El poeta, narrador y ensayista canario José Carlos Cataño (La Laguna, 1954-Barcelona, 2019) siempre destacó por su efectiva difusión de la cultura canaria en el exterior, tanto a través de su obra poética como de las exposiciones, talleres y otras iniciativas que impulsó en Cataluña, Italia y Canarias, con el apoyo de la Generalitat de Cataluña y la Fundación La Caixa.

Este escritor, que comenzó sus estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife, aunque se licenció en Filología Románica en la Universidad de Barcelona, también desarrolló una gran labor ensayística en torno al arte y la poesía que recopiló en su libro Aurora y Exilio, en el que volcó sus textos escritos entre los años 1980 y 2006.

Cuando presentó aquel volumen confesó que era la huella de una escritura poética que no dejó de merodear en torno a la figura interiorizada de la insularidad. Aquellos "ejercicios de exilio", como calificó el propio Cataño, fueron recuperados en aquella obra que algunos definieron como la segunda entrega de Escritos (1994).

Cataño, que vivió algunos periodos en Marruecos, Israel y Martinica, hasta que regresó a Barcelona en 1977, colaboró de forma habitual con diversas publicaciones internacionales Atlántica Internacional de las Artes, Ã?rtics, Clarín, Gaceta del FCE, Ínsula y Letras Libres.

El poeta lagunero, que fue nombrado en 2009 académico honorario de la Academia Canaria de La Lengua, también escribió alguna novela, como El exterminio de la luz, con la que obtuvo en 1974 el Premio de Edición Benito Pérez Armas de Novela.

Ofreció un discurso que tituló La rosa sumergida en el que intentó, "establecer una cartografía espiritual y geográfica de La laguna, mi ciudad de nacimiento. A través de la rosa de los vientos trazaré un recorrido por mi infancia y mi juventud. Mis inicios en la literatura están cartografiados por una serie de puntos de La Laguna. Juego con el término de la rosa sumergida, que estando sumergida en mi vida sale otra vez a flote precisamente hoy con mi ingreso en la Real Academia de La Lengua".

Su producción literaria cuenta con títulos como Jules Rock (1973), Disparos en el paraíso (1982), Muerte sin ahí (1986), El cónsul del mar del Norte (1990), A las islas vacías (19979, En tregua (2001), El amor lejano y Desdende (2007).

También hay que señalar su Obra poética (1975-2007), editada por Pretextos, en el que se destaca su fuerza poética, que se "imprime mediante una natividad que es un frotamiento de la lengua en el agua. De modo que escribir no será plegarse a la ley de un territorio, sino turbarse en el estallido del volcán. A partir de allí, Cataño trama una poética del archipiélago, a partir de su propia biografía de escritor canario de expresión castellana. Una historia de postergación y colonización sensible al desvío, a su fragilidad, una historia que reagrupa lo aislado limando el espesor continental".

También hay que señalar La vida figurada "(2008-2009)", publicada por la editorial Renacimiento en 2017, Los que cruzan el mar, con Pre-Textos, El cónsul del mar del Norte (1990), con el que fue finalista del Premio Nacional de Poesía de 1991 y Lugares que fueron tu nombre (2008), entre otros.

El amor que José Carlos Cataño sintió por su tierra también lo mostró cuando el periodista Benjamín Reyes le preguntó en una entrevista publicada en El DÍA en 2009 su visión sobre la lengua canaria.

"La lengua canaria es una variante del castellano que ha estado sometida a un complejo de inferioridad con respecto al que se habla en la península. Es algo que ocurre no sólo con nuestra manera de entender el castellano sino que afecta a nuestra psicología. El canario es un castellano cercado por el hecho físico de la insularidad, pero también está en diálogo y en tránsito con América. De ahí la cantidad de términos americanos, que en un ir y venir conforman nuestra lengua".

Este poeta, narrador y ensayista también fue un buen dibujante, algunas de cuyas obras ilustran sus poesías y otros escritos en los que late el irrenunciable origen canario que defendió.