Ramón Campos, guionista de series reconocidas como Gran hotel, Velvet y Fariña, entre otras, acaba de publicar su primera novela, El orfebre (Editorial Planeta), una historia de aventuras y amor ambientada a finales del siglo XIX. El protagonista, un joven de 17 años que trabaja en el taller de orfebrería de su padre, se lanza a un peligroso viaje por el mundo para encontrar el diamante más grande que jamás se haya visto para conseguir casarse con la hija de un aristócrata de la que se ha enamorado, con un plazo máximo de 100 días.

¿Cómo surgió la idea de escribir una novela y esta historia en particular?

Encontré en una librería de viejo el Manual del diamantista, libro publicado en Barcelona en 1880 que habla sobre cómo se tallan los diamantes. Me llamó poderosamente la atención que en esa fecha ya se publicase una obra como esta y comencé a documentarme sobre este mundo. Así, encontré una historia sobre unas minas en Sudáfrica, en Kimberley, donde hallaron un diamante al pie de una montaña que acabó convirtiéndose en un agujero de 240 metros de profundidad.

Tardó más de 100 días en escribirla, supongo.

Bastante más. Llevo con este orfebre más de cuatro años para intentar que llegue a Barcelona junto a su amada.

¿De usted qué hay en sus páginas?

La parte en la que el orfebre ansía el amor platónico y se da cuenta de que el amor verdadero no es algo desconocido o ideal sino que está a tu lado día a día, y luego lo que mi padre me enseñó del legado a los hijos: amor al trabajo, ser fiel a uno mismo, respetar a los otros, todas esas enseñanzas que el padre del orfebre le da a este.

¿Qué predomina, la aventura a lo Indiana Jones en busca del tesoro o una historia de amor al estilo de 'Titanic'?

En realidad ninguna de las dos. No es aventura porque el pobre no tiene látigo ni sombrero, y encima no le van las cosas demasiado bien. Prefiero compararlo con novelas de amor épico, donde los personajes son capaces de ir al fin del mundo para alcanzar su sueño.

¿Se planteó algún perfil de lector antes de planificarlo?

Al principio no, luego me planteé un destinatario más femenino, pero al desarrollar la historia, con sus aventuras y desventuras, resultó una novela para todo tipo de público. Se la leyó un amigo y le gustó, y se la dejó a su hija y también.

¿Cómo espera que sea recibido?

Espero que muy bien, que la gente la disfrute. En una serie te la juegas en cada capítulo, mientras que en la novela, en unas semanas.

¿Para cuándo una nueva entrega?

Ahora mismo no me lo planteo, pero supongo que al final volveré. Aunque tuve momentos duros porque no encontraba salidas a tramas o personajes, en el fondo sí que he disfrutado mucho ese viaje en que estos fueron cogiendo vida propia y actuando sin contar conmigo, y de repente me encontraba con que hacían giros y tomaban decisiones que no me esperaba que fueran a adoptar en ese momento.

¿Qué personajes le han quitado más el sueño?

En mi día a día no escribo literatura sino series, y la novela se convirtió en una especie de fuga a donde podía irme cuando quería descansar de mis guiones. En esa dinámica, puedo decir que todos los personajes en el momento en que cogen vida se convierten en maravillosos sueños y maravillosas pesadillas según el día, y los de esta novela, igual que los de mis series, me aportaron momentos de satisfacción y de desasosiego porque no conseguía darles coherencia.

¿Qué prefiere, guion de cine, guion de televisión o novela?

Las series son muy difíciles porque tienes que enganchar a mucha gente durante muchas semanas; no es sencillo por ejemplo captar la atención durante ocho capítulos de espectadores muy diferentes de todo el mundo en una plataforma como Netflix. El cine lo disfruto porque es una historia cerrada que en noventa páginas puedes contar un arco de transformación de un grupo de personas, y no necesitas tramas secundarias como en la televisión, donde debes tener una arquitectura narrativa mucho mayor. Por su parte, en la novela puedes desarrollar unos mundos que ni el cine ni la tele te permiten.

¿Es más hijo suyo esta novela que sus guiones?

Escribir televisión y cine es un proceso colectivo de unas 200 personas, mientras que en la novela empiezo yo, acabo yo y en el camino estoy yo, por lo que la relación ha sido más íntima.

Como guionista, ¿de qué trabajo está más satisfecho?

Nos lo hemos preguntado muchas veces, quizás Gran hotel por las consecuencias que tuvo en su momento, ya que nos lanzó al mercado internacional, y Fariña porque fue un giro a lo que nos pedían, que eran dramas románticos.

De sus nuevos proyectos, ¿cuál le está atrapando más?

El documental sobre el crimen de Alcasser, después de año y medio metidos en esta historia, porque para mí era importante el respeto a las familias y encontrar la verdad que yo considero que hay detrás del caso. Y Alta mar, para Netflix, que se estrena en un par de semanas.

¿Es más difícil trabajar para Netflix que para las cadenas?

No hay una dificultad añadida, pero sí características diferentes. 45 revoluciones, por ejemplo, yo sigo convencido de que va a acabar funcionando en plataforma pero en Antena 3 no cuajó. En cambio, Movistar no busca tanto el dato sino más obra de autor. Los problemas surgen si no eres consciente de para quién estás trabajando.