Madre de 16 hijos y responsable de uno de los mayores imperios del siglo XVII, la emperatriz reformadora María Teresa de Habsburgo nació hace ahora 300 años y Viena le rinde homenaje.

Ésta es la historia de María Teresa de Habsburgo (1717-1780), Reina de Hungría, Archiduquesa de Austria, Duquesa de Milán y Emperatriz consorte del Sacro Imperio Romano Germánico, entre muchos otros títulos nobiliarios.

Austria conmemora este año el 300 aniversario de su nacimiento, el 13 de mayo de 1717.

Varias exposiciones recuerdan desde hace meses a esta mujer, posiblemente la monarca más influyente que tuvo el antiguo Imperio de los Habsburgo.

La muestra central, titulada "300 años de María Teresa: estratega, madre, reformista", está repartida entre cuatro lugares diferentes de Viena y del estado de la Baja Austria.

María Teresa intentó aunar el trabajo y la familia, una labor que persiguieron generaciones de mujeres en Europa y en el mundo entero, dice Elfriede Iby, una de las comisarias de la muestra.

La exposición, abierta al público entre mitad de marzo y finales de noviembre, cuenta el legado de la emperatriz con cuadros, documentos, muebles, artefactos de la vida cotidiana y fotografías.

Si bien el emblema de Austria es otra emperatriz, Isabel de Baviera, más conocida como "Sisi", por ser todo un modelo a seguir en "belleza, deporte y moda", María Teresa era más "auténtica" y tenía un talento especial para la política, señala Iby en declaraciones en Viena.

Quizás no era tan bella ni tan conocida como "Sisi", pero para muchos austríacos sigue siendo una mujer fuerte, con carácter que hizo de un Imperio en quiebra uno de los más poderosos de Europa en el siglo XVII.

"Por primera vez tienen los Habsburgo un hombre (en el poder) y resulta ser una mujer", escribió una vez el rey Federico II de Prusia sobre la emperatriz austríaca por su fuerte carácter y tesón.

Cuando María Teresa llegó al poder en 1740, tras la muerte de su padre Carlos VI, rápidamente se dio cuenta de las malas políticas económicas de su progenitor y comenzó con una serie de reformas que iban a cambiar el Imperio para siempre.

Entre las reformas que instauró la monarca destaca la introducción de la escolaridad obligatoria y la reducción del poder de la Iglesia para alejarla de la corona y devolverla a la sociedad, a pesar de ser una católica devota.

"En la familia dinástica se creía que el poder había sido otorgado por Dios, por lo que la legitimación del poder estaba conectada con el pensamiento católico", explica Iby.

Dentro de su reforma sanitaria, María Teresa implantó la obligatoriedad de realizar autopsias a todos los fallecidos.

De esta forma, se pudo profundizar en la investigación de diferentes enfermedades y se creó uno de los registros de autopsias más importantes del mundo en aquella época.

Por otra parte, la emperatriz austríaca era conocida en el continente como la "suegra de Europa", por concertar matrimonios de sus hijos con las dinastías europeas más importantes, alianzas con las que pretendió hacer su imperio más fuerte.

Sin duda, su hija más famosa fue María Antonieta, casada por su madre con Luis XVI de Francia, siempre con la esperanza de acabar con las hostilidades entre ambos reinos.

Los monarcas franceses murieron en 1793, en la guillotina, durante la Revolución Francesa.

Un siglo y medio después, la figura de María Teresa fue usada por los nazis en Alemania como un símbolo de "la ama de casa" y "la soberana germana".

"Por una parte, Hitler estaba fascinado con Federico II de Prusia, y por otra por María Teresa, como representación de la mujer alemana", concluye al comisaria.

No obstante, la mítica monarca representa hasta hoy para muchos austríacos lo que para los británicos es la Reina Victoria o Isabel la Católica para los españoles.

Muestra de ello es la gran cantidad de monumentos y calles que hay dedicados a la emperatriz en Viena y otras muchas localidades de la república alpina.