La herencia que la antigua Roma ha dejado a las sociedades occidentales, sobre todo las surgidas en el área mediterránea y en el centro de Europa, no sólo está presente en la lengua, el derecho o la propia organización administrativa, sino que también marca muchas de las tradiciones funerarios que se practican hoy en día en los cementerios.

Trinidad Nogales Basarrate, doctora en Arqueología por la Universidad de Salamanca y directora del Museo Nacional de Arte Romano, pondrá hoy sobre el tapete las principales conclusiones a las que ha llegado tras las investigaciones y estudios que ha realizado sobre el mundo funerario de la antigua sociedad romana, sobre todo el que existió en Mérida, la Augusta Emerita.

La profesora presentará la ponencia titulada Iconografía de una sociedad a través de sus retratos funerarios, en la que ahondará en el significado de la retratística romana, muy vinculada a las costumbres sociales sobre la muerte y la vida cotidiana del imperio. El acto se desarrollará hoy, a partir de las 20:00 horas, en el Espacio Cultural de CajaCanarias de Santa Cruz de Tenerife, con entrada libre hasta completar aforo.

"La imagen personal tenía un altísimo valor en la antigua Roma, y ahora también. En la sociedad romana existió el derecho hacia la propia imagen, aunque en la época republicana era privativo de una elite, pero con el tiempo se convirtió en algo general para toda la población. En todos los estratos sociales querían tener una representación de sí mismos como legado para la posteridad, por eso no dudaban en representarse en los diferentes tipos de monumentos funerarios que construyeron".

Los yacimientos localizados en la singular Mérida, fundada en el año 25 a. C por el emperador Octavio Augusto para acoger a los soldados veteranos de las legiones V y X que lucharon contra los cántabros y astures en el norte de España, son la base argumental sobre la que disertará la doctora Nogales.

"Con el paso del tiempo, entre los siglos I a.C y V d.C, los habitantes de esta colonia fueron dejando la impronta de su paso en sus imágenes funerarias en distintos formatos, pinturas, esculturas en bulto redondo o relieves en monumentos tipos altar, en los que aparecía el retrato del difunto. El soporte y el formato dependía del estatus social del difunto, como ocurre hoy en día".

Analizar la iconografía de los retratos funerarios siempre ofrece mensajes significativos, como el tamaño de las figuras representadas o la calidad de las pinturas realizadas, reflejo de una sociedad muy clasista en la que se debe tener en cuenta que una parte de la población no era libre, sino esclava. Con el paso de los siglos se fue extendiendo a otros sectores sociales y se convirtió en algo más común.

"El que no podía hacerse un retrato de primera calidad pues lo hacía de segunda, pero ellos querían tener en su tumba una imagen suya para que quedara su memoria en el futuro, igual que ahora, que se ponen fotografías. Aquellas imágenes pintadas o esculpidas siempre iban acompañadas de un texto, como hoy en día, en el que se decía el nombre, la edad, el lugar de nacimiento, dónde murió o su cargo social, entre otros detalles personales. La costumbre era colocar siempre una placa funeraria, como lo hacemos nosotros", matizó.

El estilo que domina la mayoría de los retratos funerarios era realista, para que se pudiera identificar al difunto y poder ser reconocido. "A veces también había cierta dosis de narcisismo, porque a la gente se le representaba más joven de lo que era, más agraciada, querían presentarse de la manera más digna posible, como ocurre hoy".

Los modelos de monumentos funerarios que dominaban en el vasto imperio romano eran, sobre todo, los procedentes de Roma, pero con el tiempo se acuñaron otros propios de cada zona, como sucedió en Mérida. "Eran estelas con retratos, unos relieves con forma de templete en cuyo interior se metía la imagen del difunto. Este tipo se llama emeritense porque se produce mayoritariamente en Mérida. Sin duda, el taller que se asentó allí presentó el producto y tuvo mucho éxito, como sucede en la actualidad, cuando se pone de moda un tipo de lápida que diseña un cantero de la zona, que lo usa todo el mundo, y sin embargo en el cementerio del pueblo de al lado hay otro".

La directora del Museo Nacional de Arte Romano defiende la idea de que hemos heredado gran parte de las costumbres y rituales funerarios de Roma, como los retratos, hoy fotografías, los textos con los datos del finado, la despedida del difunto o el banquete familiar que se hacía en muchos pueblos de España en su memoria, y que se está perdiendo con el paso de los años.

"Nuestra cultura está basada y es netamente clásica. La lengua, el derecho, las comunicaciones, incluso el concepto de la unión Europea, un territorio unificado administrativa y económicamente, e incluso religiosa, vino del imperio romano".

Las principales conclusiones a las que ha llegado esta investigadora, que ha centrado su trabajo en los restos funerarios de Augusta Emerita, destacan la calidad y la variedad de los materiales localizados en esta importante yacimiento romano de la península ibérica.

También indicó que desde su punto de vista "los romanos, al despedirse de la vida, tenían exactamente las mismas inquietudes que nosotros; es decir, dejar a los familiares la mejor memoria de nuestro paso por la vida, al igual que los padres dejar en herencia a sus hijos una serie de normas y valores, una mejor posición en la vida y en el mundo. La misma lucha que tenían los antiguos en este sentido, lo tenemos nosotros. Lo mismo ocurre con la preocupación por la imagen de los personajes públicos, porque detrás de la imagen de cada persona hay un mensaje clarísimo".