El año pasado asistieron durante cuatro meses a un mentorado con el narrador español Pep Bruno en Guadalajara, estudiando, leyendo, debatiendo, acompañándolo a sus funciones. Los chilenos Nicole Castillo y Andrés Montero, que forman la compañía La Matrioska, llegaron a España con una beca concedida por el gobierno de su país que les permitió conocer nuevos espacios y públicos, además de fomentar contactos que les han permitido crear el podcast Iberoamérica de cuentos y asistir esta semana al Festival Iberoamericano de Narración Oral, que se desarrolla en la capital tinerfeña.

En sus espectáculos ellos se nutren sobre todo de la tradición oral chilena, de textos propios y de cuentos de autor, sobre todo latinoamericanos. Para ello se preparan siguiendo un método que comporta varios pasos: primero, hay que elegir el cuento teniendo ganas de contarlo; después se debe adaptar ese cuento al contexto de época y lugar; a continuación, según su estilo, lo escriben o no; posteriormente identifican los núcleos, que es "lo que hay que contar sí o sí", explican, y las catálisis, lo que va entre núcleo y núcleo, que es donde se la juega el narrador, ya que decide cómo lo va a contar. "Cualquiera puede decir que Caperucita salió de la casa y se encontró al lobo, pero qué pasó entre medio: la catálisis es el momento de más improvisación, de juego, donde puede participar el público y cambia en cada función según la respuesta de este", comentan, para terminar con el último paso: puede incluir o no una introducción, al estilo de "había una vez" o "ya que estamos aquí me acordé de?".

Andrés Montero apunta que cuando escribía sus cuentos y la gente los leía, le decían que les gustaban, pero no sabían decirle qué parte: "Pero al empezar a contar descubrí que la cara del público me informaba en tiempo real de su respuesta, si le daba risa, si se emocionaba, si se aburría, si no tenía sentido, en un diálogo directo en el que yo transmito desde la honestidad y el público responde igual, sobre todo los niños". De estos refiere que son más sinceros y entran más rápido en la historia porque están más acostumbrados a que les cuenten; en cambio, "el adulto ha perdido esa costumbre, la ha olvidado, pero se emociona en cuanto se deja llevar".

La Matrioska, además de compañía, es una productora cultural con proyectos de recuperación de la memoria colectiva en barrios populares, y que gestiona un espacio, La Casa Contada, donde organizan cada viernes La rueda de los cuentos. "Al principio acudían unas 15 personas, pero ahora tenemos una lista de reserva para un espacio donde caben 90", enfatizan.

En Chile, hay pocos narradores orales profesionales, unos 20, pero, según refieren, últimamente hay "un boom de esta tradición que se había perdido por la aparición de la televisión", donde resurge "la necesidad de juntarse para contar historias", con unos 300 no profesionales que llenan bares por las noches.

"Contar es encender un fuego que nos hace tribu, que nos vuelve a conectar, que nos vuelve a hacer comunidad, en un proceso que genera instancias de encuentro en torno a la palabra", concluye Nicole Castillo.