El pasado viernes, los jóvenes nos dieron un tirón de orejas sobre el cambio climático y lo que hacemos. El sistema educativo y los medios de comunicación suelen estar con actitudes que miran para la alta política. Sin embargo, entiendo que, en relación a lo que ocurre con el clima y la política económica en el planeta, o la huella de carbono y el kilómetro cero, es esencial lo que pasa a escala de lo pequeño, lo local y lo familiar. ¿Qué hacemos aquí y ahora? Veamos el ejemplo de los castaños de Arafo y los boniatos de Zonzamas, cultura y cambio climático.

Hemos de entender que el castaño es una planta que demanda más de 700 litros de agua por m2 y año, y una baja insolación. Sin embargo, nuestros agricultores han sido capaces de hacerlos productivos en la ladera del sotavento de Tenerife, con menos del 50% de los recursos hídricos y una mayor insolación, en este mismo marco. Nuestros agricultores han incorporado otros frutales adaptándolos a la aridez: guindas, perales, damasqueros, etc. Han construido hornos para secar higos de las zonas altas que maduran en octubre, hornos localizados entre Arafo a Ifonche. Qué decir de la cultura del jable y la aridez, evidente entre Arafo y Vilaflor, con pequeños pasos hasta las Fuentes Cloro y El Cedro (Guía-Adeje), o la de los boniatos y hortalizas en los jables de Lanzarote.

Los llanos de Zonzamas son un ejemplo de libro que debemos incorporar a la escuela y a la Universidad; boniatos y tomates con la lluvia del desierto, con rendimiento de zonas tropicales, tomates de secano en Tías o en el jable de Costa de Teguise; qué decir de los boniatos de secano en el sur de La Palma o de la viña malvasía en los Llanos Negros (planta exigente en humedad cultivada en secano). Nuestros jóvenes y sus profesores tienen que mirar para lo pequeño, lo local, donde referencias como Greta Thunberg seguro que cogerían una guataca o un sacho y dignificarían la cultura campesino huérfana en los tiempos que nos toca vivir; y lo del viernes pasado no puede ser una nueva marca en el santoral de los tiempos haciendo del tema un día más de nuestros ritos colectivos.

Las castañas en Arafo, las almendras en Santiago del Teide-Guía de Isora, los tunos y el queso ariqueros en el Valle del Palmar (Teno Alto) no son compatibles con las zarzas y tabaibas dominantes, y menos aún en algunos de los pedazos de tierra más fértiles de Tenerife, en los que quedan menos de una docena de agricultores y ganaderos con peligros muy serios de seguridad en los próximos meses de verano cargados de combustible mientras nuestra ganadería se alimenta con forraje importado. Aquí estamos sembrando peligros serios ante los largos veranos canarios.

Necesitamos activistas locales que miren en su entorno, desde la Caleta de Famara hasta Garafía, que a la hora de alimentarse miren hacia nuestros paisanos y nuestros paisajes. Pongamos en nuestra agenda un mayor compromiso con la tierra, con más respeto a los que hacen surcos y limpian maleza. Hagamos surcos con los conocimientos, sembrando el campo, con una cultura cargada de valores que han dignificado haciendo productivo, medios y plantas. Que la cultura de los campesinos se incorpore al saber, en una lucha por mejorar la relación con el medio y evitar la aridez y los suelos pobres. Dignifiquemos la cultura hija de la sabiduría del campesino.

Al final, los maestros de la tierra en Arafo, Lanzarote, Fuencaliente son maestros del cambio climático que debemos tratar con cariño y respeto, y sobre todo aprender. Gracias por esta sabiduría que es hoy tan útil y tan necesaria en esta tierra.