La arquitectura es un arte. Una de las conocidas como artes visuales. Y, como todo en este mundo, se está digitalizando. Pero cuando pensamos en la arquitectura y el mundo digital lo relacionamos más con soluciones constructivas que con cultura, arte y belleza. Tal vez es que quizás aún no lo hemos conseguido relacionar. La humanidad va deprisa, pero a veces no tanto. En el mundo del arte hace mucho tiempo que sí se han dado pasos importantes, el movimiento Fluxus, por ejemplo, hace ya muchos años que vio el ordenador como un instrumento de formalización, que permite liberar las relaciones entre el signo y el sentido: Brion Gysin o Alison Knowles, y otros artistas como Nanni Balestrini, Theo Lutz, Emmett Williams sí lo han conseguido.

Otras obras de arte diseñadas como espacios inversivos, nos revelan la llegada de un mundo digital que podemos ver en el trabajo deDriessens & Verstappen, Peter Campus, Casey Reas (el creador del programa Processing) o Charles Sandison, sin embargo, la arquitectura como arte aún no es demasiado considerada por los que gestionan la cultura y quieren digitalizar las empresas culturales y que estas se modernicen e internacionalicen. Es difícil encontrar ayudas culturales que recojan esta necesidad que considero imperiosa, porque de todas las artes, la arquitectura es la que puede aportar además de una función concreta (crear una casa, por ejemplo, o un edificio de oficinas) añade mas belleza al mundo o una belleza mas visible, porque nos rodea por todos lados, es la gran creadora (o destructora, cuando es mala) de paisaje cultural.

El primer museo digital de bellas artes de París se encuentra en la fundición del siglo XIX. Es el Atelier des Lumière, un museo digital dedicado a las bellas artes en el que se muestran coloridas proyecciones de pinturas de principios del siglo XX, incluidas las de Gustav Klimt y Egon Schiele. No me gusta nada su contenido, pero sí me resulta interesante (por supuesto, tratándose de patrimonio industrial, y conociendo mi pasión por espacios como el Tanque no podría ser de otra manera) que esté ubicado en una antigua fundición. Es un museo que reacciona ante el impacto de la tecnología en el mundo y trata de analizar la forma en que las personas experimentan el arte, pero se olvida de algo fundamental: la autenticidad. Y desde luego también se olvida de la necesidad de la calidad en la arquitectura.

Más interesante es el museo de arte digital Mori Building, en Tokio: una experiencia multisensorial. El colectivo de arte digital teamLab, que lo ha creado, del que ya he escrito alguna vez, es un grupo multidisciplinar formado por artistas, científicos y más, que ha realizado múltiples exposiciones en los últimos años mezclando arte arquitectura y lo digital. Mori Building Digital Art Museum: teamLab Borderless, fue anunciado como el primer museo de arte digital del mundo, se presentó en Odaiba el 21 de junio de 2018.

No hace falta decir que el Museo de Arte Digital Mori Building es diferente a cualquier otro museo. Este espacio de 10.000 metros cuadrados utiliza 520 ordenadores y 470 proyectores para crear una experiencia que estimula los cinco sentidos. Es un lugar que, si dejas que tu curiosidad e imaginación vaguen, te permite elegir con libertad cualquier camino para comenzar. En el interior nunca encuentras las mismas piezas de arte, ya que el arte es dinámico y está en constante movimiento. En tan solo unos minutos, puede experimentar un cambio de escenario: una explosión de flores de color púrpura aquí, una lluvia de girasoles allí, incluso mientras estás en el mismo lugar. El arte se mueve libremente. Al caminar por los pasillos, y luego se desvanece a la vez. Se dice que todo el arte es una experiencia inmersiva, y en un museo como este realmente puedes sentirlo así. Sin embargo, ¿cómo es posible?, la arquitectura, el edificio que contiene estas maravillas, no tiene nada de interés. ¿Es acaso imposible unir arte, digitalidad y buena arquitectura?