En Noruega, hay un punto al sur, el más al sur de la costa noruega, donde se encuentran las tormentas marinas del norte y el sur, en Lindesnes, un municipio costero, con apenas 5.000 habitantes, conocido por sus condiciones climáticas duras e intensas, que generalmente cambian de calma a tormenta varias veces al día.

Un lugar que probablemente los que estén leyendo este artículo no habrán oído nombrar jamás. Un lugar pequeño, más pequeño que cualquier municipio costero de la isla de Tenerife, que ahora está en el mapa mundial y ha es noticia reciente apareciendo en los más prestigiosos medios de comunicación. La fusión (y visión) de un buen cliente con unos buenos arquitectos consigue que medios como Wallpaper, Forbes, la CNN o Vogue se hagan eco de la inauguración del primer restaurante bajo el agua en Europa, diseñado por el equipo de arquitectura de Snøhetta, para mí uno de los más sutiles del mundo.

El restaurante no es solo un lugar para comer, bravo por el cliente, sino que también funciona como un centro de investigación sobre la vida marina, que rinde tributo a la fauna salvaje del mar y a la costa rocosa del extremo sur de Noruega, pues el proyecto se encuentra en una confluencia única y las especies marinas que florecen allí, en las aguas salobres, producen una enorme abundancia de biodiversidad.

Fue inaugurado el pasado 20 de marzo. En la cocina, Nicolai Ellitsgaard, dos estrellas Michelin utiliza mariscos y productos de pequeños productores locales (haciendo comunidad local) que hacen capturas sostenibles de la vida marina silvestre.

En noruego, "debajo" tiene el doble significado de "abajo" y "maravilla". Medio hundida en el mar, una forma monolítica de 34 metros de hormigón rompe la superficie del agua para descansar directamente sobre el fondo marino cinco metros más abajo. La estructura está diseñada para integrarse completamente en su entorno marino a lo largo del tiempo, ya que la rugosidad de la capa de hormigón funcionará como un arrecife artificial, lo que dará la bienvenida a las lapas y las algas marinas para que lo habiten poco a poco. Los muros de hormigón de medio metro de espesor de la estructura están construidos para resistir la presión y el impacto de las duras condiciones del mar de norte.

Es como un periscopio hundido, y, la enorme ventana del restaurante ofrece una vista del fondo marino que va cambiando a medida que cambian las estaciones durante el año. Imaginemos como el ingobernable aire libre, aún frío en marzo y abril, se disuelve rápidamente a medida que cualquier visitante se introduce en el silencioso vestíbulo revestido de roble, donde el dulce aroma de la madera debe hacer desear adentrarse y bajar por la elegante escalera, también de roble. Y a medida que se va descendiendo, la superficie del techo cambia de roble a textil, hasta llegar al mar, pero a resguardo del mismo, de sus cambios tempestuosos y del frío. Dicen que la cálida y acogedora atmósfera dentro del restaurante infunde una sensación de asombro y misterio. Los arquitectos utilizan materiales textiles, hechos a medida, que parecen hacer referencia a los colores de una puesta de sol, y en el interior te encuentras los colores rosados de los atardeceres, el color del coral, el verde mar, y finalmente, por supuesto, el azul violáceo de la noche.

Donde el edificio toca el mar aparece una ventana vertical que revela el lugar donde estás, el misterio, el peligro casi, la sensación de aventura. La convergencia de mar y aire, con una línea de flotación volátil bailando a la intensidad del viento. Es algo así como el ojo panorámico del edificio, el lugar donde puedes sentir que estás en una novela de Julio Verne. Esa ventana horizontal de 11 metros de ancho y 3,4 metros de altura conecta a los visitantes con la vida silvestre del exterior.

En ninguna de las fotografías que se han realizado hasta ahora se puede ver aún lo que la imaginación ya nos revela, y es como evolucionarán los colores, gradualmente, a lo largo del día y las estaciones, con el color del agua cambiando desde el azul zafiro durante los fríos días de invierno y otoño, a los verdes esmeralda y casi dorados de las temporadas de avanzadas primaveras y veranos.