Aunque se puede degustar todo el año, uno de los placeres del verano es sin duda saborear un buen helado. Con el estío forma una pareja perfecta, de múltiples sabores y cada vez más saludable. Aparte de sus cualidades nutritivas, que las tiene, los estudios reflejan que el consumo de helado ayuda a reducir los niveles de estrés, tanto físico como emocional.

Este producto consumible en diferentes formas y tamaños, tiene una larga historia. Algunas teorías sostienen que puede remontarse cuatro mil años atrás, cuando los chinos mezclaban la nieve de las montañas con miel y frutas. Otras aseguran que los antecedentes pueden estar en Persia hacia el año 400 antes de Cristo, donde se preparaba un plato con agua de rosas y cabello de ángel, que se enfriaba con hielo procedente de las alturas.

En realidad, su origen se considera incierto. Sí parece probable que las clases pudientes enfriasen sus bebidas y alimentos con hielo, y que Marco Polo, al regreso de sus viajes de Oriente, trajese varias recetas de postres helados usados en Asia, que comenzaron a implantarse en las cortes italianas.

Todo cambió a partir de 1660, cuando el italiano Procopio inventó una máquina que homogeneizaba las frutas, el azúcar y el hielo, con lo que se obtenía una crema helada similar a la actual. Se decidió a promover el producto y se fue a Francia a probar fortuna. En la capital gala abrió el café donde además de bebidas servían helados.

En España, en el siglo XVII se consumían sorbetes fríos pero no helados, refrescados con nieve y sal, en el XIX aparecen las horchaterías y los cafés donde puede pedirse helado. Los que no podían permitirse el lujo, fabricaban su propio helado con nieve, zumo de fruta y un palo dentro. Serían los antecesores del polo.

A su larga y curiosa historia, el helado suma sus bondades si está hecho con ingredientes naturales. Elaborado con una base láctea, aporta calcio, energía de rápida absorción (hidratos de carbono) y, si son artesanales, solo tienen un seis por ciento de grasa en su composición. Según las investigaciones de la Asociación Española de Fabricantes de Helados (AEFH), uno de estos productos de crema o leche aporta proteínas, calcio, fósforo, magnesio, sodio, potasio y vitaminas A, B2 y B6. En cantidades moderadas es uno de los mejores placeres del verano porque además los estudios reflejan que tomar un helado -especialmente si se hace en compañía- nos hace sentir bien.