Ahora que llegó el verano de 2019 con sus novedades políticas de todo tipo, imagino la sensación de aquellos concejales de urbanismo que estrenan cartera, que acaban de ser nombrados para el cargo y que se encuentran, en muchos municipios de Canarias (de todos los colores políticos -de antes y de ahora-) con un urbanismo confuso, judicializado, suspendido, donde nadie sabe decirles exactamente en qué punto de cada proceso están. Ni siquiera lo saben quienes ocupan el cargo siendo arquitectos o abogados. Tendrían que ser las dos cosas a la vez y además haberse pasado la vida entera estudiando urbanismo y los intrincados expedientes de las ciudades que van a intentar gobernar.

Por favor, no crean que saben de urbanismo por el mero hecho de haber sido nombrados concejales de esa área. Abrirse al universo de las posibilidades y ponerse a prueba en la exploración de sus propias capacidades está bien, pero estudiar profundamente los resultados de los mejores ejemplos del globo terráqueo es algo que deberían hacer. Es el papel del político, no el del técnico. El técnico tiene que buscar el cómo (y si no lo encuentran, busquen a otros técnicos mejores, los hay), pero el político tiene que indicar el qué, el camino. Tampoco basta con estudiar a los sabios, sino que es imprescindible escuchar a los ciudadanos. El poder de un país no viene por sus recursos sino por sus ciudadanos, ese es el activo más importante, y más aún en unas islas que no tienen más recursos que su territorio aislado y su clima, y el aire limpio del Atlántico, y a nosotros mismos, quienes vivimos aquí.

Antes de empezar a tomar decisiones sería interesante leer dos libros: "Muerte y Vida de las Grandes Ciudades", de Jane Jacobs, y el de Jan Gehl,"La Humanizacioìn del Espacio Urbano". Ambos libros defienden la vida en la calle como condición imprescindible para hacer las ciudades más humanas, y critican el urbanismo del Movimiento Moderno (que es el que todavía practican la gran mayoría de las oficinas de urbanismo municipales y empresas públicas del ramo, como GESPLAN o GESTUR), por su incapacidad para generar espacios públicos pensados para que la gente pueda ser feliz y vivir segura.

Cuando terminen de leer ambos libros vuelvan a releer el de Jane Jacobs, ella fue un genio del sentido común en materia de renovación urbana y de cómo entender las ciudades. Fue una gran activista urbana, y organizó movimientos ciudadanos que lograron detener proyectos de gente muy poderosa. "Muerte y vida de las grandes ciudades" (y de las pequeñas y de las islas?) es un libro que causoì una gran y deliciosa polémica entre los urbanistas, técnicos municipales y arquitectos porque, al fin y al cabo, ella era una mujer y no era arquitecto, ni urbanista y -por supuesto- la atacaron de mera "aficionada". Pero lo cierto es que revolucionó el urbanismo con su sentido común.

Atacoì las ciudades jardín (los adosados de aquí y ahora), los suburbios, los centros comerciales anodinos y los proyectos de vivienda sin calidad ni imaginación, habituales en nuestra actualidad insular. Y por supuesto defendió la mezcla, belleza y densidad de las ciudades históricas.

Especialmente interesantes de cara a la actualidad son sus ideas de la auto organización espontánea del urbanismo. Ahora las cosas son más difíciles, tenemos que abordar planes de movilidad en las ciudades, en las islas, planes de bienestar, organizar el reciclaje, la sostenibilidad, la inclusión, la igualdad, la accesibilidad, la digitalización de las ciudades y sobre todo tenemos que tener claro que una ciudad no son solo sus edificios, calles y planes urbanísticos, la ciudad siempre va de las personas que la habitan. Si se les escucha y si se pone el énfasis en el espacio público entonces todo puede ir bien. Cuando esto se ha hecho, tanto en la historia como en la actualidad, ha funcionado, como funcionó siempre la Piazza di Campo de Siena o como funciona ahora el Superkilen de Copenhagen, entre múltiples ejemplos que existen en el mundo.