Almería tiene dos mares: el de plástico de sus invernaderos que la cubre tierra adentro y se puede observar desde el espacio de acuerdo con las imágenes liberadas por la NASA, y el de las aguas mediterráneas que bañan sus costas. Seguramente existen conceptos más estéticos para poner en marcha y aliviar el horror paisajístico que se percibe cruzándola de un lado a otro, pero sin los invernaderos de Almería el resto de España tendría que cocinar con conservas en enero. El mar de los gallopedros, las gallinetas, los galanes y las gambas rojas es una estupenda despensa además de desembocar en algunas de las playas más hermosas del país. Las hortalizas, las frutas, los pescados, las quisquillas, las gambas, además de las carnes de montaña de la Sierra de los Filabres y unos curiosos y ancestrales platos de cuchara, han ayudado a que la capital de la provincia sea también la capital gastronómica española en 2019. Su lema es El gusto de compartir y uno de los ganchos que ofrece la ciudad son las tapas gratis, una tradición que en Andalucía comparte con Granada y Jaén. El casco antiguo almeriense tiene gran cantidad de bares que ofrecen tapas generosas y gratuitas con la consumición, cuyo precio suele estar en torno a los dos euros. Unas patatas bravas, un mollete con jamón o minihamburguesa, un remojón de papa, huevas de maruca...

La ciudad de Almería es una mirada esencial al Mediterráneo. Luminosa y cargada de historia, es incapaz de desprenderse de esa raíz africana que la perfila desde el Cerro de San Cristóbal, las murallas de su vieja Alcazaba, uno de los más impresionantes conjuntos defensivos medievales de al-Andalus, o en algunas plazas o rincones de sus casco antiguo. Una primera vista desde las alturas deja al descubierto la pintoresca arquitectura de los tejados del popular barrio de La Chanca, un mundo dentro de otro, que deslumbró a fotógrafos y artistas de todo tipo, y del que Juan Goytisolo supo extraer la atmósfera de olvido y hambruna a que lo condenó la posguerra después de haber sido bombardeado por la flota de la Alemania nazi durante la Guerra Civil española. Partiendo hacia abajo por la Puerta de Purchena, bien en la dirección del Paseo o de la Rambla, las dos frondosas avenidas que conducen al mar, es como si uno se encontrara de repente en los protegidos bulevares de cualquier capital norteafricana. Al final de ellas aguardan los ferries que zarpan a diario a Nador, Melilla, Ghazaouet y Orán. Entre el puerto y la ciudad, en los alrededores del Parque Salmerón, muchas tiendas abren sus puertas con narguiles y tajines a la venta, junto con los más variados artículos magrebíes en los escaparates. Cerca proliferan los restaurantes con oferta de kebabs y cuscús. Anclado, entre ellos, en el número 111 de la Calle Real, permanece uno de los lugares de culto del pescado y el marisco almeriense, Casa Joaquín, bajo la dirección de la familia López Godoy. Se trata de una taberna andaluza de toda la vida, por lo que hay que huir del perjuicio de la modernidad y disponerse a comer bien en un local que no brilla por su decoración. Pero sí por sus gambas rojas de Garrucha; las quisquillas crudas, simplemente marinadas; la fritura especial de los extraordinarios lenguados con su piel, cuando los hay; el calamar en aceite, y todo lo demás que llega del mar: salmonetes, acedías, boquerones, gallinetas, galanes o loritos y los omnipresentes gallopedros. Impecablemente fritos. Y no hay que olvidarse de la estupenda ensalada de tomate con melva canutera.

Tras el cierre del mítico bar Los Claveles, en los alrededores de la Puerta Purchena, adonde se iba a tapear en la barra sepia a la plancha, resiste otra leyenda entre las tabernas locales: Casa Puga, en la calle Jovellanos. Puga también cerró sus puertas pero hace un par de años volvió a abrir con nueva dirección y el mismo estilo. Pavías y gambas a la gabardina. Barra ilustrada. O el Quinto Toro, en Juan Leal, especializado en huevos con patatas a lo pobre. Otra onda distinta es la que emite la Taberna Vasca de Joseba Añorga, en la Plaza de la Constitución, con un espacio trendy, miniplatos de alta cocina y pintxos. Los empleados se encargan de recordar que allí no se sirven tapas, aunque es lo mismo salvo por el concepto actualizado. Muy buenas las alcachofas, la vieira con humus de alubias, el canelón de pato con dos mostazas, los cortes de carne. Aceptable selección de vinos. Un vasco actualizado pero con precios de Almería.