A finales de la década de los sesenta del siglo pasado los demonios de la contracultura incendiaron el mundo. El de 1967 fue llamado el verano del amor, 1968 trajo el sueño efímero de la revolución y en agosto de 1969, un año después, se produjo el sangriento aquelarre promovido por la Familia Manson. El sábado día 9 de ese mes, en la localidad angelina de Benedict Canyon y tras una alerta de homicidio, tres agentes de la policía se personaron en la vivienda de Sharon Tate, mujer del director de cine Roman Polanski, embarazada de ocho meses. Allí, en la lujosa mansión del 10050 de Cielo Drive, hallaron los cuerpos salvajemente asesinados de la actriz y otras cuatro personas, el peluquero Jay Sebring, el guionista Voytek Frykowski y la acaudalada heredera Abigail Folger, víctimas de un macabro ritual.

No habían transcurrido aún veinticuatro horas cuando, no muy lejos, en el barrio de Los Feliz, la Policía encontró los cadáveres acuchillados del matrimonio LaBianca. Con la mujer, Rosemary, se habían ensañado: su cuerpo tenía 41 heridas de arma blanca. En el domicilio alguien dejó escritas con sangre extrañas proclamas. Pronto se cumplirá medio siglo de aquellos asesinatos bestiales que conmovieron a la sociedad.

Coincidiendo, la editorial Contra ha publicado la versión en español de Helter Skelter, el voluminoso trabajo del fiscal que investigó los casos, Vincent Bugliosi, que, con la ayuda del escritor Curt Gentry, culminaría años más tarde el relato más completo que existe sobre los crímenes, la indagación, el proceso judicial y sus secuelas.

Helter Skelter, titulado como la chirriante canción de los Beatles que presumiblemente inspiró la carnicería, cuenta cómo el asesino Charles Manson y sus seguidores fueron atrapados, juzgados y sentenciados, además de todo lo que la medicina y la ley han desvelado sobre sus crímenes y vidas. En las más de 800 páginas del libro, los autores tratan de los hechos y su música de fondo, desenredando los motivos de la mejor manera posible. Incluso hacen un intento honesto de llegar a la razón final que movió a Manson para perpetrar todo aquel horror, pero fracasan, y lo confiesan sin tapujos.

A Bugliosi, jamás dejó de preocuparle la fórmula oculta empleada por los autores de los asesinatos. Forman parte del nudo gordiano de la obra.

Charles Manson fue probablemente el asesino de masas más inquietante y turbio en la historia de Estados Unidos. Resultaría tranquilizador pensar que sus crímenes fueron producto exclusivo de la confusión mental que los guió, pero son demasiados los detalles arraigados en una cultura, que Manson retorció a su antojo, para creer que planificó los oscuros designios más allá de una enajenación momentánea. Era un hijo de puta con ruedas. No se puede dejar escapar la conclusión de que la contracultura de los 60, que ofreció música hermosa, nuevas formas de vivir y la voluntad de poner fin a la guerra, alumbrase también a una sabandija así, igual que en otras circunstancias de la vida las crisis sociales producen cualquier tipo de trastorno rápidamente detectable.

Bugliosi tuvo entonces, en su investigación, el acierto de buscar motivos poco frecuentes en las formulaciones de la Policía. Los nombres de los Beatles y los Beach Boys, de destacados cineastas y diseñadores de moda, aparecen una y otra vez en la investigación. Los motivos de los crímenes habría que buscarlos en parámetros alejados de los habituales, explicó el propio Polanski a un detective. El detective no siguió ese consejo y convirtió brevemente en sospechoso al cineasta. El fiscal, en cambio, sí lo hizo. Incluso se dedicó a leer columnas de astrología en los periódicos que datan de la época de los asesinatos para ver si Manson se inspiraba en las estrellas. Algo demasiado simple quizás para una mente asesina tan compleja. "Nunca me he encontrado con un animal así y estoy convencido de que no existe ninguno", escribió Bugliosi.

¿Helter Skelter? Empezando por la canción de los Beatles todo lo que se cocía en aquella cacerola efervescente que empezó por el verano del amor y capituló en el de la tragedia de Bel Air está entrelazado en la mente del asesino. Manson descubrió a los Beatles en 1964 en la cárcel de McNeil, donde cumplía una condena por estafa y se pasaba las horas tocando la guitarra, escuchando música y leyendo el Nuevo Testamento. Cuando salió de prisión, tres años después, el mundo había cambiado: el amor, el sexo, las drogas y la búsqueda de las respuestas espirituales eran el nuevo caldo de cultivo para un tipo con una capacidad enorme para embaucar a la gente y que solía presentarse como una reencarnación de Jesucristo. Rodeado de acólitos, entre ellos un grupo de mujeres seducidas por su reconocido tirón sexual, empezó a predicar en un rancho del desierto.

El de la Familia Manson es un buen libro, bien construido, detallado y perspicaz. Ágilmente escrito, eso sí desde una perspectiva única por la que sobrevuela frecuentemente el ego de Bugliosi. Leyéndolo se puede interpretar que el fiscal más sagaz del mundo estaba, a su vez, rodeado de idiotas. Pistas débiles, evidencias falsas: la investigación naufraga muchas veces en manos de ineptos. Los escollos interfieren en la enorme capacidad desplegada por Bugliosi. En ocasiones, también es verdad, incorpora testimonios complementarios de interés que permiten al lector observar cierta magnanimidad, pero por lo general el resto de los abogados o investigadores son menos reflexivos, hábiles y perspicaces que él, y él se siente complacido y sorprendido por su propia superioridad. Han pasado 50 años y el terrible poder de atracción de las matanzas rituales de los Manson convierten cualquier reedición de este libro en un acontecimiento: siete millones de ejemplares de true crime vendidos.

El verano de los asesinatos de la Familia fue el de 1969. Uno de sus hitos centrales, el festival de música de Woodstock, sucedió en esas fechas. El otro, el aterrizaje en la Luna, resumía los mejores poderes de la tecnología que se oponía al arreón contracultural. En realidad fue el infierno americano. Unos iban a la Luna, otros se revolcaban en el polvo de Woodstock mientras las bombas de racimo y el napalm caían sobre Vietnam. Una dinastía trágica salía disparada de un puente en Chappaquiddick, la esperanza política se había consumido como las cenizas en los rescoldos de la convención nacional demócrata del 68 en Chicago, Abbie Hoffman y el grupo de los Siete; los afroamericanos arrasaban sus propias ciudades, y pronto uno de ellos caería acuchillado en un concierto de rock mientras Mick Jagger cantaba Sympathy for the Devil, haciéndole guiños al demonio, sin enterarse de lo que estaba ocurriendo a su lado.

No hace falta ponerse a mirar por el ojo de una aguja para encontrar en medio de esa locura colectiva el nexo de unión con los robots asesinos de Charles Manson y la ola de feroces asesinatos rituales de agosto. Hay quienes se han detenido también a ver en el ensañamiento con Tate el amor que el propio instigador del crimen profesaba platónicamente a la actriz. A mayor pasión una crueldad más prolongada.

Las contradicciones empezaban, mientras tanto, a ser muy palpables. Junto al gurú del amor y de la paz convivía el gurú asesino. Este último era un enemigo de la sociedad, un guerrero al margen de la vida aparentemente civilizada y más convencional, que descubrió, como muchos lo han hecho antes y después, la frágil vulnerabilidad de los individuos que habitan en ella. Manson era, para Bugliosi, un sujeto inteligente que sabía ganarse la confianza de los demás para lograr sus fines. Y sus fines incluían el asesinato. "La muerte era su viaje", llegó a comentar un exmiembro de la Familia.

Aunque el autor de Helter Skelter cuenta que muchos de los acólitos iniciales se enfrentaron a él por su uso y abuso del miedo, su apelación a la hostilidad profunda y la aplicación interesada de los mensajes codificados de la música de los Beatles o las profecías selectivas de revelación bíblica. Todo ello formaba parte del núcleo del pensamiento de Charles Manson: cuando hoy se escuchan los testimonios grabados de los tarados y taradas que lo seguían entran escalofríos.

Autor: Vincent Bugliosi con Curt Gentry

Título: Helter Skelter

Editorial: Contra; 2019

Páginas: 840