La noticia ocupó un pequeño espacio en la prensa local. El Ayuntamiento de Santa Cruz ha multado a ciudadanos por faltas cometidas en el espacio público. Desde los que arreglaron un coche en la calle a esos artistas frustrados que encochinan las paredes y puertas de la ciudad con su arte imperecedero y molesto.

Pero, entre las sanciones, leo con asombro que se procedió a multar con 90 euros por cabeza a una serie de personas por orinar en la vía pública. ¿Y por qué asombro? Pues porque no sé muy bien en qué se distingue el orín de un perro del de un ser humano. Y solo hace falta darse una vuelta por las calles para comprobar que todas las esquinas, escaleras, farolas y rincones se encuentran marcadas por las huellas de los meados de canes que a veces tienen el tamaño de un portero de discoteca. ¿Por qué unos sí pueden y otros no? O meamos todos o se rompe la baraja.

Pero hay más. Entre el viernes de Carnaval y el domingo de Piñata, la ciudad de Santa Cruz se convierte en un majestuoso meadero. Los chorros de pis descienden por las calles como caudalosos ríos que van a desembocar a la bajura, en la plaza de España y la Alameda: olorosos estanques de aguas residuales donde chapotean las mascaritas, como salmones y truchas que esperan a la sardina.

Arquímedes nos ilustró en la reacción proporcional de un cuerpo que se sumerge en un líquido. Pero el tipo no dijo nada en absoluto de lo contrario: cuando se sumergen enormes cantidades de líquido en miles de cuerpos. Hay que echar mano de otra rama de la ciencia -la de Petete- que dice que todo lo que entra acaba por salir. Lo que vale, naturalmente, para el cubata y la cerveza.

Cualquier guardia armado con un talonario habría puesto centenares, si no miles, de multas a quienes, llevados por la apretura, se dedican a mear a diestro y siniestro en puertas, escaparates y garajes, que se arman de todo tipo de artilugios de plástico y cintas adhesivas para aislarse del efecto de los orines. Como esas miles de multas no se han puesto, me pregunto: ¿se puede mear en la calle o no se puede? Hawking estuvo aquí, así que puede que seamos una capital cuántica a efectos mingitorios. El gato de Shrödinguer, en este caso, puede mear y no mear al mismo tiempo. O tal vez sea un estado de la materia legal que varía en Carnavales. Pero eso debería figurar en la ordenanza. "Ciudadano: si meas en la calle un jueves te multamos, pero si es el viernes de cabalgata puedes ir a chorro libre".

Esto de las meadas cuánticas, que son falta y no son falta, al mismo tiempo, tiene sus complejidades. Es difícil de entender si no sabes de qué van los estados líquidos en esta urbe. El problema no es mear fuera del tiesto, sino del tiempo. O sea, Einstein.