El cumpleaños de una fábrica de libros merece una ovación. El trabajo editorial es sustancial en las sociedades modernas. Si además se celebra medio siglo, pasa a categoría de festividad literaria. Tusquets, que reúne la mejor nómina de escritores en español vivos, aprovecha su cincuenta aniversario para reivindicar aún más sus autores. Publicar en casa de Beatriz de Moura es un prestigio que marca la existencia. Como reconocen la mayoría de los afectados.

"Uno de los días más felices de mi vida fue el jueves 4 de mayo de 1989, cuando a las 10:35 horas de la mañana Beatriz me comunicó por teléfono. 'Solo quiero decirte una cosa, que ya tienes editor", recuerda Luis Landero, que desde su primera Juegos de la edad tardía a la última, Lluvia fina (2019), lleva nueve novelas, un ensayo, una autobiografía y una recopilación de artículos en Tusquets.

Fernando Aramburu también se acuerda como si fuera hoy cuando le sonó el teléfono. Al otro lado de la línea estaba Josep Maria Ventosa, el autor del informe de lectura de Fuegos con limón, para comunicarle que la propietaria de Tusquets tenía una buena noticia. "Segundos después, escuché por vez primera la voz de quien será mi editora hasta su jubilación. Tras la conversación, celebré la noticia corriendo de un lado a otro del pasillo como futbolista que alocadamente celebra un gol", cuenta el autor de Patria, uno de los grandes éxitos de la editorial.

Lo mismo que Leonardo Padura, que está veintitrés años con Tusquets, donde ya ha publicado catorce libros. Para el escritor cubano aquella llamada de 1996 significó divinidad porque "aunque soy ateo, tuve la suerte de que el largo dedo de Dios me tocara en la frente".

Almudena Grandes no se queda atrás. "Todo empezó el 11 de enero de 1989, a las tres y media de la tarde". "Cuando saqué del buzón un sobre con el logotipo de Tusquests Editores, la emoción me dejó sin aliento", ya que era la confirmación de finalista para el XI premio La Sonrisa Vertical, la mítica colección de literatura erótica que dirigió Luis García-Berlanga. Grandes ganó con Las edades de Lulú.

Todas esas historias están en el libro especial que la editorial ha publicado por sus 50 años. Ahí el actual director, Juan Cerezo, repasa las cinco décadas. Desde los inicios cuando Beatriz de Moura publicó "bocados de alta cultura", como Residua, del Premio Nobel de Literatura de 1969 Samuel Beckett. El relato de un náufrago de Gabriel García Márquez y el humor de dos longsellers: Groucho y yo, de Groucho Marx y Cómo acabar de una vez por todas con la cultura, de Woody Allen, ayudaron a mejorar los números de la editorial y propició la apuesta por los entonces desconocidos Enrique Vila-Matas, con Mujer en el espejo contemplando el paisaje, y Cristina Fernández Cubas con Mi hermana Elba.

En los ochenta, y por iniciativa de Antonio López Lamadrid, el segundo marido de Beatriz de Moura, se inicia la colección Andanzas de narrativa con tres obras que "fueron un ejemplo temprano de cómo las antenas de Beatriz estaban en sintonía con Europa", escribe Cerezo. Se refiere a El amante de Marguerite Duras, La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera y El mundo según Garp, de John Irving.

Luego vendrían los éxitos de Landero, Padura, Aramburu, Grandes y Javier Cercas con su Soldados de Salamina. En el nuevo milenio se añadieron al catálogo Haruki Murakami, Sue Grafton, Henning Mankell, John Connolly o Petros Márkaris. Y ya en la segunda década del siglo XXI Antonio Orejudo y Rafael Reig han pasado también a la lista de imprescindibles.

Para entender el trato con las letras que ha desarrollado Tusquests en este medio siglo hay que hablar de Nuevos Textos Sagrados, la colección poética de referencia en español de Antoni Marí. Una lista exquisita con la obra de Claudio Rodríguez, Francisco Brines, Luis García Montero, Chantal Maillard, Eliy Sánchez Rosillo, Olvido García Valdés o el poeta Carlos Marzal, que cuenta en el artículo adjunto su personal relación con Tusquets.

Entre las historias que cuenta Cerezo, explica como "Toni López nos proponía actuar como un grupo de jazz, en el que los músicos hacen aportaciones individuales pero tocan conjuntados, en el que se arriesga y se prueba, pero siempre con la condición fundamental de que todos disfrutáramos en el juego".

Objetivo cumplido.