Tras emocionar e inspirar con el documental Jiro dreams of sushi, el director David Gelb cambió la cara a la cocina en televisión con Chef's table, colección de retratos de grandes cocineros (entre ellos, Albert Adrià o Jordi Roca) en los que importa más la emoción que el dato y los platos se filman como si fueran estrellas de Hollywood. Además, Gelb es cocreador de Street food, spin-off dedicado a los grandes chefs de pequeños puestos callejeros de alrededor del mundo. Ambas series están disponibles en Netflix.

¿Cómo llegó a los documentales?

Empecé trabajando en vídeos musicales y anuncios, filmando los making-of. Hice una película para una banda rock, pero no llegó a estrenarse. Así empecé en el documental. Entendí que era una forma de hacer películas que no requería demasiado dinero ni un gran equipo. Y que podía ser tan atractiva a nivel narrativo como el cine convencional.

Su abuelo por parte de padre fue Arthur Gelb, figura influyente del New York Times, director editorial del mismo entre 1986 y 1989. ¿Nunca quiso ser periodista?

Oh, claro. Siempre me interesó el periodismo y todo lo que hacía mi abuelo en el periódico. Mi padre [Peter Gelb, gerente general de la Ópera Metropolitana de Nueva York] producía programas de televisión. Mi madre [Donna Gelb] era cocinera y todavía desarrolla recetas para libros. Si sumamos todo eso, surge un poco mi carrera.

Saltó a la fama con el documental Jiro dreams of sushi. ¿Por qué cree que la película tuvo tanto éxito? Yo tengo mi teoría, pero quiero conocer la suya.

Cuando la película se estrenó, en 2012, el sushi estaba muy de moda; ya no era una comida esotérica en absoluto. Pero nadie sabía de dónde venía el sushi. Por otro lado, nos concentramos más en unos personajes concretos que en la información. A la gente le gustan las historias. La de Jiro es sobre hermanos; sobre sucesión; sobre un hijo que quiere impresionar a su padre? Y gracias al desarrollo de las cámaras digitales [en este caso una RED One], aunque éramos dos en el equipo, podíamos rodar aquello casi como si fuera una película para IMAX.

Mi teoría es que la ética de Jiro, su búsqueda de la excelencia, podía resultar inspiradora para cualquier espectador, se dedicara a la cocina o no.

Su filosofía se puede aplicar a cualquier forma de arte. O cualquier oficio, en realidad.

Ha hablado de Chef's table como una extensión de Jiro dreams of sushi. Pero el lenguaje visual es algo distinto, sobre todo a la hora de filmar la comida.

Me habría gustado filmar la comida de Jiro como hemos hecho en la serie. Pero entonces no tenía las herramientas ni el equipo humano para hacer esos movimientos de cámara controlados o contar con una iluminación elaborada. Es una progresión.

¿Cuáles eran los referentes visuales de la serie? Creo que se pueden apreciar rastros de Terrence Malick. Toda esa ensoñación?

Hay mucho Terrence Malick, en el sentido en que la cámara parece que flote. En la serie pudimos permitirnos usar más Steadicam. También teníamos más luz en la cocina, lo que facilitaba el uso de la cámara lenta y, en general, un trabajo de cámara más creativo. Además de Malick, estaba en mi cabeza Errol Morris, quien sabe aplicar las herramientas del cine a los documentales. O Godfrey Reggio y la trilogía Qatsi. O Baraka, que puse a los directores de fotografía de Chef's table para que les sirviera de inspiración.

La estética de Chef's table ha sido muy imitada, no solo en el plano documental, también en algún reality show, como Todo el mundo a la mesa. ¿Planean un cambio de registro?

Sé que el look de la serie se ha vuelto ubicuo. Todo el mundo está usando la profundidad de campo reducida y las lentes de cine en documentales de todo tipo. Ahora mismo, lo que nos importa es encontrar las mejores historias y buscar el mejor modo de contarlas.

¿Cómo eligen los chefs a los que deciden retratar? ¿Qué es más importante? ¿Que sean buenos o que sean una buena historia?

Lo que buscamos, sobre todo, es una buena historia. Muchas han girado en torno a chefs que descubren su talento y buscan la mejor forma de usarlo. Son como historias de orígenes de superhéroes.

Entre los episodios que ha dirigido usted mismo, figura el protagonizado por Jordi Roca, el repostero de El Celler de Can Roca. ¿Qué le atrajo de él?

Tengo un hermano pequeño y, por algún motivo, siempre me han interesado las dinámicas fraternales, algo que ya estaba presente en Jiro. La idea de tres hermanos, cada uno con un rol distinto, trabajando en el mismo sitio, y de modo armónico, me parecía realmente interesante.

Las dinámicas fraternales también rigen el magnífico episodio sobre Albert Adrià. ¿Siempre tuvieron claro que debía ser sobre Albert y no sobre Ferran?

La gente conoce El Bulli, pero no conoce demasiado el trabajo de Albert Adrià. Se trataba, otra vez, de observar una de las grandes instituciones de la cocina mundial desde una perspectiva inesperada. Albert es un chef magnífico y queríamos darle la oportunidad de contar su historia.

Con el spin-off Street food, parecen querer recordarnos que también hay gran cocina en puestos callejeros.

Si un chef deslumbra, es por su pasión, no necesariamente por la calidad de los manteles. Era una contrapartida necesaria a Chef'stable, aunque en ella ya hubiéramos empezado a dejar de glorificar solo los restaurantes más exclusivos del mundo.

¿Por qué diría que han surgido tantas series gastronómicas en los últimos años? ¿Es el resultado del renovado interés por el documental? ¿Tiene que ver con el auge de la cultura foodie? ¿O es por Chef's table?

Son todas estas cosas. En mi opinión, Chef's table demostró que los chefs son grandes personajes. Nos inspiró mucho Anthony Bourdain. Sus programas no eran solo sobre cocina, sino sobre gente, algo que ha marcado mucho la producción posterior sobre estos temas. Por otro lado,a casi todo el mundo ha empezado a interesarle más la comida. Una vez empiezas a comer bien, es imposible volver atrás. A todos nos gusta descubrir sitios y recomendarlos. La comida es algo que une mucho. Todo el mundo come.