La Segunda Guerra Mundial fue uno de los conflictos más importantes del pasado siglo, si no el que más. Su propio nombre da cuenta de su dimensión planetaria, por más que la mera constatación del hecho sea una verdad de perogrullo. El conflicto estuvo plagado de episodios poco conocidos, pero importantes, que probablemente sirvieron para inclinar la balanza de la victoria de forma decisiva hacia uno u otro bando en un momento dado.

El último libro editado por Reino de Redonda, la pulcra y minimalista editorial que tiene en Javier Marías a su alma mater, nos habla precisamente de una de estas microhistorias, si usamos aquí el atinado término creado por el historiador italiano Carlo Ginzburg. Nos habla de un cadáver, y de un gran engaño. Nos habla, en realidad, de un hombre que nunca existió.

En la noche cerrada de la madrugada del 30 de abril de 1943, un submarino británico arrojó en aguas españolas, a escasas millas de la costa de Huelva, un cadáver que llevaba el uniforme de oficial de la Real Infantería de Marina británica. El cuerpo portaba consigo una serie de documentos, entre otros una cartera con los detalles pormenorizados de una inminente invasión aliada que tendría como escenario las costas de Grecia. En realidad, se trataba de una gran mentira. Toda una fake news orquestada antes de que ese término se pusiera de moda en nuestra época más reciente. Se trató, probablemente, de uno de los engaños más decisivos de todos los tiempos y, desde luego, de la operación de contrainteligencia más importante llevada a cabo durante el conflicto. A ese gran trampantojo se le adjudicó el nombre en clave de Operation Mincemeat, Operación Carne Picada.

Tal y como la inteligencia británica había supuesto, el gobierno español, supuestamente neutral, informó puntualmente a sus aliados alemanes del hallazgo y le entregó copias de esos documentos al Alto Mando nazi, que se tragó el anzuelo de cabo a rabo. La fascinante operación, que bien pronto se convirtió en legendaria, dio origen a dos libros muy diferentes que Marías, con acierto, ha editado en un solo volumen. En 1950, el diplomático y escritor inglés Duff Cooper editó una versión novelada de los acontecimientos que se tituló Operación Desengaño. La inesperada publicación, en forma de novela, de los apasionantes hechos que constituyeron el engaño de Carne Picada, hizo que el Gobierno de Su Majestad apremiara al militar de inteligencia naval Ewen Montagu, verdadera "eminencia gris de la operación", a que escribiera el contrapunto de la novela. Un relato verdadero de los hechos que Montagu compuso a la velocidad del rayo y que lleva el título de El hombre que nunca existió.

El libro editado por Marías tiene el acierto de presentar juntas ambas narraciones con el añadido de un prólogo muy interesante escrito precisamente por el hijo de Duff Cooper, el historiador John Julius Norwich, recientemente fallecido.

En mi opinión, la historia real se lee incluso de manera más apasionante que la ficticia. Es electrizante la manera en la que Montagu, con su clara prosa, nos cuenta como fueron encajando las distintas piezas del puzzle que llevaría a dotar de una vida propia a ese cadáver que los ingleses denominaron capitán Martin. Cómo crearon para él una familia, una prometida, unas aficiones; lo que nos hace pensar que la guerra no deja de ser más que un gran engaño. Aunque sea un trágico engaño en el que los seres humanos mueren en el frente, y los cínicamente llamados "daños colaterales" se cuentan por miles o decenas de miles. Todavía hoy se especula con la verdadera identidad del cadáver protagonista de la operación y no se sabe a ciencia cierta el nombre de la persona cuyo cuerpo sin vida protagonizó una de las mayores hazañas bélicas del segundo gran conflicto europeo del siglo veinte. Como bien escribe Norwich en su Prólogo: "¿Quién era ese hombre, por fuerza corriente y desconocido, que tuvo su único momento de gloria después de su muerte y cuyo cadáver logró más de lo que la mayoría de los hombres consiguen en su vida?".

Es cierto, la rocambolesca operación salió tan a pedir de boca que hasta el mismo Hitler se tragó la mentira y ordenó fortificar las costas griegas cerrando sus accesos a cal y canto, dejando desguarnecida la isla de Sicilia, lugar donde finalmente se produjo el desembarco aliado que, a la postre, se revelaría como crucial puesto que cambió para siempre el curso de la guerra en el continente, proporcionando al Reino Unido y sus aliados una ventaja definitiva que los conduciría, dos años después, a la victoria final.

En esa victoria postrera, que hizo que Europa respirara tranquila al acabar con el pretendido Reich de los mil años y sus compinches, jugaron un decisivo papel unas cartas falsas, una medalla de San Cristóbal, las entradas a un cabaret londinense, un reloj de pulsera, el recibo de una sastrería, la factura de un anillo de compromiso o las entradas a un teatro de la capital británica para ver un espectáculo de variedades. Parece increíble, pero es cierto. Y todo ese engaño salvó para siempre millones de vidas. Eso fue la Operación Carne Picada y hace bien Marías en editar este libro para recordarnos que, de no ser entre otros por este episodio, situado entre lo inverosímil y lo genial, el desenlace de la guerra bien pudo haber sido otro mucho más oscuro.