Sonó el despertador del "smartphone" como una impactante deflagración en mis oídos, y desperté de la red de tupidas pesadillas en la que estaba atrapado entre las sabanas. El capitán Warren "Rip" Murdoch exclamaba: ¡Quizás ella estaba bien, y quizá Navidad sea en julio! Me encanta Bogart en Callejón sin salida. La resaca de pesadillas nocturnas agotaba mi paciencia: ¡Adivina quién viene esta noche! ¿A cenar? Las noticias rebosan mi capacidad de asimilar chafalmejadas. Puigdemont, de paso hacia las Islas Feroe, hacia una primera visita oficial a San Borondón en busca de apoyos en paraísos fiscales. Me asustó el semblante del presidente de todas y todos los canarios (borondonianos y borondonianas incluidos) el señor Clavijo, con una caracterización mimética al naufrago Tom Hanks, denunciaba el globo sonda de los presupuestos estatales. Seguidamente, la cabra de la Legión se convertía en la protagonista del desfile del 12-O. El más difícil todavía: la reprobación del rey y la Corona por el Parlament, con la paranoia podemita (propia del extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde) votando día sí, día no. En cualquier caso, parece de una lógica aplastante el pronunciamiento siendo Cataluña una República. Bueno, no toda, después del proceso de autodeterminación de Tabarnia y la declaración de independencia de Cataluña de su presidente Albert Boadella. Una declaración con una duración de nueve segundos exactos. Pero la vida puede ser maravillosa desde las lentes de Pedro Sánchez Picapiedra y Pablo Iglesias Mármol. ¡Amigos para siempre, means you''ll always be my friend! Se mire como se mire, un acuerdo digno de Hanna-Barbera.

¡Adivina quién viene esta noche! ¿A cenar? Acaso Leslie Nielsen agarrando como pudiese todo a su paso, imitando a aquel entrenador de los Bucks llamado Del Harris. Aún no había nacido cuando aquel póquer con Sydney Portier, Katharine Hepburn, Catherine Houghton y Spencer Tracy rodaron Guess Who''s Coming to Dinner. La película describía un matrimonio interracial, ilegal en la mayoría de los estados del sur hasta el 12 de julio de 1967, seis meses antes de su proyección y dos semanas después de que Spencer Tracy filmara su escena final (dos días después de su muerte). Dicen que la Hepburn nunca vio la película completa, los recuerdos de Tracy eran demasiado dolorosos.

¡Adivina quién viene esta noche! ¿A cenar? Acaso Leslie? ¡El huracán! Bueno, aquí hay criterios, la Dirección General de Seguridad y Emergencias del Gobierno de Canarias cataloga a Leslie como ciclón y afectará especialmente a Canarias entre eldomingo y lunes. Sin embargo los expertos de Aemet o del centro nacional de huracanes de Estados Unidos lo catalogan como huracán. Lo que dicen los científicos es que, posiblemente, Leslie llegue a Canarias en forma de "tormenta tropical", como el Delta en 2005, pero es una teoría. En los bares dicen que nada de nada, ni huracán, ni ciclón, que es una tormenta tropical, una tormenta a las diez como predijo Objetivo Birmania. Obladí obladá, los expertos aconsejan no viajar y menos en yate para luego bucear? shubi dan dan shubi dan? Las relaciones Estado-Canarias inmersos en una desidia al borde del mar. Digan lo que digan llegará, salvo que don Ricardo o el padre Teide apliquen los criterios del próximo Estatuto de Autonomía de la demarcación de las aguas territoriales e impidan la entrada del ciclón, huracán o lo que diablos sea.

Nos guste o nos disguste, el tiempo siempre es el mismo. Se repite como la existencia de Bill Murray después de una tormenta en el Groundhog Day, el día de la marmota, en el filme Atrapado en el tiempo. Encendí un cigarrillo. Regresé a un día en el centro La Esperanza, una residencia para ancianos ubicada en un inmueble de principios del siglo XX declarado bien de interés cultural. Hice mi última visita a una de mis tías, por entonces ya estaba en un proceso irreversible de desvarío. Después de la merienda, me divirtió la celebración del que sería su último cumpleaños. Una decena de ancianas que reían y bailaban con la música ambiente. La fiesta alcanzó su punto álgido cuando comenzó a sonar y el I will survive. Era cachondo detenerse a observarlas. Ahí lo llevaban, un poco chepudas; algunas con las tetas grandes y extendidas por el abdomen, otras con pechos diminutos y un culo enorme. Todas con incontables arrugas como el papel cebolla. Su salud era deplorable; el libro de sus existencias se había quedado sin páginas en blanco donde escribir ni siquiera un epitafio. Pero olvidaban sus padecimientos del corazón y la memoria, con un envidiable optimismo.

Cuando se calmó el jolgorio salimos a una zona exterior ajardinada. Nos sentamos en un banco de madera debajo de lo que podía ser un ciprés. Su sombra alargada nos guarecía. Ella me analizó. Rebobiné lo que podía haber sido su juventud, y me trasladé a aquel tiempo. Una mujer guapa, elegante y con espectaculares piernas bajo las faldas.

-Bueno. ¿Quieres un cigarro?

-¿Estás de broma, Matías? Aquí no dejan fumar.

Volví a ofrecerle la cajetilla. Miró a su alrededor. No había enfermeras a la vista. Esbozó un gesto de la actriz que sabe el final de la película que está interpretando.

-¡Vale!

-¿Algo de beber?

-No, me basta con el tabaco. Me gusta mantenerme sobria cuando voy de compras. ¿A qué has venido, Matías?

-A decirte que tus hijos vendrán a visitarte.

Las relaciones con sus hijos habían terminado mal por temas de la herencia. Cuando intenté emplear mis habilidades para la distensión me contestó:

-No te equivoques. Si tuviese inocencia, no podría comprender la culpa ni perdonarla. Para poder perdonar la culpa de los otros, hay que ser tan culpable como ellos. Verás, Matías, nunca les caí bien a sus esposas. Ellas, también he de reconocer, tampoco a mí. Con mi edad, caerle bien a todo el mundo es una tarea imposible. Y más cuando se tiene dinero. Todos tenemos enemigos.

-¿Te burlas de mí?

-En los últimos años, nunca me he burlado de nadie, Matías.

-¿Servirá esta visita de algo?

-No. Sinceramente, no, Mat.

Inclinó la cabeza con suavidad, dando por concluida la visita. Nadie puede predecir qué pasará dentro una hora, un día o un año, porque todo, dentro de la infinidad de probabilidades, puede pasar. Me comentaron que sus hijos fueron a visitarla al día siguiente. Habían venido preocupados por la salud quebrantada de su madre. El director del centro los pasó a un reservado, y les informó: Ayer mejoró bastante al mediodía. Luego pasó la tarde sin fiebre. A eso de las nueve y media regresaron los temblores. Luego se volvió a acostar, estuvo viendo un poco la tele en el cuarto. A las diez durmió un rato, con mucho reposo. Y a las once, murió.

¡Adivina quién viene esta noche a cenar! ¿Haruki Murakami con el premio Nobel bajo el brazo? ¿Fernando Redondo con treinta años menos? ¿El Guerrero de Goslar en aquel otoño de 1973? Si me dieran a elegir me gustaría que fuera Domingo López Torres el que tocara a la puerta y me explicara después del paso del ciclón, huracán o tormenta tropical, su interpretación de la lluvia en el fondo de los charcos.