Es reconocido por ser una de las voces solistas del emblemático grupo Los Sabandeños y de la rondalla santacrucera UA El Cabo.

A la edad de 8 años, Besay Pérez (La Laguna, 1992) comenzaba a dar las primeras notas en la agrupación por antonomasia del Carnaval chicharrero: la rondalla, conquistando durante la última década hasta siete premios en el apartado de mejor solista y otros muchos reconocimientos individuales y de grupo.

De su trayectoria en el ámbito folclórico destaca su condición de integrante de formaciones de tanta raigambre como Los Majuelos y Los Sabandeños, participando durante los últimos años en los más prestigiosos festivales tanto nacionales como internacionales en calidad de solista invitado.

Desde 2013 se ha venido formando académicamente con voces de la categoría de Celso Albelo, Jorge de León, Encarna Santana, Candelaria González, Manuel Garrido o la recordada María Orán.

Ahora está enfrascado en la grabación del disco Íntimo, en los estudios Multitrack y bajo la supervisión de Paco Chinea, acompañado por la pianista Satomi Morimoto y que contiene, entre otros, temas como Júrame, Dime que sí, Marta, Amapola, Non ti scordar di me, No puede ser, Alfonsina y el mar, Granada, O solo mio, Nessum Dorma, Folías y Tenerife.

"Es un regalo que te da la vida. Me lo pusieron en el camino", explica sobre la génesis de un proyecto deseado que surgió hace dos meses . "Me llamaron solicitándome un dúo; pedían el Besay más íntimo, el lírico".

Lo cierto es que desde entonces y hasta ahora cuenta ya con varias fechas cerradas para actuar en directo, mientras continúa el proceso de grabación de un trabao que se presentará el 1 de diciembre en la Sala Teobaldo Power de La Orotava. "Todo esto ha venido de una manera inesperada".

Voz y piano, ¿acaso sea la manera más pura de interpretar?

Siempre quise hacer un dúo y es mi gozo porque, al final, el cantante que se dedica al repertorio lírico precisa de ese tú a tú con el público. No hay esa megafonía que interfiera. Por eso durante muchos años he soñado con este repertorio.

Dos instrumentos plenos: uno, el excelente por antonomasia, y el otro, el único, por lo que tiene de personal e irrepetible.

Claro. Es la sensación de que la pianista, una intérprete excepcional como es Satomi Morimoto, hasta respira contigo. Los ensayos han representado para mí unos momentos maravillosos, por cómo nos hemos ido encontrando en las melodías y en la complicidad de las miradas, amoldándonos y rodando la voz. Es una simbiosis perfecta y verdaderamente te llena sentir esa química, que vas notando hasta en las pautas de la respiración. Para mí ha significado todo un descubrimiento.

¿Qué siente al posar la mano sobre el piano y percibir cómo las notas invaden su cuerpo?

Nos convertimos en uno. Creo que Íntimo representa precisamente eso, haber conseguido la fusión y la comunión de esos dos elementos, el piano y la voz, hasta que terminan convertidos en uno solo.

El registro de este trabajo es amplísimo, desde arias de ópera hasta zarzuela, pasando por la canción popular y la canaria.

No es un recital lírico al uso: es el repertorio que yo quiero hacer. Canciones que he escuchado de toda la vida. Con Alfonsina y el mar caí rendido por el timbre de Plácido Domingo y con la romanza de la maravillosa zarzuela De este apacible rincón de Madrid me enamoré perdidamente de José Carreras. Ellos, a través de sus interpretaciones, me inocularon el amor por la lírica.

¿De ahí lo íntimo, por el hecho de haber rescatado las claves desde la memoria y el corazón?

Es el repertorio en el que me siento cómodo, con el que me emociono. El otro día, por ejemplo, estaba cantando Dime que sí, de América Sierra, y me vino inmediatamente la imagen de mi madre a la cabeza. Entonces pensé que habíamos conseguido montar una serie de canciones en las que me reflejo yo, Besay.

Porque la música evoca tiempos, ¿no?

En mi caso creo que no hace falta siquiera describirlo. Quien se acerque a este trabajo podrá seguir el rastro de mi pulso vital y emocional, desde una etapa de mi vida en la que estuve centrado en interpretar obras del género de la zarzuela, hasta mi idilio, cuando empecé a enamorarme de la canción ligera... Toda una mezcla y un recorrido por el universo de mis sentimientos desde los 17 años.

Y su voz, ¿cómo se ha ido acomodando a los diferentes registros que exigen estos estilos?

Al no contar con una técnica vocal pulida habrá notas que seguramente puedan estar mal colocadas, también habré caído en incorrecciones, a juicio de los puristas, pero al final creo que lo que desborda este repertorio es, por encima de todas las cosas, una enorme emoción. Desde el principio hasta el final, la voz va descubriendo cuál es su lugar.

¿Y este trabajo supone también una forma de descubrirse, de desnudarse ante el público?

Tenía ganas de hacer algo nuevo y salir de los Carnavales, de quitarme la manta sabandeña y el disfraz de la rondalla UA El Cabo, de sacarme de encima todas esas cosas que uno se va poniendo y que provocan que la gente te señale y diga ahí va el solista de Los Sabandeños o aquello de mira, ése es el tenor de la rondalla. Mi propósito no es otro que el de desprenderme de todo ese armazón y mostrarme ante la gente como soy, de tú a tú.

Esa identificación directa con Los Sabandeños, la rondalla o también la murga, ¿han significado una cosificación de la persona?

Toso esto ha tenido su lado positivo y también ha sido negativo en algunos aspectos. Pero considero que he contado con la enorme fortuna de no haberme estropeado la voz en distintas etapas, excepto en mi época de murguero. Es como devolver la voz a su punto, lo que también supone regresar yo a mi estado original y es una especie de purificación.

¿Y con qué vestuario piensa presentarse sobre el escenario?

Mi intención es aparecer sobre el escenario de riguroso negro, con chaqueta y corbata, pero a medida que vaya avanzando el repertorio, ya en la segunda parte, desprenderme de la corbata porque lo que quiero es desatarme.

Y lo canario está presente...

No buscaba nada, pero hay dos pinceladitas que me encantan. Una es el tema Folías, interpretado a piano, timple y voz, por su profunda tradición canaria, y el otro es el Tenerife, de Braulio, porque representa un homenaje a la isla que me vio nacer.

¿Es una aventura, un desafío?

Al final no deja de ser eso, porque me estoy descubriendo en los propios ensayos. Uno interpreta las canciones a veces por inercia y apenas se detiene a descubrir la cantidad de matices que encierra un tema o también a profundizar en la letra un poco más. Por eso, al tratarse de piano y voz, todo queda al descubierto.

¿Cree que ahora degusta y paladea mejor la música?

Sí, es esa sensación de estar flotando sobre el piano y las notas. Es una gozada cantar y que todo aquello que está bullendo en tu cabeza pueda proyectarlo a través de la voz.