Después de haber creado todo el diseño que acompaña al primer álbum de Rosalía, "El mal querer", Filip Custic se atreve a reinterpretar los juguetes del viento de César Manrique en un homenaje al artista y a su discurso ecologista, a los que se lleva a su universo tecnológico y de Instagram.

El artista hispanocroata (Tenerife, 1993) inaugura este viernes en la Fundación César Manrique, en Taro de Tahíche (Lanzarote), la exposición "El desafío inmediato del presente: una humanidad contemporánea del futuro".

Esta exposición, cuyo título alude a una de las frases más célebres del creador al que estos días se honra en su centenario, que siempre se proclamó un "contemporáneo del futuro", permite a Custic sumergirse en el mundo manriqueño de los juguetes del viento, esas estructuras pesadas de esferas, pirámides y otras formas geométricas que cobran vida con el alisio y se vuelven casi etéreas.

Filip Custic nació en Tenerife, pero tiene sangre croata: Su padre era un jugador de balonmano que terminó fichando por un equipo de la isla y se trajo a su mujer consigo para apartarla del conflicto bélico que siguió a la disgregación de Yugoslavia.

Aquel joven, que se sentía atrapado en una isla en medio del océano, reside ahora en Madrid y puede presumir de exponer en conocidas salas y haber colaborado con grandes firmas de moda y con artistas como Rosalía, a la que conoció a través de Instagram.

Hace once meses, recibió una propuesta para realizar un trabajo para la Fundación César Manrique, dentro de la programación que esta entidad dedica al centenario de nacimiento del artista.

Custic recuerda la emoción que le produjo poder interactuar con la obra de un creador del que tanto había oído hablar en Canarias. "A partir de ahí, me puse a investigar sobre César y me di cuenta que nuestro discurso estaba muy conectado", comenta.

El joven tinerfeño presenta en Taro de Tahíche una instalación concebida como una experiencia estética totalizadora, donde mezcla escultura, videoarte, sonido, realidad aumentada y videocreación 3D.

"La idea era que mi obra entrara en simbiosis con la suya y que fuera como una fórmula matemática en plan: Filip Custic más César Manrique, ¿igual a...?", explica.

La obra consiste en una reinterpretación de una de las esculturas móviles más conocidas de Manrique, en una suerte de ecuación que se resume más o menos así: "Ego hiperrealista + juguete del viento = escultura cinética hiperreal a escala y semejanza de Custic".

El artista subraya cómo desde hace mucho tiempo quería "experimentar con escultura hiperrealista", pero nunca había tenido la oportunidad de hacerlo. Y justo cuando la Fundación César Manrique le encargó este trabajo, encontró a un grupo de creativos dedicados al hiperrealismo y les expuso su proyecto.

"A partir de ahí", continúa, "llevé a cabo esta idea, ya que toda mi fotografía y mi creatividad hablan sobre el hiperrealismo y cómo se va más allá de lo real".

La escultura, que se podrá ver hasta el 1 de septiembre, está rodeada de placas de cristal que generan diversos efectos lumínicos y ópticos que, junto con el motor interno de la pieza, logran su movimiento.

La pieza está animada por la referencia a la obra de Manrique. Si bien los motores de las esculturas móviles del artista de Lanzarote eran el viento y la naturaleza, para Custic el motor pasa a ser algo que está en el interior de la propia obra y del sujeto.

Los juguetes del viento de Manrique tienen un eje sobre el que gira la estructura. Filip Custic lo ha eliminado y es él mismo la referencia en torno la que orbitan todas esas esculturas.

Al mismo tiempo, ha cambiado el material y, en vez de utilizar metal, ha usado placas de cristal que, al girar, generan información sobre la realidad, algo "muy importante porque se juega con los efectos ópticos muy vinculados a su discurso", aclara.

La obra está relacionada con la simbiosis entre arte y tecnología, elemento este último al que Custic recurre través de Instagram en su lectura de César Manrique. "He hecho un filtro para Instagram en el que la gente, desde cualquier parte del mundo, puede tener una experiencia con la pieza porque, se crea un filtro y se podrá ver la escultura puesta sobre su cara o cabeza", explica.

Se trata, continúa, de "disfrutar de ella de forma virtual, porque pienso que el elemento nuevo del siglo XXI es la tecnología y lo virtual y eso nos permite elevar la obra de Manrique, actualizarla y llevarla al siglo XXI".

La obra de Filip Custic está conectada a la tecnología, pero el joven creador precisa que, gracias a Manrique, ha "empezado a escuchar más a la naturaleza, porque da mucha información que el humano está omitiendo y en ella se puede sacar mucha inspiración".

"Tecnología y naturaleza suenan antagónicas, pero realmente podemos darle la vuelta a ese planteamiento y hacer que vayan cogidas de la mano sin que una destruya a la otra", propone.

Del creador de los Jameos del Agua y el Mirador del Río, asegura sentirse atraído por la filosofía en la que predica que el arte "no debía destruir la naturaleza para crear arte, sino que este se debe integrar en la propia naturaleza".

"Eso me parece un aprendizaje muy importante porque, normalmente, lo humano tiende a romper lo que ya existe y a construir sobre eso. En cambio, lo de Manrique es elevar lo que ya había en la Tierra y complementarlo", señala.

A su juicio, la obra de César es "muy sana, no destructiva y empodera mucho el discurso naturalista al que hay que darle mucha fuerza porque estamos destruyendo el planeta, añade