El genio de la composición fílmica Ennio Morricone ha visitado nuestro país con sendos conciertos en Bilbao y Madrid, en los que ha sabido impregnar los recintos de 60 años de emociones, estremeciendo vellos y oídos que respondían visceralmente a historias tan inmortales como las partituras que las hicieron volar.

Más de 700.000 personas han disfrutado ya de su última gira mundial: un repaso grande y mágico como lo es la historia del cine, con una orquesta y coro de 200 personas y la portuguesa Dulce Pontes como artista invitada.

Nacido en Roma en 1928, Morricone se inició en la música estudiando trompeta, el instrumento que tocaba su padre, y esos vientos del sur que soplaron en sus míticas producciones se han hecho muy presentes entre tubas, oboes y fliscornos, tan cerca de los escenarios donde se rodaron algunas de las escenas que le inspiraron.

Tras más de 400 piezas, a Morricone lo adornan dos Óscar, tres Grammy, cuatro Globos de Oro y un León de Oro honorífico, además de 27 discos de oro, siete de platino y el honor de haber trabajado con realizadores tan dispares y afamados como sus películas: Bernardo Bertolucci, Gioseppe Tornatore, Oliver Stone, Terrence Malick, Quentin Tarantino, Brian de Palma o Pedro Almodóvar. A continuación, algunas de sus mejores bandas sonoras que todos hemos escuchado alguna vez.

"Por un puñado de dólares" (1964)

Silbidos, látigos o gritos se mezclan con los sonidos de las guitarras, las trompetas y hasta el arpa de boca para una innovadora composición que marcó el estilo musical de los "spaguetti western" y dio a conocer al mundo el genio de Morricone.

"El bueno, el feo y el malo" (1966)

Con apenas un par de notas de flauta y de arpa Morricone introduce al espectador en el ambiente de este mítico wéstern y hace que su banda sonora sea una de las más populares y reconocibles de la historia del cine.

"El clan de los sicilianos" (1969)

Morricone demostró con esta película que era capaz de adaptar su música a cualquier género y realizó una de las composiciones más bellas para una película de robos, ligera e intensa a la vez, sin olvidar sus característicos silbidos.

"Novecento" (1976)

Bernardo Bertolucci se rindió al genio de su compatriota, del que dijo que había compuesto "uno de los himnos más bellos de la historia del cine" para esta historia del proletariado italiano en la que la música de Morricone y la fotografía de Vitorio Sttoraro la convirtieron en una obra de arte.

"Días del cielo" (1978)

La película maldita de Terrence Malick ha visto reconocido su valor cinematográfico con el paso del tiempo pero la música de Morricone fue considerada desde el principio como una de sus mejores partituras y fue su primer trabajo nominado al Óscar.

"Erase una vez en América" (1984)

Magistral ejercicio del compositor, que creo estilos diferentes para marcar las diferentes épocas en las que se desarrolla la historia. Y no dudó en utilizar piezas ajenas, como la conocida "Amapola", para redondear una banda sonora que alcanzó cotas de belleza que se creyeron insuperables en aquel momento.

"La misión" (1986)

La consagración de Morricone con una complejísima banda sonora que supo captar todos los matices de esta historia de religión, de sacrificio y de abuso de poder. Épica en muchos momentos y delicadísima en piezas como "El oboe de Gabriel", una nueva demostración de la adaptación del maestro a las necesidades de cada historia.

"Los intocables de Elliot Ness" (1987)

El dramatismo de la lucha contra la mafia por parte de agentes federales en el Chicago de la Ley Seca queda reflejado en una música más clásica de lo habitual en las composiciones de Morricone y que sirve de perfecto acompañamiento a la heroicidad de Ness y sus colegas.

"Cinema Paradiso" (1988)

Difícil de olvidar la imagen del joven Salvatore bajo la lluvia esperando a que Elena abra la ventana. O la del niño aprendiendo el arte de la cinematografía de manos de Alfredo. Sin la música de Morricone esas escenas no formarían parte del imaginario colectivo.

"Malena" (2000)

¿Cómo captar musicalmente el amor platónico? Solo hay que escuchar la banda sonora de este filme de Giuseppe Tornatore para entenderlo. Tristeza, melancolía y esperanza a partes iguales se deslizan entre sus notas en una composición más sencilla y menos orquestal.