Los 94 años desde los que habla Peter Brook al otro lado del teléfono, desde París, un viernes por la mañana, salen de Londres -su lugar de nacimiento-, incluyen Rusia -la patria de sus padres-, se extienden por Francia -donde instaló en 1970 con su mujer, la actriz Natasha Parry- y se extienden por todos los lugares del mundo donde ha investigado sin descanso sobre el hecho escénico, en especial en África. Sencillo y esencial, las palabras del premio Princesa de Asturias de las Artes 2019 son las de un sabio.

Su trabajo ha sido reconocido múltiples veces a nivel internacional y usted trabaja en un oficio, el del teatro, que todos los días es juzgado y reconocido con el aplauso por el público. ¿Cómo recibe, por tanto, un premio como el Princesa de Asturias?

Durante toda mi vida he buscado cosas ciertas y por eso nunca he pedido nada a nadie. Ante estos premios, por tanto, siempre estoy muy emocionado. Recibo el premio Princesa de Asturias con respeto y con gratitud.

La sociedad cambia y también sus tabúes y sus controversias. El teatro, que desde su creación ha tenido una función catártica y pedagógica...

Espere. Esto es mucho más simple. Hay que evitar palabras como catarsis. Eso está bien para los estudiantes cuando hacen teatro. Lo catártico es una catástrofe, algo que agita al mundo. Lo que hay que intentar, con honestidad y con modestia, es tratar los diferentes temas que existen contemplados desde diferentes circunstancias y hacerlo lo mejor posible. No es un juego de niños, se trata de aportar algo a los demás. Eso es lo único que importa, ofrecerles una experiencia, bien sea a través de la concentración, de la intensidad... Y vale lo mismo para la comedia. No hace falta tener intenciones de cambiar las cosas, sino de aportar cosas. Lo que importa es pensar qué llaves hay que mover para conseguir conectar con el espectador.

Lo que le iba a preguntar es si el teatro ha ido incorporando nuevas funciones.

Incorpora nuevas funciones porque la vida está todo el tiempo en movimiento. Eso es lo que cuenta. La misma palabra, vida, se mueve, no existe vida estática. Piense en las grandes estatuas y en cómo la vida cambia delante de ellas.

Hay quien piensa que dentro de las artes escénicas, hoy más que nunca es el momento de la danza, del cuerpo más que del texto o de la música. ¿Lo comparte?

Todas las fórmulas suceden a la vez, pero el teatro siempre ha tratado del cuerpo. El cuerpo es un vehículo y por eso es lo más importante, aunque uno puede danzar sin moverse. Todo esto se lleva a la práctica, de forma natural, en el trabajo con los actores. Porque la danza es algo que capta todo el mundo, algo que todo el mundo entiende. Piense, por ejemplo, en el flamenco. Incluso puedes sentirlo en los lugares. Entras en la mezquita de Córdoba, y lo sientes al pasar la puerta.

¿Percibe que las nuevas generaciones (pienso en sus actores) son capaces de expresarse más libremente con el cuerpo?

No me gustan las generalizaciones. En mi trabajo soy un artesano con un trabajo práctico que pasa a través de los actores. En ese sentido, el trabajo se hace al momento. El cine es otra cosa.

Sus investigaciones han profundizado en una visión global del mundo, en la difusión de otras culturas...?

Me he preocupado de países y culturas en las que el colonialismo ha destruido la vida de las personas. El amor es el mismo, sea a una persona negra o una persona rubia. Pensar que alguien considere una raza superior a otra es criminal, es una mierda.

En realidad le quería preguntar, como ciudadano de nacionalidad británica residente en París, ¿qué piensa del asunto del brexit.

Es lo más estúpido que ha hecho nunca Inglaterra. Todo parte de la idea de buscar la forma de coexistir y colaborar entre los países de Europa. En ese contexto, no sé qué pretende ahora Inglaterra. El brexit es una estupidez cuyas consecuencias son todavía imprevisibles.

En su país de adopción también hay conflictos fuertes ahora mismo. ¿Qué lectura nos puede hacer del movimiento de los chalecos amarillos?

Creo que hay que escuchar y respetar. El tiempo va cambiando cada día. En mi caso me queda poco. Pero respecto a todos los movimientos de ruptura, me triste, yo prefiero buscar las formas de coexistir. En España sucede lo mismo. En todos mis viajes me ha gustado siempre mucho Cataluña, amé Cataluña, pasé un periodo largo allí cuando era joven, en Barcelona y en Palafrugell, y tengo muchos amigos. Por tanto, respeto la cultura catalana y es una gran cultura, pero forma parte de España.

Más allá del #Metoo, me gustaría conocer su opinión sobre la dificultad de poner límites en un trabajo como el dramático, en el que lo físico y lo psíquico es materia prima.

De forma simple y realista: un trabajo con un actor está encaminado a que haga algo que antes no había hecho. Pero nosotros tenemos que hacer ese trabajo con el actor de la mejor forma posible. Eso sólo sucede en un instante concreto. Son decisiones inmediatas y cambian todo el tiempo, como el sol o como la lluvia. Sucede lo mismo con el periodismo. Hablamos ahora, usted trata de comprenderme, lo escribe y ese texto vale para el periódico de hoy, no para el de mañana. Afortunadamente, la vida es movimiento.

Este premio viene de España. ¿Qué piensa de nuestro teatro, del clásico y de nuestros autores contemporáneos?

No puedo extenderme en los nombres. Siento admiración por todos los que he leído en mi vida, también por los españoles, empezando por los primeros que leí, Lope de Vega, La vida es sueño. Es calidad para la humanidad y, por tanto, sólo puedo decir 'Gracias, España'.