Vive en El Escorial, casi como un anacoreta, pero su vinculación con Canarias resulta evidente. De una parte, por lo afectivo: su hija mayor, Andrea, fruto de su relación con la actriz María Barranco, vivió en las Islas bastante tiempo y él venía regularmente a visitarla.

Pero al Archipiélago también está ligado a su vida desde el plano profesional. Durante años tuvo un socio canario -también amigo- en la faceta de la producción, Andrés Santana, con el que trabajó en proyectos como Mararía, adaptación de la obra de Rafael Arozarena y de la que tiene un buen recuerdo, "estuve presente en el rodaje y aquello fue muy potente"; coproductor de La caja, adaptación de la novela Nos dejaron el muerto, de Víctor Ramírez, y codirector de Ciudadano Negrín, sobre el médico y político grancanario, que fuera presidente del Gobierno de la II República.

Aunque casi parece condenado a trascender por la trilogía de películas en las que reflejó el ambiente sociopolítico de Euskadi, con el terrorismo de ETA como telón de fondo, con títulos como El proceso de Burgos, La fuga de Segovia o La muerte de Mikel, sostiene con una sonrisa que "además de eso he hecho muchas más cosas".

Imanol Uribe, si bien nacido el 28 de febrero de 1950 en el país centroamericano de El Salvador, es guipuzcoano, al menos, desde los 7 años. Este director y productor con quince largometrajes en su curriculum, que jalonan cinco décadas dedicadas al cine en cuerpo y alma, formó parte de la última promoción que salió de la Escuela de Cinematografía de Madrid.

Estos días ha visitado las Islas, invitado por la Fundación SGAE y el Clúster Audiovisual de Canarias, como protagonista de dos encuentros, denominados Merienda de cine, concebidos como espacios de reflexión e intercambio de impresiones entre profesionales de la Península con trayectoria internacional y cineastas y productores locales.

"No estoy muy al tanto del cine que se está haciendo ahora en Canarias, pero la verdad es que últimamente estoy bastante alejado de todo", confesaba.

Eso sí, se refirió a la enorme posibilidad que representa la política de incentivos fiscales a los rodajes, una fórmula que "está funcionando en Canarias", explicaba. Y descubría un proyecto que tiene entre manos, producido por Gerardo Herrero, que se acoge a estas medidas. "También me están tentando desde Navarra, desde Euskadi... Ahora hay mucha competencia en ese sentido".

El fenómeno de las series televisivas lo considera "algo estupendo para la industria". Y, a propósito, comentaba que había estado hace unos días "con un montador amigo que cuenta con un pequeño estudio, lo ha ido sacando adelante a trancas y barrancas, y me confesó que tiene trabajo hasta el año 2022. En ese sentido, el del caldo de cultivo industrial, las series dan trabajo a muchos técnicos".

Ahora bien, Imanol Uribe diferencia entre lo que es un audiovisual y lo que es cine. "Montar una producción de cine, salvo excepciones, es más complicado".

Es consciente de los cambios de hábitos y no esconde que "ahora, las películas se consumen a través d el móvil. Pero, bueno, son los cambios de los tiempos".

Cuando habla de su producción artística afirma que "cada película es un mundo propio y aunque pretendas aplicarles una fórmula estándar acaban todas ellas convertidas en un conjuro mágico".

Rememorando su filmografía, sobre El proceso de Burgos (1979) desveló que se aprovechó de la Ley de Amnistía de 1977. Este largometraje documental recrea la celebración de un consejo de guerra, a raíz del asesinato del comisario de la brigada político-social de Guipúzcoa, Melitón Manzanas, en un atentado de ETA ocurrido el 2 de agosto de 1968.

La fuga de Segovia (1981) "es una adaptación del libro escrito por Ángel Amigo, uno de los fugados, que acabó siendo el productor", explica Uribe, una película que relata las circunstancias de aquella aventura, que tuvo lugar en abril de 1976, y que tuvo como protagonistas a un grupo de terroristas de ETA político-militar. "Pero Ángel contó su propia historia y había otros diez protagonistas, fugados reales, cuyos relatos no coincidían".

En cuanto a El Rey pasmado (1991), subrayó el cineasta cómo "a veces, las películas llegan por los caminos más insospechados". Y explicaba que La muerte de Mikel (1983) había sido un gran éxito de crítica y taquilla. "En el Ministerio de Cultura había un sobrante de dinero y quedaban solo dos meses para que terminara el plazo de presentación de obras". Y de repente cayó en sus manos el libro de Torrente Ballester; "lo leí y me fascinó la historia".

Más dificultades tuvo para que el escritor le cediera los derechos. "No había quedado muy contento con la adaptación que se hizo de su obra Los gozos y las sombras". Pero tras mucho esfuerzo transigió y sólo puso una condición: "que el nivel de erotismo de la película fuera igual que el del libro".

De la película Días contados (1994) explicaba el cineasta que en el original no aparecía ETA. "Yo por entonces estaba obsesionado con la ópera Carmen". Se encontraba en El Escorial, ardiendo en fiebre, y acudió a su librería de cabecera, donde le recomendaron la obra de Juan Madrid y tras leerla decidió "construir una historia de amor entre dos seres marginados: Charo, una prostituta yonqui, y Antonio, un terrorista de ETA camuflado como fotógrafo de prensa.

Lo de Bwana (1996), una adaptación de la pieza teatral La mirada del hombre oscuro de Ignacio del Moral, "fue un rodaje complicado". Andrés Pajares asumió el rol de productor y protagonista, y se fijó en María Barranco para el papel femenino. Sólo le faltaba el director. Y claro, no fue otro que Imanol Uribe, entonces pareja de la actriz.

Sobre su continuada relación con escritores recuerda la que mantuvo con Antonio Muñoz Molina en Plenilunio (2000). "Su mujer, Elvira Lindo, escribió el guión", relata Uribe, porque el escritor consideró que con la novela ya había alcanzado su acto creativo y tuvo ese gesto de generosidad hacia su compañera.

Arturo Pérez-Reverte cooperó en la película La carta esférica (2007), título homónimo de su libro. "Le cambié el final y le gustó; además colaboró mucho con los diálogos", señaló Uribe.

Y tiene a gala afirmar que siempre ha vivido del cine. "Unas veces comiendo caviar y otras sin un bocado que echarme a la boca".