Cine negro y novela negra comparten alma pero sus cuerpos son muy distintos. En cuanto al primero, su componente visual y el estilo narrativo que impone cada director resultan elementos esenciales. Para la segunda, sin embargo, son la trama y los personajes los que marcan su naturaleza. La película de John Houston El halcón maltés, basada en la novela homónima de Dashiell Hammett y protagonizada por Humphrey Bogart y Mary Astor, suele ser considerada como la gran muestra inicial de dicho género cinematográfico, muy atrayente para ese público que se deja caer con consciente pasividad en brazos de antihéroes, figuras oscuras y atmósferas de delincuencia regidas por reglas y códigos propios. Tan particular universo plagado de perdedores, de ilusiones y sueños, de malvados sin escrúpulos, de barrios marginales, drogas, prostitución, lujo e ingentes cantidades de dinero de idéntica negritud, cuenta en España con un escritor que lo refleja de un modo magistral. Porque Alexis Ravelo ya ha dado el salto de gran novelista a excelente creador, convirtiéndose en un artista completo y de referencia.

Capaz de dibujar con maestría los escenarios precisos sobre los que desarrollar sus historias, moldea cuidadosamente cada palabra para que los lectores perciban la ficción como realidad y la realidad como ficción, introduciéndoles en un laberinto donde, al mismo tiempo, se pierden y se encuentran. Valiéndose de unos diálogos tan contundentes como efectivos, sus protagonistas bailan al ritmo que él les impone, obligándoles lo mismo a ejecutar unos valses plenos de sentimiento que unas brutales coreografías callejeras. Por estas y por otras muchas razones, La estrategia del pequinés recibió el prestigioso Premio Hammett a la mejor novela negra publicada en 2013, merced a la asombrosa habilidad de Ravelo para trasladar a las calles de Las Palmas de Gran Canaria determinadas situaciones límite que normalmente se asocian a urbes como Chicago o Nueva York.

El principal activo de la presente adaptación a la gran pantalla estriba, pues, en su sólida y eficiente trama, hasta el punto de que la meta del entretenimiento ya se había alcanzado antes de comenzar el rodaje. Alguno de los méritos de la obra literaria se han quedado por el camino y otros se han desaprovechado, lo que, unido a un presupuesto en exceso ajustado, da como resultado un trabajo modesto que aúna lo "naif" con lo "noir" pero que, pese a sus carencias técnicas y de montaje, conforma una propuesta de agradable visión.

Hace bastante tiempo que El Rubio abandonó el ejercicio de la delincuencia. Sin embargo, la grave enfermedad que padece su mujer, unida a la oferta de un popular distribuidor local de droga llamado Junior para atracar a uno de sus jefes, le aboca a regresar a su antigua actividad. Para llevar a cabo el asalto, el Rubio recurrirá a su amigo Tito el Palmera, antaño colaborador de un pasado boyante y actual parado de larga duración cuyo sueño es regentar un bar. Contará también con Cora, una prostituta cada vez menos joven que sobrevive con la ilusión de dejar atrás la profesión de una vez por todas. Pero, como pasa siempre en estos casos, los planes nunca guardan fidelidad con su idea inicial.

Aunque no llegue a codearse con los grandes títulos del género ni a aportar unas destacables contribuciones artísticas, el film se ve con agrado y alcanza un nivel notable de entretenimiento, logrando el objetivo de que el público empatice con los personajes.

La labor de los integrantes del reparto puede calificarse de correcta e, incluso en determinadas escenas, de muy acertada. Unax Ugalde, con actuaciones tan interesantes como la de Bon appétit-, se alza con el protagonismo de la película. Similar efectividad cabe atribuirse a la actriz grancanaria Kira Miró (Truman, Los abrazos rotos) y a Jorge Bosch (Los lobos de Washington, Nada que perder). Todos ellos han abordado sus respectivos papeles con afán, aunque con otra dirección el jugo probablemente hubiera podido ser mayor. Aun así, no cabe duda de que componen un digno elenco.

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