Yugoslavia, país creado tras la Segunda Guerra mundial, y dirigido con mano de hierro por Josif Broz Tito, logró que los eslavos del Sur formaran un verdadero Estado multicultural y federativo. Tito fallece en 1980 y, tras sucesivas desmembraciones y guerras, se transformó, a finales de los años ochenta del siglo XX, en seis países: Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, la República de Macedonia del Norte -que tras los recientes acuerdos entre los gobiernos de Grecia y de la antigua República Yugoslavia de Macedonia, está a expensas de ratificación por sus respectivos parlamentos y en referéndum en este último- y Serbia-Montenegro. Y, a su vez, Kosovo intenta formar un Estado propio separado de Serbia, aunque pocos países lo han reconocido internacionalmente.

Por otro lado, mediante referéndum, Montenegro decidió formar Estado independiente y separarse de Serbia en 2008, hace ahora diez años.

De esos países, Eslovenia en 2004 y Croacia en 2013 -convirtiéndose en el Estado número 28- forman parte de la Unión Europea. Y los otros cuatro ya tienen la condición de países candidatos. De ellos, Montenegro es el que más avanzadas lleva las negociaciones, pues tiene, a día de hoy, abiertos 31 de los 34 capítulos de la adhesión y cerrados ya tres. Además, como moneda oficial, cuenta con el euro.

Asimismo, el país montenegrino se convirtió en junio de 2017 en Estado miembro de pleno derecho de la OTAN.

Hace un mes realicé un viaje por ese país que incluyó además Serbia y Bosnia-Herzegovina.

Lo que Croacia supuso para los europeos a mediados de la etapa finisecular del siglo pasado, con la eclosión del turismo, está ocurriendo actualmente en Montenegro, la joya desconocida del Adriático. Tiene buenas infraestructuras, precios asequibles y una red hotelera bastante decente.

Kotor es una bella ciudad con unas vistas espectaculares, así como con la carretera más bonita del país. Cada nueva curva de montaña te sorprende con una visión diferente. Tiene, además, el fiordo más bonito de Europa del Sur.

Herceg Novi tiene un bello enclave, Forte Rose, ideal para el descanso, la relajación y la paz interior.

Sveti Stefan, donde se disputó la revancha no oficial del Campeonato del Mundo de Ajedrez entre el norteamericano Bobby Fischer y el soviético Boris Spassky, es tan exclusivo que la visita al pueblo -al que hay que acceder por un puente que lo conecta a tierra firme- solo pueden realizarla los que se alojen allí. Así, que nos quedamos con las ganas de verlo. Eso sí, disfrutamos de las vistas desde la bonita y tranquila playa.

Ulcinj, pueblo marinero, es el límite con Albania, donde ya se mezclan las culturas cristiana y ortodoxa. A pocos kilómetros se accede a una larga carretera, a veces dura y, en algunos momentos, bastante estrecha, que bordea el lago Skadar, la mayor concentración de agua dulce de los Balcanes y uno de los más extensos de Europa.

Tras atravesar un puente que une los dos bordes del lago, se llega a Podgorica, la capital de Montenegro. Una ciudad un poco destartalada. Eso sí, tiene una bellísima catedral ortodoxa, que, sin duda, merece la pena visitar.

Cetinje, a escasos kilómetros, fue la antigua capital del país, es donde reside el presidente de la República y, asimismo, es la sede de las embajadas de todos los países.

Dormitor es un bellísimo parque nacional, que tiene dos lagos que se unen y que, según los vas recorriendo, el espectáculo visual es único, ya que el agua va cambiando de color para nuestras retinas.

El monasterio de Osgrod, el más venerado del país, está enclavado en una roca, una especie de Palmira europea. Miles y miles de personas se congregan allí cada día y la devoción es absoluta.

Montenegro, Adriático, Europa. Cercano, bello, tranquilo, seguro. ¿Se puede pedir más? Un país a visitar, sin lugar a dudas.

*Presidente de TuSantaCruz