José Carlos Cataño (La Laguna, 1954) ingresó recientemente en la Academia Canaria de la Lengua. Entre sus méritos se encuentran haber ganado el premio Benito Pérez Galdós en 1974 con "El exterminio de la luz", su labor como ensayista de arte y literatura y que su obra poética haya sido traducida al inglés, francés o hebreo.

¿Cuáles son las peculiaridades del habla canaria?

-La lengua canaria es una variante del castellano que ha estado sometida a un complejo de inferioridad con respecto al que se habla en la Península. Es algo que ocurre no sólo con nuestra manera de entender el castellano sino que afecta a nuestra psicología. El canario es un castellano cercado por el hecho físico de la insularidad, pero también está en diálogo y en tránsito con América. De ahí la cantidad de términos americanos, que en un ir y venir conforman nuestra lengua.

¿A qué achaca ese sentimiento de inferioridad?

-Lo achaco al relegamiento histórico de Canarias en el contexto de la historia de España. Se ha considerado a las Islas, literalmente, como un lugar de destierro, como fue el caso de Unamuno. Siempre se ha visto a Canarias como un lugar de apartamiento. La Península siempre ha tenido hacia nosotros un sentimiento de condescendencia y de olvido. Por no hablar de la ignorancia, y hasta del desprecio, que siempre se ha sentido hacia nuestras formas culturales. La literatura canaria sigue siendo la gran ignorada dentro de la literatura española.

¿Cuál es su visión sobre la insularidad desde su residencia en Barcelona?

-Siempre he dicho que soy un hombre insular y el hecho de vivir en Barcelona ha sido como trasladar mi propia insularidad a otro territorio cerca del mar. Creo que sin la presencia del mar no sería capaz de sobrevivir. Barcelona es un lugar desde el que sigo dialogando con mis Islas.

En la primera entrega de sus diarios, "Los que cruzan el mar, 1974-2004", hacía alusión a unas Islas evocadas, ¿cuáles son las Islas que encuentra?

-Ocurre que lo que uno evoca con el recuerdo, con el cariño, con el amor en la distancia da como resultado unas Islas mitificadas, sublimadas y embellecidas, aunque también han sido sufridas por mis circunstancias personales. Con los sucesivos regresos ocurre que aquellas no se corresponden con las islas físicas y reales. Esto pasa con cualquier otro territorio.

¿Cuál es el tema central de la continuación de sus diarios, "La muerte advenidera, 2004-2008"?

-Ahora estoy al otro lado de la "orilla". En ese otro lado, porque uno ya tiene una edad, espera la muerte advenidera. Es una forma de situarme en otro periodo de mi vida. Esta segunda parte verá la luz en 2009.

¿Sigue rechazando integrarse en los círculos literarios barceloneses?

-Una de las enseñanzas que me ha proporcionado Barcelona es la de sentirme como un ser extranjero. Creo que es una virtud ser extranjero en su sentido metafísico porque te da una distancia respecto a la realidad más inmediata. A lo que hay que añadir que la cultura catalana va por otros derroteros. Aunque soy traductor de literatura catalana, he elegido mantenerme al margen de una cultura que se ha ido mirando demasiado el ombligo y perdiendo su vocación cosmopolita. Ante una cultura tan excluyente no me siento cómodo y soy el primero que prefiero mantenerme al margen.

¿Se considera un escritor desarraigado?

-Se podría decir que sí. Me quedo pensándolo porque hay quien dice que "un escritor sin raíces es un escritor muerto". Cabría decir entonces que mis raíces son canarias más las que he ido adquiriendo en el transcurso de mi vida. Soy desarraigado en el sentido de que no estoy en mi verdadero lugar geográfico por razones que no me permiten la vuelta al Archipiélago. Vivo en un territorio donde vivo y respiro pero al que no me siento perteneciente.

Como artífice de "Una lectura de la poesía insular entre 1950 y 2000", ¿cuáles cree que han sido los poetas canarios más significativos de la segunda mitad del siglo XX?

-En esta antología he puesto mi mirada de lector de la calle. He intentado no hacer un libro académico ni un canon de la literatura canaria sino de hablar de mis preferencias como lector transcurrido mucho tiempo sin haber vuelto a ciertos libros. Me salgo de los nombres habituales y los conocidos por la crítica y la historia de la poesía.

Una faceta poco conocida suya es la de dibujante.

-Cuando yo estudiaba en el Instituto Cabrera Pinto comencé a dibujar y en realidad iba para pintor. Luego tuve que marcharme de las Islas y abandoné el color. Lo que ha subsistido en mí como una segunda vocación, muy próxima a la escritura, es el dibujo. He llevado a cabo mis pequeñas individuales en la galería Artizar y en el Ateneo de La Laguna. Sigo dibujando y estoy preparando un libro de prosa poética que estará acompañado de dibujos míos.

¿Será por eso que en sus publicaciones suele colaborar con artistas plásticos?

-Cada vez menos. Esto sucedió, sobre todo, en los 80 y 90. En esa época buscaba el diálogo con la obra de los pintores y artistas conceptuales para confrontar sus obras con mi escritura. Escribía textos de recreación poética de la obra de esos creadores. Sin embargo, ahora estoy más volcado en mi propia escritura. En este momento se ha rebajado ese diálogo con los artistas plásticos.

¿Qué busca en sus estadías temporales en Marruecos, Israel o Martinica?

-Como hombre insular y por lo tanto volcado hacia el horizonte intento traspasar ese horizonte. En la medida de mis posibilidades he buscado lo exótico, la confrontación con lo distinto, el llegar al otro lado del horizonte, lo cual es imposible. Una vez que se llega a otro lugar hay otro horizonte.

¿Qué le hizo abrazar la fe judía?

-Mi marcha de las Islas me llevó a abrazar el credo de la religión judía, cuya esencia está en la diáspora y en el desarraigo. No me siento estrictamente sionista, al revés, me siento "diásporico".

¿Qué opinión tiene sobre el conflicto palestino-israelí?

-Para mí son muy dolorosas ciertas políticas actuales. También es verdad que la prensa occidental se olvida de que Hamás ha roto la tregua en varias ocasiones. ¿Qué haría España o Francia si estuvieran recibiendo misiles constantemente? Una guerra siempre es barbarie.