Tener un estilo de vida saludable es fundamental para lograr y mantener un óptimo estado de salud, lo cual no solo incluye la alimentación, sino también estar adecuadamente hidratados. Se recomienda el agua como la bebida de elección para promover la hidratación sin agregar calorías a la dieta. Además, constituye un elemento esencial para los procesos metabólicos y digestivos.

El agua es el nutriente de mayor presencia en nuestra alimentación cotidiana. Podemos encontrarla en zumos, frutas, verduras... La baja ingesta y reemplazo del agua por otras bebidas se asocia no sólo con la deshidratación, sino también con el bajo rendimiento mental y físico y las enfermedades crónicas. La Sociedad Española de Aterosclerosis publicó en 2018 un documento de recomendaciones sobre estilo de vida y prevención cardiovascular, haciendo hincapié en que el consumo frecuente de bebidas azucaradas se asocia a un aumento de riesgo de enfermedad cardiovascular, obesidad, síndrome metabólico y diabetes mellitus, por lo que debe ser desaconsejado el recurso habitual a este tipo de bebidas.

La mayoría de las personas consumen suficiente agua para satisfacer sus necesidades de hidratación. Sin embargo, factores como la actividad física y la exposición a altas temperaturas pueden aumentar los requisitos totales. En verano, se pierde más líquido por la sudoración. Si no se incorpora una ingesta mayor de agua, el balance hídrico de nuestro cuerpo resulta negativo. Es decir, cuando las pérdidas de agua superan la ingesta, el cuerpo puede deshidratarse.

La sed es, en general, el primer indicador de la necesidad de tomar agua. Sin embargo, hay situaciones en las que puede producirse una deshidratación antes de tener sensación de sed. En consecuencia, se debe beber agua a intervalos regulares, sin esperar a contar con el estímulo de la necesidad de beber. Los que corren más riesgo de deshidratarse son los niños pequeños y los mayores.

La cantidad recomendada para cada persona debe individualizarse. Depende de varios factores, como la edad, la actividad que realiza, el estado de salud y la condición física. Una forma de calcular la cantidad necesaria es multiplicar 30-35 mililitros por cada kilogramo de peso (entre 2 y 2,5 litros de agua al día aproximadamente). Y debe hacerse énfasis en la necesidad de aumentar la dosis de acuerdo con la actividad que se realice.