La gran ballena blanca sigue teniendo el magnetismo que le inyectó Herman Melville, una atracción que anoche atrapó la admiración de los espectadores que decidieron darse una vuelta por el teatro Guimerá para ser testigos de la primera singladura de José María Pou (Ahab) por el misterioso universo de "Moby Dick". El veterano actor catalán estuvo soberbio -el público se lo agradeció con una larga y cariñosa ovación final-, pero no menos brillantes fueron las interpretaciones de Jacob Torres (Starbuck, Ismael y otros) y el joven Óscar Kapoya (Pip y otras). Pocas veces una tripulación tan ajustada dio tantas prestaciones. Hora y media en el Pequod. Esa fue la renovadora propuesta que anudó las firmas de Juan Cavestany (autor del texto teatral) y Andrés Lima (director) en torno a un clásico que juega con la vida y la muerte de una manera hermosa. José María, Jacob y Óscar apenas abandonan el escenario en el transcurso de una travesía que acaba en desgracia. La puesta en escena es intimidatoria. Tiene lo justo para dar respuesta a una pieza tan magna, pero todos los recursos se rentabilizan desde el primer segundo con proyecciones que se precipitan desde el fondo de la caja escénica al patio de butacas.

Los monólogos de Pou tienen una fuerza natural que imploran un respetuoso silencio: palabras sabias que se enredan con las frases de Torres y Kapoya. Un triángulo interpretativo que contagia la locura a los presentes durante la persecución suicida. Pou es la pirámide sobre la que descansa una aventura que transmite una carga dramática insuperable, una función que se nace y muere con un pestañeo y que hoy, a partir de las 20:30 horas, vuelve a atracar en el Guimerá.

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