Muchas islas podrían aprender de Canarias, de cómo nos organizamos, conectamos, pactamos y equilibramos entre unas y otras. Somos un archipiélago razonablemente bien organizado si lo comparamos con otros, como los archipiélagos del Caribe, o las múltiples islas de Indonesia. No obstante aun nos queda mucho recorrido para ser mejores y, en muchos aspectos, deberíamos aprender de Singapur. Las Smart Cities están de moda aunque yo prefiero, como concepto en el que profundizar, las Smart Islands y la más avanzada y competitiva es esta pequeña y legendaria isla asiática un poco más grande que la Gomera y un poco más pequeña que Lanzarote.

Esta isla del futuro, la húmeda y calurosa Singapur, encabeza la lista de ciudades que invierten más dinero en proyectos Smart City, junto con Nueva York, Tokio y Londres. ¿Cómo ha podido una islita de pescadores llegar a ser uno de los países más competitivos del mundo?

Se convirtió en un país independiente en 1965 momento en que afrontaba un gran desempleo. Inició un programa de modernización que se centró en la creación de manufacturas, el desarrollo de su puerto y, sobre todo, altas e innovadoras inversiones en educación pública. El billete más utilizado en la isla, el de dos dólares, tiene como lema una sola palabra: Educación. Toda la isla apuesta por tener la mejor formación posible para su población y de ahí este proyecto de arquitectura: El Centro de Aprendizaje de la Universidad de Tecnología de Nanyang, que no sé si se asemeja más a un grupo de colmenas de abejas alargadas, o a cestas de mimbre llenas de dim sum humeantes colocadas unas encima de otras.

The Learning Hub es un nuevo tipo de edificio universitario, una arquitectura que explora nuevas formas de enseñar en un momento en que internet está desafiando la lógica de las instituciones tradicionales de aprendizaje. Contiene una biblioteca y un espacio escénico, pero la mayoría del espacio es diferente a otras universidades: se compone de 56 habitaciones redondas en 12 pilas separadas, en ocho pisos, conectadas entre sí a través de una gran plataforma-balcón de hormigón, lo que le da al edificio 14.000 metros cuadrados de espacio. Las aulas en sí, que son utilizadas por todos los profesores de la universidad, y sus 33.000 estudiantes, son espartanas y no están destinadas a la enseñanza: son espacios de discusión y exploración. Allí no se aprende de manera convencional, se interactúa.

El estudio del imaginativo arquitecto inglés Thomas Heatherwick, famoso por su catedral de semillas, terminó en 2015 este edificio para la Universidad Tecnológica de Nanyang, con la intención específica de que no se pareciera a ningún otro edificio universitario que haya existido jamás. Está en un campus que fue planificado por Kenzo Tange en los años 80, lleno de pulmones verdes que alivian al calor de la isla asiática, y en medio de ese campus rectilíneo que Tange diseñó, ahora ha caído, como llegado del espacio, un edificio voluptuosamente curvilíneo.

En lugar de pasillos, cada nivel cuenta con galerías abiertas donde los estudiantes pueden circular y reunirse. Y en lugar de una entrada convencional, el edificio es como esponjoso y permeable a nivel del suelo, lo que significa que las personas pueden acercarse y entrar desde cualquier dirección.

Tiene, al mismo tiempo que un punto exótico, algo muy británico, como la isla entera, que no ha podido -ni ha querido- olvidar su pasado como colonia británica, y algo brutalista, como las torres blancas de Madrid de Saenz de Oiza, o los aparcamientos Marina City de Chicago diseñadas por Bertrand Goldberg.

La universidad quería disolver la relación tradicional entre el tutor y el estudiante, para alentar un nuevo tipo de educación colaborativa. En Singapur ya no quieren el modelo del maestro al frente de la clase, por eso, en este edificio, las habitaciones no tienen rincones, para disolver la jerarquía de aula estándar, donde el tutor está en la parte delantera y los estudiantes miran hacia él o ella. ¿Es el futuro?