La compañía La Cubana es una de las compañías de más solera del territorio nacional. Su último montaje, Adiós Arturo, es una auténtica celebración de la vida que parte, irónicamente, de un funeral. Jordi Milán, su director, defiende el teatro inspirado en la cotidianidad. El teatro de las bodas o los funerales. Adiós Arturo, cuyos precios oscilan entre 30 y 40 euros, se escenificará del viernes 26 de abril al 5 de mayo en el Teatro Guimerá.

¿Por qué la compañía La Cubana se ha hecho de rogar para escenificar su obra en Canarias.

Hacía 16 años que no íbamos a Tenerife. En 2003 representamos Mamá quiero ser famoso. La razón principal es por la cuestión logística. Nuestros espectáculos son grandes y complejos y no es fácil traerlos a Canarias. El anterior espectáculo, Campanas de boda, estuvo a punto de representarse aquí, pero al final no cuajó.

¿Cómo ha evolucionado La Cubana desde sus inicios en 1980 con Del vicis capitals hasta la actualidad?

En lo esencial no hemos cambiado. En sus inicios fue una compañía amateur y hacíamos teatro por placer. Tuvimos la suerte de que en uno de nuestros primeros espectáculos fue mucho público y nos empezaron a contratar en toda España. Nunca se nos había pasado por la cabeza dedicarnos profesionalmente al teatro. Pensábamos que iba a ser una aventura de un verano, pero tuvimos la suerte de tener el apoyo del público y ya llevamos casi 40 años. Seguimos siendo una compañía de teatro artesanal. Antes cargábamos cajas de cartón en furgonetas alquiladas y ahora viajamos en avión, pero el espíritu sigue siendo el mismo: ante todo el teatro.

¿Existe un estilo La Cubana?

Supongo que sí. Nuestras obras se basan en los personajes y los textos están muy cuidados. Siempre hablamos de lo mismo, del teatro que existe en la vida cotidiana, que todos hacemos en las convenciones sociales: bodas, entierros… Nuestro teatro es casual, se basa en la observación de conversaciones ordinarias. Esa conversación que escuchas a la vecina en la escalera de tu casa. Los personajes son reconocibles por todo el mundo. Todo lo ambiéntanos con mucho humor, música y colorido.

Soléis apostar por una escenografía recargada. Supongo que Adiós Arturo no será una excepción.

Sí, nuestros espectáculos siempre tienen mucha parafernalia no solo a nivel de decorados sino actoral. En la obra aparecen 10 actores que encarnan 80 personajes distintos, por lo que el público tendrá la sensación de que son muchos más intérpretes.

¿Los funerales son la comedia de los vivos?

[Se ríe] Nuestro anterior espectáculo se ambientaba en una boda. Y ahí hay mucho teatro. En el caso de un funeral, de un rito para despedirnos de este mundo, también hay mucho de teatro. Utilizamos para expresar sentimientos profundos frases hechas de la época de mariacastaña: te acompaño en el sentimiento, no somos nada… No queríamos representar el funeral de una forma directa porque la pretensión es que el público se divierta y no que le vengan a la memoria recuerdos desagradables de experiencias personales.

Este montaje aparte de entretener, ¿quiere hacer pensar al espectador?

Lo principal es que el público venga a divertirse. El mensaje que subyace detrás de este montaje es que es un canto a la vida. El protagonista de la obra probó todo tipo de experiencias a lo largo de sus 101 años y para su despedida no quería un funeral al uso sino una fiesta de despedida

¿Qué piensa del teatro que se emite en televisión?

La televisión de por sí es ya un teatro. El teatro que se emite en televisión se retroalimenta de la televisión, en la que hay mucho teatro. Nosotros hemos hecho alguna intervención en televisión, por ejemplo, un especial de Nochebuena, en la que representamos una cena de Navidad, en la que los familiares representan un papel. Era como un juego de espejos. En la televisión tradicional actual es muy difícil hacer cosas originales.

¿Ha pensado en escribir una obra sobre el desafío independentista de Cataluña?

Nunca hemos tocado el tema político porque es algo que nunca nos ha interesado. No vamos a hablar de la independencia ni nada de eso. Además, por qué voy a hablar de mi competencia. Los políticos son mi competencia porque hacen teatro. Eso sí, que lo hagan bien hecho. Igual que cuando la gente viene a ver a La Cubana espera que lo hagamos bien, porque si no no vuelven a comprar una entrada; espero que a los políticos no se les vea el plumero. Les voto para que me engañen bien.