El Teatro de El Sauzal despide ese fin de semana la primera edición de la Muestra Escénica Iberoamericana. Este adiós llega con uno de los platos fuertes de la programación, la presencia de la compañía La Zaranda, Premio Nacional de Teatro, con El desguace de las musas. El actor Gabino Diego, premio Goya por ¡Ay, Carmela!, habla sobre este montaje escrito por Eusebio Calonge y dirigido por Paco de la Zaranda. Se trata de una propuesta arriesgada, como todo lo que hacen. "Siempre aportan algo nuevo, siempre están creando algo distinto", destacó el actor. El espectáculo podrá verse hoy y mañana a las 20:00 horas.

El desguace de las musas en un cabaret decadente, un espacio que además tiene su inspiración en un local que cerró hace 20 años...

Está inspirado, según dice Eusebio Calonge, el autor de la obra, en la Bodega Bohemia de Barcelona.

También dice Calonge que esas musas viven actualmente aletargadas dentro de la cultura occidental.

La función tiene muchas lecturas y el espectador puede sacar las conclusiones que quiera.

Háblenos de su personaje. Es una especie de graciosillo, ¿no?

Mi personaje es el que, de alguna manera, tiene ganas de renovar este cabaret y sobre todo tiene un sentido más de marketing. Su deseo es atraer público de una manera más facilona. El resto de artistas, sin embargo, funciona de otra manera. Es el personaje opuesto, de alguna manera. Luego está el personaje de la poeta que solo habla de poesía, por ejemplo, y distintos personajes que insisten en que lo que está de moda es lo antiguo. Todos van en el mismo barco, que se está hundiendo.

¿Cómo ha respondido al público a esta propuesta?

Estrenamos a primeros de año, en febrero, y una obra de La Zaranda nunca te deja indiferente. Es un espectáculo especial y ya es de por sí una maravilla poder verlo. Es un lujo. La Zaranda tiene seguidores fieles que cada dos años quieren ver su nuevo trabajo. Siempre aportan algo nuevo, siempre están creando algo distinto a lo anterior pero, además, siempre lo hacen manteniéndose en su estilo.

Una compañía que ha cumplido ya cuarenta años tiene que tener algo especial, por fuerza.

Eso es lo que me alucina, además se arriesgan y no se quedan en lo que les funciona. Tratan de innovar cada vez que se suben a un escenario.

¿Es la primera vez que actúa con ellos?

Sí. Estuve ensayando con ellos una obra que se llama La extinta poética, con la que por cierto están ahora de gira. El proyecto se retrasó y me fui a hacer otra cosa. Al cabo del tiempo me llamó Eusebio y me dijo que tenían ganas de que participara en el siguiente espectáculo y que yo encajaba bien dentro del papel. De todas maneras conozco su trabajo desde hace 40 años y somos amigos desde hace mucho. Siempre he seguido su trabajo y les he admirado mucho. Es un lujo siempre tener a La Zaranda, para mí es un ejemplo a seguir de autenticidad, de honestidad y creatividad.

¿Qué papel juega aquí el espacio escénico?

Es una obra que está concebida desde una idea muy clara. Tenían claro que se iba a hacer una obra de teatro con ocho mesas y dos escaleras y eso es lo que se va moviendo durante toda la función. Me sorprende porque en el espectáculo anterior eran ellos tres y solo tenían un cartón y dos carritos y aquí han decidido esto. Las mesas van transformando el escenario.

Dice la crítica que esta obra tiene aires de guiñol y de esperpento...

Sí, y es cierto. Toca muchos temas. Hay un auto sacramental y hay algo de guiñol. Tiene muchos estilos, también hay cabaret y musical.