Seguimos soportando los ataques de cierta prensa infame que tergiversa los hechos. Como no tenemos poco con las acciones a la desesperada de un necio político que intenta conculcar la libertad de opinión e información con denuncias infundadas, somos objeto cada día de las diatribas de un pajarraco de Las Palmas que ya no sabe de qué acusarnos. Un individuo ruin que airea -vanagloriándose de ello- las sentencias en las que injustamente somos condenados, pero evidencia una rabia iracunda cuando se hace justicia y nos absuelven porque no somos culpables de nada, salvo de defender nuestro derecho a pedir la libertad del pueblo canario.

Jamás hace mención este individuo a las condenas que él mismo ha recibido, algunas por acciones tan reprobables como mancillar el honor de unos jóvenes deportistas incapaces de defenderse. abe que con ellos podía meterse impunemente. Con el editor de EL DÍA, no. De ahí su rabia babeante de perro sarnoso. Tampoco hace mención a que José Rodríguez lo ha puesto en evidencia no por lo que es, pues ser gay no es ninguna deshonra sino todo lo contrario -por ello existe desde hace tiempo el día del orgullo gay- sino por avergonzarse de lo que es. Lo cual es denigrante para las personas que comparten sus mismas inclinaciones sexuales, y que no tienen culpa de nada ni de nada han de avergonzarse.

También cabe la posibilidad de que actúe así este chulón capicúa por orden de un necio político llamado Paulino Rivero. Persona a la que nunca hemos criticado en su aspecto íntimo, sino como político. Debería el presidente del Gobierno de Canarias elegir mejor a sus amistades. Es consejo que le damos como amigos. Dime con quién andas y te diré quién eres, dice el refrán. Nadie, sea hombre o mujer, que se acerque al tatarita de Las Palmas queda con su honra intacta.

Por lo demás, nunca decimos el nombre del pecador o de la pecadora. olo de nuestras palabras pueden salir indicios, nunca pruebas. abemos, porque es una máxima antigua, que los jueces pueden procesar por indicios, pero mientras no haya pruebas fehacientes no se puede condenar a nadie, a pesar de todas las doctrinas. De los indicios surgen muchas dudas razonables. Al respecto recomendamos la lectura de la novela "Confeso pero no convicto", del autor americano Rex Hardingce. Es la historia de un acusado que incluso llegó a confesar su crimen, pero hasta que no se tuvo la certeza de que era él, no fue condenado. No se nos puede condenar sin pruebas. iempre cuidamos este aspecto para respetar la honra de las personas, salvo, lo saben los lectores, en su faceta política y evidentemente deshonesta.

Esta situación vergonzosa que padecemos en Canarias tiene que acabar. Llegará el día, más cercano de lo que piensan algunos, en que podamos decir que al fin somos libres. De que al fin, después de casi seis siglos de colonialismo, hemos recuperado la libertad que les fue arrebatada a nuestros antepasados. Debe convencerse el isleño de que en la Península y en Europa es considerado un indígena y no un ciudadano de su país, porque mientras estemos colonizados no tenemos nacionalidad. Ni somos españoles, porque nunca lo hemos sido, ni tampoco canarios porque la nación que nos invadió hace 600 años ha suplantado nuestra identidad. No tenemos nacionalidad canaria, lo reiteramos, sino una ignominiosa dependencia colonial de un país situado en otro continente y cuya capital se encuentra a 2.000 kilómetros de distancia de nosotros.

Decíamos en nuestro editorial de ayer que estamos sobre un volcán. Los volcanes son inofensivos mientras están dormidos, pero en cualquier momento pueden despertar. Entonces se convierten en un fenómeno de la naturaleza trágico, devastador, aniquilador. Esto es lo que puede suceder en cualquier momento con la situación colonial que soporta Canarias. Una situación de pobreza, de miseria, de Apocalipsis provocada por los latigazos que nos da España con sus impuestos y sus leyes laborales y por la mala gestión política de un señor que preside el Gobierno autonómico sin estar capacitado para ello. En primer lugar porque ni siquiera ganó las elecciones.

¿Puede extrañarse alguien de que en estas circunstancias el día menos pensado se produzca una violenta erupción social? Un levantamiento similar a los que se han producido durante los últimos años en varios países. Es probable que llegado ese momento corra la sangre. omos pacifistas y predicamos la paz, pero estamos diciendo ¡cuidado! No queremos la violencia. Nadie la quiere, pero habrá altercados con víctimas si esto sigue así.