha, caballa? y los omega-6 en el aceite y semillas girasol, aceite de lino, nueces, almendras, aceite oliva, semillas calabaza...

Lo cierto es que muchos científicos y especialistas en nutrición recalcan que la dieta occidental es rica en ácidos omega-6, mientras que el consumo es bajo en omega-3. En una dieta saludable, la proporción de ácidos omega-6 debería ser, aproximadamente, dos a cuatro veces mayor que la de omega-3. En los norteamericanos, por ejemplo, que llevan una alimentación antisaludable, la proporción de ácido grasos omega-6 puede ser de once a treinta veces mayor que la de omega-3, con el consiguiente elevado riesgo para la salud que ello conlleva.

Por eso, señoras y señores, tenemos que incluir en la dieta más alimentos ricos en omega-3 y reducir el consumo de carnes rojas, aceites hidrogenados y otras grasas saturadas. De esta manera, sin duda, podemos protegernos de muchas de las enfermedades degenerativas que hoy forman parte de nuestras vidas.