Julio Carballo

Las Nubes de Magallanes son dos galaxias irregulares que se encuentran situadas a una distancia de hasta 200 000 años luz de nosotros, con una separación entre ellas de unos 70 000 años luz. Ya que una de estas galaxias tiene un tamaño que dobla al de su compañera de viaje, es común referirse a ellas de forma individual como la Gran Nube y la Pequeña Nube de Magallanes. Aunque no son las galaxias más cercanas a la Vía Láctea, ya que este puesto de honor le corresponde a la galaxia de Sagitario, ni pueden disputar el título de galaxia más compleja y masiva en el Grupo Local a Andrómeda, las Nubes son las galaxias vecinas más fácilmente distinguibles a simple vista en el cielo.

Las Nubes no son visibles desde Canarias pero afortunadamente pueden ser observadas desde el hemisferio sur. La astronomía europea no supo de su existencia hasta que miembros de la tripulación en la expedición liderada por Fernando de Magallanes alrededor del globo descubrieron unas manchas blanquecinas nocturnas que no se disipaban ni con el más fuerte de los vendavales. Seis siglos antes ya habían sido descritas por exploradores persas en sus viajes por el África central y meridional. Podemos ponernos perfectamente en el lugar de estos pioneros ya que, actualmente, todo astrofísico que viaja al hemisferio sur por primera vez confunde las Nubes de Magallanes con una nube pasajera que viene a fastidiar una noche de observación diseñada con semanas de antelación.

Las Nubes son unos de los rasgos más atractivos del cielo para todo aficionado a la Astronomía ya que además son muy fáciles de localizar, al menos en condiciones de poca contaminación lumínica. Con unos simples prismáticos es posible adentrarse en su estructura interna y descubrir detalles difícilmente distinguibles para galaxias mucho más lejanas. Sin duda, todo astrofotógrafo en tierras australes disfruta de su compañía (ver imagen adjunta).

Al igual que se dice que el mejor lugar para guardar un secreto es a plena vista, las Nubes de Magallanes conservan algunos enigmas a pesar de haber sido estudiadas a fondo, especialmente en las últimas décadas cuando han sido observadas en multitud de ocasiones. Una de las preguntas más importantes acerca de la naturaleza de las Nubes es si están orbitando la Vía Láctea o son galaxias que se encuentran "de paso" por el vecindario.

La dificultad para dar una respuesta clara a esta pregunta está relacionada con la distancia a las Nubes. Para conocer en detalle la órbita de cualquier objeto de la Vía Láctea, o sus alrededores, es necesario estimar el denominado movimiento propio de sus estrellas. El movimiento propio de una estrella es la medida del cambio de posición de un astro en el cielo entre dos (o más) observaciones, en momentos muy separados en el tiempo entre sí. De esta forma es posible estimar la dirección y magnitud de su movimiento y predecir la trayectoria del objeto en estudio. En el caso de las Nubes de Magallanes, misiones espaciales como la del Telescopio Espacial Hubble (NASA) o, más recientemente, la sonda espacial Gaia (ESA), nos permiten derivar valores más precisos de su movimiento propio, muy difícil de determinar debido a la distancia a la que se encuentran.

En el escenario más aceptado por los astrofísicos que se dedican a estudiar estas galaxias tan formidables, las Nubes de Magallanes parecen orbitar nuestra galaxia, la Vía Láctea y, lo que resulta más sorprendente aún, la Nube Pequeña orbita en torno a la Nube Grande. Esta compleja interacción entre las Nubes y una galaxia tan masiva como la nuestra debería dar lugar a un río de estrellas denominado corriente de marea. Estas estructuras son observadas en otras galaxias que se encuentran en el proceso de asimilación por parte de la Vía Láctea y están compuestas por estrellas que abandonan lentamente su pequeña galaxia de origen, debido al fuerte tirón gravitacional ejercido por nuestra galaxia, mucho más masiva.

Sin embargo, la búsqueda de la corriente de marea de las Nubes de Magallanes ha sido una tarea difícil y poco fructífera hasta ahora. Únicamente ha sido posible detectar una corriente de gas muy extensa a lo largo del cielo, posiblemente asociada con estas galaxias pero sin conexión clara con la Vía Láctea. ¿Y dónde están las estrellas que las Nubes deberían perder a lo largo de su órbita? Seguimos escrutando el firmamento en el hemisferio sur con imágenes muy profundas del cielo y derivando velocidades para millones de estrellas en la región, con la esperanza de revelar una estructura de estrellas asociada con las Nubes. Esto debería permitirnos en un futuro no tan lejano determinar de una vez por todas el origen, presente y futuro de estas galaxias.

Este estudio tan detallado de los alrededores de las Nubes de Magallanes ha arrojado otros resultados sorprendentes, aunque no tan inesperados. Al igual que la Vía Láctea, las Nubes parecen disponer de una corte de pequeñas galaxias satélite. Los cartografiados más completos de grandes áreas del cielo han aumentado el censo de galaxias satélite de la Vía Láctea y, lo que resulta muy llamativo, solo en los últimos dos años al menos una veintena de estos pequeños sistemas ha sido descubierta en las inmediaciones de las Nubes. La posibilidad de que una galaxia satélite de la Vía Láctea posea a su vez su propio sistema de galaxias enanas satélite abre nuevas vías para entender cómo se formaron las estructuras en el Universo, mediante la asimilación constante de pequeños sistemas estelares.

Es por esto por lo que las Nubes de Magallanes siguen ofreciendo una oportunidad única para avanzar en diferentes campos de la Astrofísica: desde la formación de estrellas, su agrupamiento en cúmulos, la aparición de galaxias en el Universo y la distribución de masa en las regiones más externas de la Vía Láctea. Y lo más importante de todo es que este laboratorio astrofísico se encuentra a la vista de todo el mundo. Pero recuerden, ¡solo en el hemisferio sur!

Julio Carballo Bello creció en El Cardonal (Tenerife) y realizó la Licenciatura en Física y el Doctorado en Astrofísica en la Universidad de La Laguna y el Instituto de Astrofísica de Canarias. En 2012 se trasladó a Chile donde trabajó como investigador postdoctoral en la Universidad de Chile y posteriormente en la Universidad de Valparaíso. Actualmente es investigador principal de un proyecto sobre arqueología galáctica desarrollado en la Pontificia Universidad Católica de Chile.