Catedrático de Teoría de la Información en la Universidad Complutense de Madrid, profesor visitante en la Universidad Ca' Foscari de Venecia, ex secretario de redacción de Revista de Occidente, exdirector de la Academia de España en Roma, Jorge Lozano (La Palma, 1951) es, con diferencia, uno de los intelectuales más sólidos del panorama español. Estrechamente vinculado a Umberto Eco, con su centro y con su revista, el semiólogo canario dirige así mismo el Grupo de Estudios de Semiótica de la Cultura (GESC), de cuyo proyecto de investigación "El periodista como historiador del presente" se nutre en parte el libro Documentos del presente. Una mirada semiótica, que coedita con Miguel Martín y que acaba de aparecer en el sello Lengua de Trapo.

¿A qué llaman documento y a qué presente?

Documentun, en latín, viene de docere, enseñar. Se podría jugar, entonces, con mostrar, monstrar, y de ahí llegaríamos a monstruo. Aparte de bromas, en 1929 un gran historiador, Lucien Febvre escribió, presentando su mítica revista Annales, que la historia se hace siempre con documentos y añadía: "cuando los hay". Luego se expandió el propio término y su significado. Es inevitable mencionar a Foucault, quien dijo por su parte que si los monumentos se veían como monumentos era hora de tratar a los documentos como monumentos. Bello anhelo que hoy no puede cumplirse, entre otras cosas porque los mismos monumentos han cambiado.Ya no hay monumentos para los héroes sino para las víctimas, y además hoy los monumentos han sido sustituidos por memoriales. En fin... Diría que se puede considerar a los documentos "semióforos", objetos culturales con significación, tal como dijo Pomian, quién acuñó la palabra. Respecto al presente, brevísimamente le digo, como semiólogo, que el presente es el único tiempo de la lingüística y del discurso. El pasado es indeterminado y el futuro no existe. Aquí la lingüística se da la mano con la fenomenología, por eso el presente se caracteriza por su presencia. Además, si me permite, si el presente se opone al pasado por qué no pensar mejor que presente se opone a ausente.

¿Qué puede aportar la semiótica a la mirada sobre los documentos del presente que no aporten otros saberes?

Si se trata de observación histórica, alguien como Marc Bloch tiene toda la autoridad del mundo y habría que reconocer que la historia tiene como saber, el saber mirar los documentos que son trazas, marcas, vestigios, de ahí investigar... La semiótica, que indaga sobre el sentido y la significación, es capaz de establecer, tal es su oficio, los niveles de pertinencia en la propia mirada. A mí me gusta mucho repetir un lema de Yuri Lotman: el análisis semiótico debe preceder al análisis histórico. Si así se hiciera habría más saber y más sabor.

¿Puede abundar en esta cuestión?

Lo intentaré. El dictum de Lotman señala al análisis semiótico como un hacer saber sobre los otros saberes. La semiótica hace uso de dos poderosos instrumentos, la pertinencia y la diferencia. Si me deja poner un ejemplo, la pertinencia permite, en el maremágnum de los big data descubrir aquellos datos que son realmente pertinentes para lo que fuere, como en el caso estereotipado de la transparencia. Por su parte, la diferencia que permitía definir y distinguir un fonema de otro, se expande a cualquier texto, basta pensar en la diferencia entre un texto de ficción y de no ficción. El análisis histórico, entonces, requiere previamente de un análisis semiótico así considerado. Quizá el semiólogo, como el paranoico, ve lo que otros no ven.

A propósito de Lotman. En el ensayo que le dedica en este libro, "Yuri Lotman, de la entropía a la explosión de sentido", destaca su aportación capital a la semiótica de la cultura y muestra su perplejidad por su ausencia en las bibliografías de tantos y hueros estudios culturales. ¿Cuál es la significación de Lotman en el pensamiento contemporáneo de la cultura?

Yuri Lotman es el responsable de que la Semiótica, tras tanto tiempo, converse con la Historia. Creador del concepto de semiosfera, en rima con biosfera, para describir un espacio, por ejemplo una sala de museo, fuera del cual no hay semiosis, no hay nada significativo. Propuso tipologías culturales fuera de cronologías y cronosofías. Distinguió procesos graduales de momentos explosivos. Se preocupó ante todo por lo imprevisible, dando más importancia a lo casual que a lo causal. Gracias a él podemos distinguir culturas donde es correcto lo que existe de culturas en las que existe lo que es correcto. Ya quisieran los estudios culturales.

En el libro hay contribuciones de autores tan disímiles como el semiólogo Paolo Fabbri y el teórico de los nuevos medios Lev Manovich. ¿Puede hablarnos sobre sus aportaciones a esta publicación?

Si me permite, Lev Manovich es un mediólogo muy cercano y conocedor de la semiótica, representa a la nueva mediología que conversa con naturalidad con la semiótica. Con Fabbri coincidió en un festival en Murcia y en un congreso de semiótica en Roma. Soy testigo en ambos casos. Manovich desde la cultural analytics, analítica cultural, pertrechado de métodos matemáticos, computacionales y de visualización de datos, analiza objetos y comportamientos culturales, un artículo que considero muy importante para el análisis de documentos del tiempo presente. Ha sido una suerte poder publicar este inédito en nuestro libro. En el espléndido texto de Paolo Fabbri, el fenómeno social total del tatuaje es abordado desde una episemiótica, así lo llama, pensando en la epidermis, capaz de leer en la superficie textual de las pieles los insólitos lenguajes de los nuevos dermatoglifos y sus mitologías personales y colectivas, una especie de espléndido Tótem y tatoo... Miguel Martín le ha hecho una entrevista a Fabbri que aparece en el libro. Pero también hay un texto excelente de Tarcisio Lancioni sobre la hibridación verdad-ficción y artículos de Valeria Burgio, Óscar Gómez, Rayco González, Marcello Serra, Pablo Francescutti, miembros del GESC (Grupo de Estudios de Semiótica de la Cultura) que se ocupan con mirada semiótica de objetos de diseño, de Maradona, de periodismo digital, de la fama, de la construcción de un icono cultural, demostrando que GESC es ecléctico en los objetos que analiza pero no lo es, en absoluto, en el método, en singular, con el que se analizan.

Con este libro ha cerrado una investigación de cuatro años, ¿se encuentra ahora ante el vacío?

¿Vacío? (risas). Dado que he estado de profesor visitante en Venecia rodeado de turistas par tout... Ahora comenzamos un nuevo proyecto de investigación titulado Figuras del destinatario: el lector, el espectador, el observador con varios profesores de La Laguna, mi equipo de investigación habitualy un artista, Rogelio López Cuenca, que está exponiendo en el Reina Sofía con el título Yendo Leyendo... No digo más. Acaso influenciado por Bansky, que ha denunciado el turismo de Venecia en plena Biennale, participaré en julio en un curso de Verano de la Universidad de Adeje en torno a El extraño caso del turista... Aprovecho la ocasión que me ofrece su periódico para sugerir, solicitar y suplicar que se matricule el mayor número posible.