El paisaje volcánico que define su entorno es la principal fuente de inspiración del artista tinerfeño Juan López Salvador (La Laguna, 1951), quien presenta la exposición Erupciones en el Espacio Bronzo de La Laguna hasta el 21 de junio.

La muestra está integrada por catorce piezas de corte abstracto y pequeño formato: cinco esculturas sobre peana y otras cinco de pared en hierro, tres dibujos de tinta sobre papel y una en madera titulada Acantilado que ha incluido como referencia a su trabajo anterior. Son obras muy lineales, como dibujos en el aire, en el espacio, sin masa, muy esquemáticas.

"La obra está inspirada en el paisaje volcánico, como casi toda mi trayectoria. He tocado muchos otros temas en piezas especiales, pero siempre me he inspirado para hacer mi obra en el paisaje en el que vivo, el volcánico. He hecho series de paisajes, acantilados, cráteres y después, una vez que pasé al hierro, es más abstracta, como las series Trampas de lluvia, Trampas de viento y Trampas de Pensamiento".

Este escultor autodidacta, que fue director de montajes de exposiciones de Artes Plásticas de la Viceconsejería de Cultura del Gobierno de Canarias, empezó a exponer en el año 1982. Desde entonces ha conseguido definir un estilo muy personal con el que capta imágenes de su entorno, las procesa en su mente y las transforma en esculturas que expresan emociones y sentimientos a través de la armonía, la belleza, la violencia o el dramatismo que representan para compartirlas con el espectador de sus propuestas.

López Salvador ha experimentado con muchos materiales a lo largo de su trayectoria creativa, pero al final se decantó por la madera y el hierro. No así con piedras volcánicas como el basalto.

"El basalto lo he utilizado, pero muy marginalmente. No me ha llamado nunca la atención, no lo encontraba como el material apropiado para mi. Siempre he utilizado la tea, el pino canario, que es el primer árbol que crece después del volcán, el primero que coloniza el paisaje. En cierto modo tiene unas cualidades pétreas por su durabilidad. De alguna manera vi esa relación entre la madera y la piedra", apuntó.

También utilizó en sus inicios, en una serie de vistas aéreas, una amalgama de polvos de madera y serrín que amasaba con resina de poliéster y formaba unas texturas irregulares que le servían para conseguir una sensación de malpaís, de desierto. Al igual que el cobre, el plomo o el bronce, "aunque es muy caro, sino lo trabajaría más. La madera y el hierro son los grandes caminos que han marcado mi producción, el resto han sido senderos".

La elección del hierro fue una forma de ampliar su campo de acción por necesidades de expresión, "porque con la madera con lo que haces son masas, bloques, láminas, pero al hierro lo puedes hacer volar, dibujar en el aire, hacer bucles, formas helicoidales. Me ha dado todo eso. La madera me ha dado el peso y el hierro me ha dado el aire, el espacio, el poder recortarlo. Sigo trabajando simultáneamente los dos materiales con gran satisfacción".

El hierro también le ha permitido jugar con el movimiento de la naturaleza, poder recrear el fluir y la fuerza de la lava, que se retuerce y recorre su camino con plena libertad, hasta solidificarse con formas pétreas caprichosas, llenas de una originalidad que ha sabido captar e interpretar este artista con su singular estilo.

"Creo que he conseguido tener un lenguaje original, porque tanto con la madera como con el hierro trabajo la misma imagen. En el hierro, aunque son muy abstractas, tienen un paralelismo con los bloques de madera. Si lo estudias te das cuenta. Son imágenes que exteriorizo", señaló.

La figura humana también ha estado presente en su producción escultórica, reconoció, pero fue sólo en sus primeros paisajes, como en la serie que denominó Jardines.

"Eran representaciones de paisajes volcánicos en los que intervenían figuras humanas, pero después fueron desapareciendo. En mi primer acantilado lo que expresaba era una sensación de vértigo, de caída. Era una figurita femenina como si estuviera colgada de un acantilado y detrás se veían una serie de lanzas que surgían de la oscuridad. Era como una especie de escena de cómic. Después me concentré en el paisaje más fuerte, mas contundente".

Asimismo, resaltó su tendencia a cubrir muchas de las piezas con una pátina para destacar determinados aspectos de la pieza, además de contribuir a su conservación. "Siempre les suelo dar una pátina. A las de madera, como trabajo con muchas irregularidades, le doy betún de judea, después la limpio y destacan las rugosidades. En las de hierro le quito la calamina para que se oxiden y le imprimo una capa de cera, sobre todo cuando son piezas de interior. Cuando son de exterior necesitan otro tratamiento", explicó.

En este sentido, López Salvador, se siente frustrado y muy preocupado por el estado de conservación de una de sus esculturas al aire libre, como ocurre con La trampa del viento, situada en una avenida del litoral de Arona. "Llevo años luchando para que tenga un mantenimiento. Es una estructura enorme de hierro y es un peligro porque se va a caer. Se lo he advertido al ayuntamiento, incluso con un informe de un ingeniero. Ni caso. Tendré que recurrir al defensor del pueblo".