Este 15 de agosto es el día más esperado por todos los seguidores de Quentin Tarantino, los de Brad Pitt, los de Leonardo DiCaprio y Margot Robbie, ya que llega a los cines One Upon a Time o, lo que es lo mismo Érase una vez en Hollywood.

Tarantino dirige y escribe un filme cuyo reparto completan Timothy Olyphant, Al Pacino, Dakota Fanning y Kurt Russell, entre otros. La cinta cuenta las aventuras de dos actores que intentan hacerse un hueco en Hollywood.

Leonardo DiCaprio encarna a Rick Dalton, un actor de series de western en televisión venido a menos, que junto con Cliff Booth (Brad Pitt), su mejor amigo y también su doble en las secuencias de acción, intentan abrirse camino como pueden en un Hollywood donde se viven vientos de cambio. En la particular odisea de estos dos actores que buscan su sitio en Hollywood, se cruzarán con la actriz Sharon Tate (Margot Robbie), una nueva estrella que el año anterior había sido nominada al Globo de Oro.

Pitt y DiCaprio sorprenden con sus actuaciones y, cómo no, por sus físicos, y no de ahora, sino de décadas. Y es que desde Entrevista con el vampiro han pasado 25 años y desde Titanic, más de 20 años. Y los años transcurren hasta por estos incombustibles actores, que, a día de hoy, cada vez que estrenan una película la cartelera lo agradece.

Estas dos icónicas estrellas hollywoodienses estrenan película juntos y qué mejor ocasión para hacer un análisis de su evolución fisicoestética a lo largo de su vida y su dilatada carrera cinematográfica plagada de luces, sombras, nominaciones y estatuillas.

Brad Pitt fue y es, aunque a veces muy a su pesar, una de las caras más bonitas del firmamento Hollywood y forma, junto con Tom Cruise, el tándem de guaperas por excelencia de los últimos 30 años. Son los herederos directos de Robert Redford y Paul Newman.

Han pasado décadas desde que lo vimos por primera vez luciendo ese mítico abdomen/tableta en la inolvidable Thelma y Louise -hace 28 años-, pero hoy por hoy podemos asegurar que el tiempo se ha portado como un caballero con este guapísimo actor con cara de ángel y cuerpo sexi. Brad Pitt pertenece a ese reducido número de personas de genética superior a prueba de inestetismos (características corporales que se salen de los cánones estéticos establecidos como correctos y que podríamos definirlos como defectillos), grasas incómodas, pelos extraños o dientes malos.

A lo largo de los años, a la expareja de Jennifer Aniston y de Angelina Jolie, lo hemos visto de todas las guisas posibles e incluso hay constancia de que en alguna película han tenido que afearle o envejecerle para que el personaje resultase menos espectacularmente guapo y un poco más creíble. Brad Pitt tiene ese tipo de físico a prueba de bombas que, se ponga como se ponga, resulta atractivo, envidiable y saludable.

Aparte de algún coqueteo con la toxina botulínica en entrecejo, todo parece indicar que este señor se ha abandonado a su suerte con la seguridad de tener suerte genética: lo mejor de cada casa se junta en esta especie de azar cósmico que da como resultado físicos como este. Es el triunfo de la genética sobre los tratamientos médico-estéticos, algo que solo lo pueden decir ciertos elegidos que pertenecen al Olimpo de los semidioses o seres físicamente superiores. Para el resto, para el común de los mortales, no queda más remedio que acudir a nuestra cita con las agujas cada 4, 6 u 8 meses para intentar parecerse, aunque sea un poco, a cualquiera de estas deidades.