Han transcurrido diez años desde que aquella profesora de filología inglesa de la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia comenzase una carrera literaria jalonada por cuatro novelas de éxito de público y crítica, una vida que giró de la docencia a la escritura en 2009 a raíz del superventas El tiempo entre costuras. Diez años y podríamos decir que parece que fue ayer. O que ha pasado un siglo.

María Dueñas tiene las cosas -las de la vida y las literarias- tan claras como las tenía ya entonces, pero en su periplo existencial han ocurrido tantos acontecimientos que se diría que serían necesarias varias vidas para poder albergarlos. No en el caso de esta escritora, que hace poco más de una década no sabía que lo era, ni que atesoraba en su interior una de las virtudes más preciosas que puede tener un ser humano: la capacidad de contar historias que atrapen a los lectores, a miles, a millones de lectores.

Han transcurrido diez años y parece que ha pasado una era y varios mundos, desde que aquella profesora de filología inglesa de la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia se decidió a poner negro sobre blanco la historia que un día comenzó a rondar por su cabeza, una historia ambientada en Tetuán, capital del Protectorado Español de Marruecos durante la Guerra Civil española, un escenario poco frecuentado por nuestra narrativa, al que María Dueñas supo imprimir un estilo atractivo en el que se daban cita pasión, romanticismo y aventura. Y la mezcla fue tan atractiva que entusiasmó a cientos de miles de lectores.

Aquella profesora confiaba en el poder de su historia, y visitó editoriales y medios de comunicación. El gabinete de prensa de la universidad fue uno de los primeros altavoces con los que contó aquel libro cuyas tiradas, aún muy reducidas, empezaron pronto a multiplicarse. El resto es historia: uno de los mayores éxitos editoriales de los últimos tiempos en nuestro país, una versión televisiva que rompió récords de audiencia, y el comienzo de una carrera literaria que dura diez años y que está jalonada por otras tres novelas: Misión olvido (2012) La templanza (2015) y Las hijas del capitán (2018), todas ellas con un gran éxito de público y de crítica.

Cuando El tiempo entre costuras alcanzó su primer año de vida y vendió 375.000 ejemplares, la presión se le antojó insostenible: docencia, presentaciones, entrevistas, visitas a ferias del libro... Fue el momento de pedir una excedencia momentánea -que se transformó en definitiva- y celebrarlo con sus amigos y compañeros en la Facultad de Letras, de los que se despidió con un "hasta la vista", que acabó alargándose indefectiblemente. Los libros, su pasión por la escritura, y la legión de una cohorte de admiradores que comenzaron a seguirla en todas y cada una de sus incursiones literarias, tuvieron la culpa.

Hace nueve años, por estas fechas más o menos, usted celebraba la conmemoración de un año de la aparición de El tiempo entre costuras. Y también su despedida de la universidad, de la que pidió la excedencia. ¿Qué recuerdos le quedan de su universidad y de sus compañeros?

Recuerdos magníficos siempre. Fueron años muy intensos en lo que respecta al trabajo, pero enormemente enriquecedores. Yo llegué de fuera, no tenía ninguna vinculación ni con la propia universidad, ni con la ciudad. Pero la acogida resultó excelente, siempre me sentí a gusto; me formé como profesional y resultó una etapa del todo fértil y grata. Algunas de las compañeras de aquellos años continúan siendo hoy grandes amigas.

¿Y qué recuerdos guarda de aquel día de, en principio, despedida transitoria, con un futuro que se le abría fuera de la que había sido su dedicación durante veinte años?

Aquel curso 2009-2010, aunque estuvo lleno de cosas espléndidas, fue también duro y complejo. El tiempo entre costuras se había publicado en junio y se movió bien durante el verano pero, para cuando arrancaron las clases en septiembre, yo aún no tenía la menor idea de cuál sería su futuro. Poco a poco, mes tras mes, se fue formando una especie de bola de nieve: la novela crecía, las ediciones se multiplicaban, me llegaban constantes invitaciones para acudir a actos literarios y eventos culturales... A la vez, sin embargo, yo tenía mis clases, mis compromisos y obligaciones de todos los años en la universidad, así que hube de hacer verdaderas acrobacias para cubrir todos los frentes. Al llegar la primavera fui consciente de que me iba a resultar imposible seguir manteniendo aquella duplicidad profesional, así que decidí pedir una excedencia. Y para despedirme, organicé un aperitivo en la Facultad de Letras; mi recuerdo es el de un momento entrañable, rodeada del afecto de mis compañeros.

Aunque nunca escribió nada en su despacho, imagino que la universidad estuvo muy vinculada a su novela: llamadas, felicitaciones, dudas, mensajes de ánimo...

Estando precisamente en mi despacho recibí la noticia de que la editorial Temas de Hoy del Grupo Planeta iba a publicar mi novela. Desde allí, además, mantuve las primeras conversaciones telefónicas con mi editora, y respondí a las primeras entrevistas. Después de que el libro llegara a las librerías, mi casillero en la facultad solía llenarse de cartas de lectores; me consta incluso que todavía se recibe alguna misiva a mi nombre de vez en cuando. Así que sí, los primeros recuerdos del devenir de El tiempo entre costuras están muy estrechamente vinculados a aquellos espacios. Apenas he vuelto en estos años, pero aún los recuerdo con enorme cariño.

¿En qué ha cambiado su vida desde entonces? ¿Qué puede hacer ahora María Dueñas que antes no pudiera?

Aparentemente ha cambiado en muchas cosas, aunque lo cierto es que algunas de mis funciones de ahora son relativamente similares a las de antes. Ya no imparto docencia, pero tengo constantes encuentros con lectores que guardan algunas similitudes con los alumnos en clase: escuchan, absorben, preguntan, comentan... Y en la escritura de una novela hay algunas pautas elementales que también coinciden con la manera de abordar los trabajos de índole académica: yo misma me exijo constancia, rigor, un sólido planteamiento de metodología y objetivos, estructuración bien pautada, reflexión crítica, autoevaluación constante... La principal diferencia es que ahora, al no formar parte de un armazón curricular y no estar sometida a un calendario concreto, puedo permitirme la libertad de tomar yo misma casi todas las decisiones al respecto de mi labor: sobre qué escribo, cómo lo armo y organizo, qué tiempo dedico a cada proyecto, cuándo publico...

¿Usted, que durante tanto tiempo fue ajena a todo este mundo, cómo vive una situación así, de éxito literario, de superventas?

Con naturalidad, con los ojos bien abiertos y sin despegar los pies del suelo. El mundo literario actual, de todas formas, está repleto de autores que antes se dedicaban a otras profesiones; no soy tan rara avis como puede parecer en un principio. Javier Cercas en la Universidad de Girona, Antonio Orejudo en la de Almería, Inma Chacón en la Rey Juan Carlos, Carme Riera en la de Barcelona o Santiago Posteguillo en la Jaume I, por ejemplo, continúan como profesores universitarios en activo. Luis García Montero ha sido catedrático en Granada; Manuel Vilas profesor de Secundaria. Otros proceden del periodismo, de la abogacía, del mundo del cine, de negocios privados... En realidad, los que hoy viven de la literatura sin otra trayectoria previa constituyen casi una minoría.

Me comentaba que usted, como lectora que ha sido toda su vida, sabe lo que le gusta y no le gusta leer. ¿Es una de sus premisas darle al lector lo que a usted le gustaría que le dieran a leer?

Soy una lectora omnívora, muy heterogénea en mis preferencias. Podríamos decir que intento escribir novelas dignas que a mí me gustaría leer, aunque compaginadas con otros libros de cariz muy distinto.

Ahora puede dedicarse todo el tiempo a escribir o trabajar en sus nuevos proyectos. ¿Qué ha ganado el lector de María Dueñas en estos diez años?

El hecho de dedicarme a la escritura a tiempo completo, más que beneficiar directamente a mis libros, creo que me repercute positivamente a mí misma, proporcionándome mayor serenidad, más sosiego. Ahora llevo un ritmo mucho más racional que cuando escribí y publiqué El tiempo entre costuras; por entonces hacía malabares con la novela, con mi actividad universitaria, con mis hijos adolescentes, con 100 kilómetros de autovía prácticamente a diario... Me recuerdo en aquellos años como metida en una noria de la que no podía bajarme, permanentemente acelerada, intentando llegar a todo, esforzándome por extender los tentáculos para no dejar ningún frente descubierto. Para lo bueno y lo malo, aquellos tiempos quedaron atrás, así que, retomando la pregunta, lo que mis lectores han ganado es que yo, como autora, lleve una existencia más tranquila y equilibrada.

¿Cuáles son los planes de futuro cercano de María Dueñas?

Ando enredada en mi quinta novela y espero seguir escribiendo a lo largo del verano. Estaré también pendiente estos próximos meses del rodaje de La templanza para Amazon Prime Video, y a finales de agosto iré a Washington DC para participar en el National Book Festival que organiza la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. Me encuentro además colaborando en otros proyectos enormemente ilusionantes, aunque están todavía en mantillas.

Aunque a usted no le gusta que se hable de un estilo Dueñas, lo cierto es que habrá unas constantes en sus obras. ¿Cuáles son?

Opto por escenarios, coyunturas y momentos con atractivo intrínseco, me esfuerzo por componer tramas sólidas, persigo el rigor documental, intento construir personajes creíbles y solventes, cuido el tono y el estilo narrativo... Supongo que por ahí van los tiros.

¿Dónde encuentra los temas que aborda en sus novelas, de donde le viene la inspiración? O dicho de otra manera, ¿qué debe tener un tema para que le atraiga lo suficiente como para escribir una novela?

En cualquier tesitura puede surgir un chispazo: un recuerdo, una fotografía, algo que alguien te cuenta, un viaje, una noticia que lees en el periódico, una frase ajena cogida al vuelo... A partir de ahí, en mi caso, todo es trabajo: reflexión, documentación, valoración y descarte de opciones, bosquejo de personajes, trazado del esqueleto de la novela... Cuando por fin tengo todo eso claro y estoy plenamente convencida, arranco a escribir. A partir de entonces, la suerte está echada.