La Iglesia del Santísimo Redentor está situada en el barrio de las Chumberas, en La Laguna. Aunque se inauguró el pasado día 11, ya es conocida en el mundo de la arquitectura. Sus planos y maquetas forman parte de la colección del MOMA de Nueva York y hace unos años recibió un premio en la India como la mejor obra de hormigón. Esta iglesia está dedicada a la resurrección, uno de los momentos más importantes en la historia del cristianismo y teniéndolo en cuenta el arquitecto Fernando Menis la diseñó austera, pero con una contundencia volumétrica y un juego tan racional de la luz que solo con esos elementos se conforma una iglesia de profunda raíz teológica tal y como deseaba el cliente, el Obispado de La Laguna.

Es un edificio ausente de elementos superfluos. Al entrar, al fondo, aparece la cruz desnuda e iluminada. Detrás, la cascada de luz lo inunda todo, le da color y textura a las paredes. La luz es muy simbólica para el cristianismo. La primera luz del día, a través de la cruz, ilumina la pila bautismal, la primera luz del cristiano. Al mediodía, a través del lucernario, se ilumina el altar, la confirmación y la eucaristía. A las 12:00 horas, la palabra. Un haz de luz se derrama frente al confesionario sobre el sacramento de la penitencia. La disposición estratégica de los lucernarios logra el mismo efecto sobre la unción, el matrimonio y la orden sacerdotal.

No ha sido un proyecto fácil y estuvo condicionado por una serie de situaciones que se mantuvieron durante todo el proceso que ha durado más de 12 años. En primer lugar, había una necesidad urgente de que la comunidad local contara con un centro social. Al mismo tiempo, el Obispado de Tenerife no tenía fondos suficientes; el dinero llegaría progresivamente año tras año. Esto llevó al arquitecto a que su principal preocupación fuera encontrar una solución que permitiera construir y entregar el proyecto por partes, para que la comunidad pudiera comenzar a usar algunas zonas del edificio lo antes posible.

La iglesia se parece a un bloque de piedra que se rompió en cuatro pedazos. Los cuatro volúmenes están apoyados uno contra el otro, inquietos, como si un poderoso empujón los hubiera desequilibrado. El hormigón aquí, como en otros edificios de Menis, es una opción de sostenibilidad: su naturaleza isotrópica permite la eficiencia energética consiguiendo inercia térmica con los gruesos muros. El edificio tiene una buena acústica gracias a la mezcla del hormigón con picón.

Es un ejemplo de la arquitectura que utiliza la luz del sol. El arquitecto la utilizó para diseñar los espacios. El concepto habla de minimalismo y naturaleza, de textura y luz. Menis explota las condiciones naturales de la topografía para determinar su elección de materiales, lo que a su vez afecta la apariencia general de la iglesia. Es la luz natural la que crea el espacio. En este proyecto la luz del día es tan dinámica como sorprendente.

En palabras del catedrático de proyectos de la Universidad de Valencia, Ignacio Bosch: "la fuerza expresiva, la coherencia y la cualidad del espacio se derivan de una profunda investigación teológico-simbólica y de la utilización magistral del recurso de la luz, luz vertical focalizada de arriba abajo, como se ha venido haciendo en la arquitectura intemporal, aquella que como las Iglesias paleocristianas, bizantinas, góticas, renacentistas, y sobre todo, barrocas, supo hacer de la luz el material mas preciado para la construcción del espacio arquitectónico, y que nos ha legado en nuestra historia reciente, obras de arquitectura de gran belleza, como: la Capilla en el MIT, Cambridge, de Eero Saarinen en 1955; el monasterio de la Tourette de Le Corbusier de 1960; la Iglesia de la Luz en Japón, de Tadao Ando, de 1980 entre otras. Fernando Menis, pues, nos muestra una obra arquitectónica, que podemos considerar una verdadera obra de Arte, una obra única y singular, de alta cualidad formal, material y espacial". Ahora hay que cuidar esa esencia y no sobrecargarla, que siga siendo austera y universal.